Mucho antes que ese fatídico 26 de septiembre de 2014 se convirtiera en botín y rehén político para muchas organizaciones, la escuela normal Isidro Burgos, cercana a Tixtla, Guerrero, representaba para los pobladores un dolor de cabeza y para las mismas agrupaciones una base potencial de militantes extremistas, mientas que las autoridades se dedicaron a ignorar, como hasta ahora, que la olla estaba a punto de hervir y apostaron porque se consumiera a sí misma.
Ya en otra ocasión platicamos de la enorme cantidad de recursos económicos que se destinan a esa escuela y los nulos resultados e incidencia educativa en Guerrero; similares a los que se tienen en las normales rurales de Oaxaca, donde durante décadas se ha usado la pobreza como botín ideológico, antes que enseñar y proponer cuestiones pedagógicas acordes con la realidad de la población, pues ahí nacen y se diseñan estrategias de lucha para “tirar el poder oligárquico” que gobierna el país.
Una parte esencial de la lucha marxista, que poco a poco ha consumido incluso a las FARC colombianas, doblado al régimen castrista y repudiado el chavismo en su cuna, ha mostrado que tampoco ése es el camino. Desgraciadamente el gobierno ha sido cómplice: a los pobres los deja más miserables, mientras que a los ricos los hace más ricos y la clase política se cree la nueva aristocracia con dinero de dudosa procedencia, principalmente producto de la corrupción. De esa manera le dan la razón a los críticos extremistas.
Ayotzinapa ya no es la piedra en el zapato, y aunque en un principio el movimiento parecía haber tomado un alcance nacional inusitado, la excesiva politización y aprovechamiento de corrientes radicales a una causa justa, sobre todo con los padres de los desaparecidos, además de la sobreexposición en las noticias y redes, terminó por hartar a muchos. Hoy, a dos años de esos lamentables acontecimientos, es necesario saber lo que ocurrió y conocer de viva voz de los responsables directos cómo fue que desaparecieron a esos muchachos.
Muchos no se adhieren a la causa porque ha mostrado también su excesiva intolerancia y violencia, similar a la que se oponen; eso debilitó la protesta, pero no es motivo para creer que ya pasó. No se puede calificar una verdad única, mucho menos histórica, y seguramente nunca la sabremos, siempre habrá dudas por las contradicciones entre las comisiones independientes y los dichos de las autoridades. Cada bando tiene sus hipótesis y sus netas. Lo único cierto es que no sólo fueron 43, desde mucho antes las desapariciones hechas por el crimen organizado con la complicidad de las autoridades locales fueron evidentes.
Ojalá que esta fecha maldita no sólo quede en un recuerdo anual. Nos merecemos la verdad, por cruda que parezca.
Pregunta para el diablo
¿Y los adictos tienen alguna responsabilidad indirecta?
Imagen de: @vikunsan