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Lunes, 22 Enero 2018 17:07

Teotihucan debió llamarse Teo uacan, la Ciudad del Sol.

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En el último tercio del siglo XX, una traducción del náhuatl popularizó a Teotihuacan como el “lugar donde los hombres se convierten en dioses”; pero a la luz de nuevos estudios epigráficos e iconográficos de documentos del siglo XVI como el Códice Xólotl, y materiales arqueológicos, se propone que la mítica urbe debió ser nombrada por los pueblos que arribaron al valle con posterioridad al siglo VIII —una vez abandonada—, como Teo uacan, la “Ciudad del Sol”.

 

De acuerdo con la propuesta que realizan las investigadoras del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Verónica Ortega y Edith Vergara, así como el experto independiente, Enrique del Castillo, más que guardar una relación con la conocida Leyenda de los soles —que relata la congregación de las deidades creadoras en Teotihuacan—, el vocablo original alude a que “ahí se nombraba al Sol, al legítimo gobernante”.

 

La gran metrópoli del periodo Clásico (sus inicios datan de 100 a.C. y su caída hacia 650 d.C.) mantiene profundos misterios: ¿quiénes fueron sus pobladores?, ¿qué lengua era la dominante?, ¿dónde yacen sus gobernantes? Lo que no es un secreto es la fascinación que ejercieron sobre los grupos que después llegaron a esta región del Altiplano Central, entre ellos los mexicas, quienes probablemente invistieron en la “Ciudad del Sol”, Teo uacan, a más de un tlatoani o supremo gobernante a partir del siglo XV.

 

A decir de los investigadores que llevan a cabo estas indagaciones, dicha hipótesis es lógica si se considera que los mexicas y otros grupos consideraban a esta ciudad abandonada, que se distinguía a la distancia por los monumentales basamentos del Sol y la Luna, como un lugar de peregrinación. Por ejemplo, es conocido que realizaban el “saqueo” de  algunas ofrendas para trasladarlas al Recinto Sagrado de Tenochtitlan, según lo confirma el hallazgo de piezas procedentes de Teo uacan, en el Templo Mayor mexica.

 

Verónica Ortega, Edith Vergara y Enrique del Castillo comenzaron esta propuesta de una “nueva denominación” para la hasta ahora nombrada Teotihuacan, basándose en los análisis hechos por Charles Dibble del Códice Xólotl, elaborado durante los tiempos tempranos del siglo XVI. Este manuscrito con pictografías, cuya narración abarca cuatro siglos de la historia de la ciudad de Texcoco y el Valle de Teotihuacan, se conserva en la Biblioteca Nacional de París, Francia.

 

Como señala Verónica Ortega, subdirectora de la Zona Arqueológica de Teotihuacan y directora del Proyecto Plaza de la Luna del mismo sitio, la metodología aplicada se basa en el análisis por cuadrantes del citado códice, centrándose en los que conforman la Lámina 6 del documento (lo integran 11 en total). Fue así como rastrearon los glifos que hacen alusión a Teotihuacan en los diversos eventos que marcaron el devenir de esa región, siguiendo la cronología de los gobernantes texcocanos “para contar con un respaldo temporal que pudiese ser contrastado con otros documentos y crónicas, tanto de la época del contacto con los españoles como novohispanos”.

 

En palabras de los investigadores, “es en el año 1338, con la fundación de Tlatelolco, la ciudad mexica y gemela de Tenochtitlan, cuando vemos por primera vez una alusión a Teotihuacan en el Códice Xólotl. La referencia parte de un personaje asociado a un pequeño sol y quien cuenta con las dos vírgulas de la palabra: la oratoria y la retórica”.

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Al continuar la lectura del documento, próximo a un evento que puede fecharse entre 1409 y 1427,  aparece un par de pictografías que representan a una pirámide y un sol, y que a la postre será el glifo de Teotihuacan. El dato clave es la palabra “Teo uacan” que aparece bajo dicho glifo, lo que da la certeza de la denominación indígena del lugar, la cual evidentemente ya era usada en el periodo señalado (1409 y 1427), un siglo antes de la caída de Tenochtitlan.

 

“Con esa ubicación temporal, podemos decir que el nombre de la ciudad surge en la historia y que sus elementos se ubican dentro de la hierofanía solar, es decir que el sol tiene un carácter sagrado. Otro aspecto interesante es que en diversas ocasiones, tales elementos están ubicados indistintamente, lo que podría indicar que fue escrito en varias lenguas para la comprensión de hablantes de otros idiomas. En ese sentido, no podemos proponer un nombre único, pero sí un solo concepto compuesto por una marca urbana (la pirámide) y el resplandor solar”, exponen.

 

Cabe mencionar que esta propuesta, la cual fue presentada ante la comunidad científica en la reciente Mesa Redonda de Teotihuacan, también se sustenta en el análisis iconográfico de un considerable acervo de imágenes grabadas en materiales cerámicos, y obviamente en los estudios epigráficos de la traducción al castellano del vocablo náhuatl teo uacan y sus posteriores agregados (la partícula –ti  y la letra h).

 

Es así que los  investigadores Verónica Ortega, Edith Vergara y Enrique del Castillo indican que el significado del glifo es “Ciudad del Sol”, un sitio en que eran nombrados y legitimados los mandatarios, el hombre-sol, al menos durante el periodo Posclásico (fines del siglo XIV hasta inicios del XVI), cuando el imperio mexica dominaba la Cuenca de México.

 

Al respecto, los especialistas citan que también han basado sus análisis en los trabajos del investigador Arthur J. Anderson, el único que ha logrado reunir todos los documentos atribuidos a fray Bernardino de Sahagún. Sobre este cronista, señalan que en el Códice Florentino, concretamente en Capítulo I del Libro III, está escrita la leyenda: ¿Quién ha de gobernar y regir el mundo? ¿Quién ha de ser el Sol? Una expresión que no dista mucho de otra que aparece en Relaciones Históricas, de Fernando Alva Ixtlilxóchitl: …. Habían poblado y edificado pueblos y ciudades, villas y lugares. Entre los más señalados fue Teotihuacan, ciudad y lugar del dios.

 

Códice Xólotl

 

El códice glosado por un escriba hacia 1524, está centrado en la llegada de los grupos chichimecas al Valle de México, comandados por Xólotl, así como los contactos que establecieron con los pocos herederos toltecas que lo habitaban. En su geografía se posicionan las ciudades y puntos de encuentro importantes para el caudillo chichimeca y sus seguidores, aportando detalles acerca de las sitios abandonados en ese tiempo, como era el caso de Tula.

 

 

 

 

 

 

Con información de: iNAH
Imagen de: INAH

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