Es lunes en Nueva York. El icónico Café Carlyle, ubicado en la zona más exclusiva de la ciudad, es sede de un concierto de jazz. Todas las mesas están ocupadas, incluso los taburetes del bar. El mural Madeline en el parque central de Ludwig Bemelmans decora con tonos azules y lilas las ambarinas paredes del recinto.
Sobre cada mesa una lámpara art decó ilumina el salón. Los ritmos de Nueva Orleans estimulan los ánimos de los 90 asistentes. La audiencia se compone principalmente por cinéfilos y turistas, cuyas agencias ofertan el evento como parte de los atractivos de la Gran Manzana.
Como cada lunes desde 1996, durante la temporada de enero a junio, el cineasta Woody Allen y su banda The Eddy Davis New Orleans Jazz Band se presenta esta noche. Su técnica como clarinetista ha mejorado desde que en su adolescencia se refugió en este instrumento al descubrir –a pesar de su amor por la música jazz– sus nulas aptitudes para el saxofón.
Allan Stewart Königsberg nació el 1 de diciembre de 1935 en Brooklyn, Nueva York. Es el segundo hijo de una familia judía de origen austriaco. Desde muy joven mostró aptitudes artísticas y se inclinó por el humorismo. Dejó inconclusos sus estudios en cinematografía para actuar en programas de televisión y presentaciones de comedia en hoteles y centros nocturnos. Su faceta como músico es la menos conocida.
A los 33 años realizó su primer largometraje: Take the money and run, con la cual adquirió reconocimiento tanto del público como de los críticos. “Es un caso poco común. Rompe por completo con su zona de confort para evolucionar y convertirse en una de las mentes más brillantes del siglo XX”, señala José Antonio Valdés Peña, subdirector de Información y Proyectos Especiales de la Cineteca Nacional.
En 1973 Woody Allen obtuvo el Oscar por Annie Hall. Esta comedia romántica retrata, de manera irónica, los conflictos amorosos de una pareja de intelectuales neuróticos en Nueva York. Es una crítica a la clase media y su inmadurez emocional. Fue acreedora a cuatro premios de la Academia: mejor película, director, actriz y guion original.
“Es heredero directo de la gran comedia americana, de genios como Mack Senette o Max Linder. De esos hombre-orquesta, versátiles en la construcción cinematográfica, como en su momento lo fueron Chaplin u Orson Welles. Además, pese a lo elaborado de sus chistes, tuvo el acierto de acercar al gran público americano a los grandes maestros del cine”, señala Sergio A. Ubaldo Segundo, de la Filmoteca de la UNAM.
Para José Antonio Valdés con esta cinta se fraguó su evolución como artista, pues hace humor a partir de él mismo, de su visión del mundo, de sus manías y obsesiones recurrentes. “Es único, un autor completo: concibe, dirige, escribe y actúa en sus propias producciones. A veces no aparece, pero siempre en sus filmes hay un alter ego, otro yo (masculino o femenino) en el cual está representado”.
Su producción es vasta. Filma en promedio una obra al año. A la fecha suman 46. En 2002 recibió el premio Príncipe de Asturias de las Artes y es doctor honoris causa por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Se casó con Diane Keaton en 1973 y con Mia Farrow en 1980. Su actual pareja sentimental, Soon-Yi Previn, es también su hija adoptiva.
Ubaldo Segundo define su cinematografía como comedia de humor negro, ácida lejos del gag superficial y del chiste trivial o escatológico, una tremenda ironía del espíritu americano. Una visión dotada de referencias, homenajes, parodias y autoparodias. Una pieza de jazz, suave y envolvente, pero también densa y estridente la cual ha contribuido a forjar una visión crítica del séptimo arte desde el punto de vista de sus creadores y define su estilo como mordaz y sui generis.
Las notas de jazz inundan el Café Carlyle. El concierto comenzó 15 minutos antes de las nueve de la noche y durará un poco más de una hora. Para disfrutarlo fue necesario reservar una temporada antes. La entrada general cuesta 165 dólares, el asiento Premium 215 y la barra 120, más un consumo mínimo de 75 dólares.
El código de vestuario es chic attire y saco riguroso para los hombres. El director de Manhattan parece estar excluido de esta norma, pues se presenta con una camisa de manga corta color azul y un pantalón beige que parece, por lo menos, una talla más grande.
Los cinco músicos que lo acompañan (piano, contrabajo, batería, saxofón y guitarra) descansan mientras realiza su solo al interpretar Shine, una de sus piezas favoritas. Después de su ejecución los aplausos aumentan en frecuencia y vigor. Para muchos es lo más cerca que estarán de un genio del cine.
“Su visión del mundo es lúcidamente pesimista, asegura que lo único que existe son el amor y la muerte”, dice Valdés.
Opinión de: Alba Medina
@AlbaAlbamedina7