Periodista y catedrático UNAM. Amante del cine, música, escribir, leer y enseñar. Apasionado por los medios. Amo a mi familia y Bronco de Denver de Corazón.
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Mucho antes que ese fatídico 26 de septiembre de 2014 se convirtiera en botín y rehén político para muchas organizaciones, la escuela normal Isidro Burgos, cercana a Tixtla, Guerrero, representaba para los pobladores un dolor de cabeza y para las mismas agrupaciones una base potencial de militantes extremistas, mientas que las autoridades se dedicaron a ignorar, como hasta ahora, que la olla estaba a punto de hervir y apostaron porque se consumiera a sí misma.
En la memoria está fresco el 1 de septiembre como el día del besamanos. Fue hace 34 años cuando Jolopo dijo que defendería el peso como un perro; era lo menos que esperábamos ayer de Enrique Peña Nieto, si no con las mismas palabras sí con la actitud, ante Donald Trump. Lo ideal hubiera sido responderle: “entonces no tenemos nada que hablar y se puede ir”.
Corría la década de los ochenta y los especialistas musicales de entonces decían que el rock no podía cantarse en español, si no eran los viejos covers de aquel rocabilly cincuentero, hasta que un grupo de chavos —que hoy ya no lo son— de Hispanoamérica demostró la falsedad de tal afirmación. La fría noche de este 25 de agosto fue la segunda presentación de algunos pioneros que con nuevos arreglos rememoraron las tocadas en lugares desaparecidos como el Hip 70, el mítico Rocotitlán, el inolvidable Rockstock y al final en la etílica Diabla.
Innumerables personalidades han hecho una definición del deporte más popular del planeta: Eduardo Galeano, Juan Villoro y Günter Grass. Con sus palabras otros nos han llevado hasta el lugar del partido, como Fernando Marcos, Ángel Fernández y Fernando Luengas, pero los que nos han hecho amarlo han sido Pelé, Beckenbauer, Cruyff, Maradona, Messi, Ronaldo y, afortunadamente, decenas de apellidos más.
Es mediados de la década ochentera del siglo pasado, el canal 4 de televisión anuncia un nuevo fraccionamiento donde el aire es limpio, hay agua en abundancia, dos mil familias disfrutan ya de lo más moderno en urbanización y ven crecer a sus hijos para compartir sus sueños: “sea propietario hoy, ellos necesitan la seguridad que su decisión les dará: kínder, primaria y secundaria; venga por Avenida Central, nuestro señalamiento lo guiará. Jardines de Morelos, ciudad del futuro.”
En la primaria tuve nueve maestros por diversas razones, desde los suplentes por gravidez hasta quienes cubrieron un ciclo completo. Entonces el profesor era el gurú, el guía, el famoso y muy apreciado. Algunos hicieron amistad con vecinos y cuando los visitaban el chiquillerío armaba tal alboroto que se creía alguien de alta alcurnia llegaba a la colonia.
Hace un mes, cuando se perfilaba el cierre de campañas, el partido del Morena tenía enormes aspiraciones en Oaxaca, ese estado del que muchos de repente recordaron su existencia hace una semana tras los lamentables acontecimientos en Nochixtlán, pues nunca han ido a dejar un poco de sus sueldos para activar la economía de un lugar donde la pobreza duele.
Si no hubiera sido por los pasos que entre sueños comenzó a escuchar justo al lado de su cabeza y que terminaron por despertarla, Tere seguiría dormida. No es que alguien caminara sobre su almohada, más bien había dormido en el frío suelo al lado de una cama de hospital y del tripie que sostenía en lo alto la bolsa de solución salina –suero, como solemos llamarle– conectada por una manguera y finalmente por la aguja a una vena de la muñeca izquierda de su tía.
Puebla se viste de colores y sabores en una sola de sus calles, quizás la más famosa del estado, donde miles de turistas acuden cualquier día de la semana, decorada por cientos de abejas atraídas por el azúcar de los productos regionales; basta con preguntar por la calle de los dulces en el centro histórico de Santa Clara, Puebla, para que todo mundo indique cómo llegar.
Éste es el siglo XXI, época en que la tecnología ha rebasado toda comunicación tradicional interpersonal en la sociedad. Las personas redactan y plasman sus sentimientos a través de un teclado, micrófono o pantalla; las cartas están en peligro de extinción si es que hay quien aún las escriba, y es que si éstas no son hechas de puño y letra se pierde ese sello personal de intimidad que las define.
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