Primera postal
Barcelona, 1980
En un cementerio que colinda con un colegio, un adolescente está recostado en el pasto, rodeado de tumbas y leyendo con asombro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada.
Segunda postal
Ciudad de México, 1976
Elena Potiawoska, asustada y con los labios mal pintados, entra a un restaurante y pide un bistec crudo para ponerlo en el ojo amoratado del Gabriel García Márquez.
Tercera postal
Barcelona, 2015
Joan Manuel Serrat canta Paraules d’amor en el escenario del Palacio de la Música durante el funeral laico de la agente literaria Carmen Balcells.
Aquellos años del Boom de Xavi Ayén es un viaje en el tiempo por ocho países desde donde el autor nos envía cientos de postales que narran, casi de manera fotográfica, la historia de lo que para él es el último ismo de la literatura mundial.
Los hoteles, las casas familiares, calles, editoriales, restaurantes, aeropuertos, librerías, palacios y discotecas de Argentina, Colombia, Chile, Cuba, España, México, Perú y Suecia son los atractivos turísticos donde el periodista literario —ahora trocado en guía de turistas del pasado — nos da permiso de hacernos una selfie con Mario Vargas Llosa en la sala de conciertos de Estocolmo o si lo prefieren pueden posar a lado de Carlos Fuentes en un bar y ver su cara de sorpresa cuando un admirador lo confunde con Jorge Negrete. También pueden celebrar la navidad con el grupo completo: Cortázar, Fuentes, García Márquez, Donoso y Vargas Llosa junto con sus esposas e hijos en un restaurante y ser testigos de aquel silencio incómodo que se hizo cuando el mesero —al ver que después de mucho tiempo de espera no habían apuntado su pedido — preguntó: “¿Alguno de ustedes sabe escribir?”
El libro que Xavi presentó en la feria del libro de Guadalajara y que está editado por el sello Debate de Pengüin Random House es una edición mexicana del texto que se publicó en España en 2014. En esta edición incorporó sesenta páginas de nuevas aportaciones, documentos y testimonios de los protagonistas del mayor acontecimiento literario de la lengua española en los últimos años: El Boom latinoamericano. Escribirlo le llevó una década y la investigación la compaginó con su trabajo del día al día como periodista literario para el diario La Vanguardia de Barcelona. Es una crónica y una biografía del grupo más importante de escritores que lo cambiaron todo y para bien de la literatura en español.
¿Por qué decidiste contar la historia de este grupo de escritores?
Moviéndome por los ambientes literarios de Barcelona me di cuenta que mucha gente los había conocido porque habían vivido aquí y me extraño que no hubiera ninguna huella física de su estancia en esta ciudad. Me imagino que si hubieran vivido en Londres o Paris habría un museo del Boom, estatuas, placas en todas las casas que habitaron, una ruta turística… pero en Barcelona no encuentras nada de eso. Había leído un libro fascinante: La historia personal del Boom de José Donoso que escribió en los setenta, mientras la historia está sucediendo, como si estuviera narrando en directo. Él da los puntos clave de lo que significa el Boom y de por qué es importante pero yo quería saber más sobre esto y como no lo encontraba lo tuve que escribir. Lo narro con una visión cenital, viendo desde arriba, más que una biografía de cada uno, lo que hago es una biografía de las relaciones entre ellos, las editoriales y su agente. Tampoco quería escribir una vida de santos, de seres divinos destinados a crear obras maestras y que nunca habían hecho nada malo.
¿Qué fue lo más difícil para ti como periodista?
Entrevistar a García Márquez, porque no daba entrevistas, de hecho, esa fue la única que dio en los últimos veinte años de su vida. Yo ya había hablado con todo el mundo, con los escritores que quedaban vivos, sus familiares, amigos y editores. Viaje a ocho países, revisé los archivos de la universidad de Prinston, los de Carmen Balcells y Cabrera Infante pero me faltaba la entrevista con el que, hasta ese momento, era el único premio Nobel del grupo. Creí que nunca la conseguiría pero el miércoles antes de navidad del 2005 Carmen Balcells me preguntó: “¿Qué planes tienes para el fin de semana? Y yo le contesté: “He quedado con la familia, es navidad” “Ah, entonces ¿no quieres ver a Gabo? Me dio un papel y me dijo: “Ve a ver al director de La Vanguardia dile que tiene que pagarte este vuelo en primera clase y el hospedaje en este hotel en Ciudad de México y que a cambio tendrá una entrevista con Gabriel. Tiene que pagarte todo porque es una cosa muy grande”. Crucé la calle porque mi periódico está enfrente de la agencia. Pensé que mi jefe me iba a decir que no pero para mi sorpresa accedió a todo siempre y cuando tuviera esa entrevista. Cuando se lo expliqué, Carmen estalló en una carcajada y me entregó una maleta con los regalos de navidad para los García Márquez y me dijo: “Si tú vas con esta maleta te van a tener que abrir la puerta y una vez que estés frente a ellos empiezas a hacer las preguntas” “¡Hombre, Carmen!”, le dije “cuando no me quiera dar la entrevista y después de todo lo que se va a gastar mi periódico me van a despedir”. “No te preocupes si te despiden yo te contrato”, me contestó.
Vine a México. No tenía ninguna dirección y tampoco una cita. Al segundo día la secretaria de Gabriel García Márquez me llamó y me preguntó si podía ir a esa hora. Me dio la dirección: calle del fuego, número tal en el Pedregal de San Ángel. Salí corriendo al taxi con mi maleta que pesaba 45 kilos. Una vez en la casa, Mercedes Barch, la esposa de Gabo, me recibió en un salón. Estoy seguro de que en ese momento lo convenció de hablar conmigo porque tardó una hora en salir y lo primero que hizo fue agarrarme del brazo y decirme: ¿Cuánto le ha pagado a mi mujer para que lo reciba?
Esa es la vez en la que he estado más nervioso en toda mi vida y he platicado con muchos premios Nobel. Afortunadamente, el Gabo se abrió enseguida cuando vio que la entrevista era para el libro. Estuvimos platicando tres horas y media. Al llegar al hotel sonó mi teléfono móvil y era García Márquez porque quería añadir cosas. Esa creo que ha sido la más grande anécdota de mi vida profesional.
¿En esa ocasión es dónde te dice que ya no va a escribir?
Exacto. Ya le habían diagnosticado una enfermedad neurológica senil pero todavía podía tener una conversación fluida. Dos años después lo volví a ver en Barcelona y ahí ya no hubiera podido entrevistarlo porque ya no reconocían ni a sus amigos, aunque tenía momentos de lucidez.
¿Fue difícil acercarte a Carmen Balcells?
Sí, me costó mucho trabajo. Carmen es una persona muy intuitiva. Me examinó y creyó que podía confiar en mí. Me preguntó el día y la hora de mi nacimiento porque encargó que me hicieran una carta astral. Eso hacía con todos sus autores y cada semana recibía las predicciones de una astróloga italiana de su confianza. Cuando finalmente me recibió, me dijo que me daría toda la información que yo le pidiera y que la única condición que me pedía era que aquellas cosas que yo supiera a través de ella y que no quisiera que se supieran todavía, podía revelarlas sólo hasta que ella muriera, por eso en esta edición mexicana me he permitido añadir esos detalles.
¿Qué significó el Boom para la literatura universal?
Fue una época en que Europa cayó fascinada al embrujo de los narradores latinoamericanos, aunque equivocadamente se identificó con el realismo mágico. El Boom puso a América Latina en lo más alto del canon literario del momento. Fue como ganar un mundial de fútbol pero en la literatura. Provocó una euforia literaria que rompió las fronteras. Antes los escritores publicaban sólo en su país, pero a raíz del éxito de Cien años de soledad los libros empezaron a salir a la venta simultáneamente en todo el mundo y también cambiaron las condiciones de los contratos en beneficio de los autores, lo cual permitió que se profesionalizaran y pudieran vivir solamente de escribir novelas. Además, sus obras influyeron en autores más jóvenes como Günter Grass.
¿No había mujeres escritoras en el grupo?
El Boom es la etiqueta más extraña en la historia de la literatura. Algunos estudiosos lo utilizan como sinónimo de literatura latinoamericana en los años sesenta y setenta, donde caben todos. Sin embargo, para mí es un grupo netamente masculino. Yo creo que no hubo mujeres escritoras y que la mujer del Boom es Carmen Balcells, la agente que los lanza al mundo. Hay un capítulo de esto en el libro porque es un tema de debate pues hay quienes consideran a Nélida Piñón o a Cristina Peri Rossi, entre otras, pero para mí, los escritores del Boom son sólo cinco y cumplen con una serie de requisitos entre los que están: ser hombres, estar representados por Balcells, haber vivido en Barcelona o por lo menos ir dos veces al año, haber publicado durante la época del fenómeno y tener un compromiso político con Cuba.
¿Qué le deben los escritores actuales al Boom?
Le debe muchas cosas. Empezando porque pueden ganarse mejor la vida, pues gracias a ellos y a su agente mejoraron las condiciones de los contratos. Además, esta generación fue la primera que demostró que se pueden escribir libros con una gran calidad literaria y al mismo tiempo tener éxito comercial.
¿Crees que este fenómeno se puede repetir?
No. Porque actualmente el mundo literario ya no funciona por grupos. Los escritores son más individualistas. Hoy en día cada escritor escribe lo suyo y no intenta asociarse con otros, por el contrario, los mira de reojo.
Por Alba Medina
Reportaje de: Alba Medina
@AlbaAlbamedina7