Aquella tarde en la reunión de Seguridad Pública que encabezaba el gobernador, el general de más alto rango en la sala de juntas fue enfático: “nos sumamos a la lucha contra el robo de hidrocarburos, pero que quede claro los soldados nunca usaremos las armas contra la población”.
El silencio era absoluto, el ambiente era tenso y la precisión fue en respuesta a una “sugerencia” de que elementos del Ejército Mexicano entraran a cómo dé lugar a las comunidades para sacar a los huachicoleros.
Las bandas han conseguido en los últimos años un respaldo social inaudito y su influencia y crecimiento en una región importante del estado, que va de Esperanza hasta Santa Rita Tlahuapan -donde esta tendido el mayor número de ductos de Petróleos Mexicanos- les han dado un poder que hasta hoy los tres niveles de gobierno no han podido detener.
El gobernador Tony Gali, quien no gusta de la simulación, presentó lo dramático del problema cuando el martes pasado comentó en un acto público que “niños que habitan en el corredor de robo de combustible Tlahuapan-Esperanza ganan hasta 12 mil pesos mensuales por fungir como ¨halcones´”.
Son en los hechos quienes cuidan y advierten de la llegada de los operativos policiacos a los delincuentes.
En el Complejo Metropolitano de Seguridad Pública C5 narró detalles de una breve plática con una madre de familia y su hijo en Palmar de Bravo. En una de sus giras, la señora le pidió que ingresara a su modesta casa y platicara con su hijo, menor de edad, quien no desea continuar con sus estudios. “Es real. Entré a la casa de la señora y hablé con el chavito. Le pregunté ¿qué quieres ser de grande? ¿Qué estás haciendo? Era un chavo de 11 años. Me dijo: Ya no estoy estudiando, ya gano dinero, traigo dinero a la casa y traigo más que mi papá, que gana 3 mil pesos al mes. Yo gano 12 mil pesos al mes'”. Cuando le preguntó a lo que se dedicaba, el niño le dijo: soy halconcito.
Gali le pidió que le explicara en qué consistía ser “halconcito”. “Pues echo aguas para que se puedan volar el combustible de las tomas (clandestinas)”, señaló el menor que es carne de cañón de la delincuencia, la misma que poco a poco ha ido integrando a las familias completas, ahora dedicadas a extraer el combustible y entregarlo en bidones a quienes se dedican a comercializarla y arrancaron con la extracción ilegal, delito que tiene años y empezó desde el siglo pasado.
El gobernador Gali comento que ello refleja la pérdida de valores y de honestidad, y es un claro ejemplo de corrupción e impunidad. El robo de combustible es el principal problema de delincuencia organizada que enfrenta el gobierno en sus tres niveles.
“¿Cuál es nuestro mayor problema ahora? El robo de combustible. Tenemos este problema en todo el 'triángulo', esta zona tan difícil”, explicó. Se preguntó y lo hizo con su audiencia que estaba compuesta en buena medida por jefes policiacos:
“¿Y qué tenemos que hacer? Primero inhibir el delito; segundo, evitar que contaminen a nuestra sociedad y a nuestros jóvenes”. En los primeros 20 días de su gestión, fueron más de 250 mil litros de combustible recuperados y 200 vehículos asegurados a delincuentes, entre camiones, pipas y tráileres.
La lucha empieza y todavía como gobernador electo, en su reunión de enero con el Presidente Enrique Peña Nieto consiguió su apoyo para aumentar el número de efectivos militares y policias para dar una lucha frontal contra este mal que corroe a la sociedad e involucra a familias completas.
El compromiso va en serio, el diagnóstico es claro y hay decisión política de combatir el delito que más inseguridad genera en la entidad: el robo y la distribución de combustible.
Es ahora o nunca y Gali, a quien no le tiemblan las piernas, lo sabe.
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