Una persona sale de su casa temprano en la mañana y olvida su celular. Maneja unos cuantos kilómetros, llega a un semáforo que marca alto, está en rojo. Sabe que estará un par de minutos ahí por lo que trata de sacar su teléfono inteligente del bolsillo de su camisa y entonces se da cuenta que no lo trae. Voltea a buscarlo al asiento del pasajero de la derecha. No lo ve ahí. Abre la guantera y tampoco. De pronto un sudor frío inunda su cuerpo. Una sensación de peligro, de vació y de miedo se apodera de él. ¿Dónde lo dejé? Piensa para sí. El tiempo se hace eterno hasta que recuerda lo dejó en la mesa que se encuentra en la salida de su casa. Por lo que regresa a buscarlo sin importar que llegará tarde. No resiste el sufrimiento que experimenta en su persona. Es más de lo que pude resistir. Además, no soportaría esperar hasta la hora de regresar por la tarde. Cientos de negocios, llamadas, mensajes y “guatsaps” podrían llegar y no enterarse. Es algo intolerable.

Espero que el relato anterior sea algo que a usted que lee no le haya pasado así. Pues de ser afirmativa su respuesta, estaría en la categoría que se encuentran miles de personas en México y mucho más en el mundo que sufren de une nueva enfermedad. La “Nomofobia” o el miedo de perder o no tener consigo el teléfono inteligente, del celular o móvil. El que se puede diagnosticar ya como un trastorno, sin que los afectados sean conscientes de ello.

¿Qué le sucede a la persona que está trastornada? Sufre de depresión. Miedo irracional. Ansiedad. Es grave el problema. Su cura no es sencilla. Como toda fobia y en México, de acuerdo al Dr. José Beltrán Ibarreche, Jefe de consulta externa del Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino, “la Nomofobia es mucho más recurrente en adolescentes, que en adultos. Donde más de la mitad de la población adolescente podría estarla presentando y se tiene caracterizado en casos a si se me está acabando la pila, si no lo traje, el punto como cualquier fobia tiene que ver con ir desensibilizando la situación”.

Dentro de la población en México, el 49% se molestaría si su pareja leyera sus mensajes. 46% no usa contraseña. 41% sí la usa y 10% encripta sus mensajes o datos. Dice el Dr. Beltrán Ibarreche que quienes la padecen piensan: “me van a hablar”, me puede pasar algo o revisan su teléfono  al menos 40 veces al día para buscar el mensaje que no ha llegado o que no llegue. Para ver lo que sea. Y así estarán más de la mitad de los adolescentes en el país.

Por otro lado, Adam Alter, sicólogo y profesor asociado de mercadotecnia de la  Universidad de Nueva York, afirma que el lapso de atención de las personas se ha reducido recientemente de 12 a 8 segundos debido a la adicción a la tecnología y a las pantallas. Un pez dorado, (gold fish) tiene un lapso de atención de 9 segundos. Lo que pondría a las personas por debajo del mismo.

Según Alter, es posible medir este lapso antes del “Iphone” y después del “Iphone”. Y la atención que dedicamos las personas a interactuar entre nosotros ha disminuido de la misma manera hasta llegar a ser casi nula. Producto de vivir en una sociedad computarizada.

Fobias y atención sería el efecto secundario de la tecnología que usamos. La que está diseñada para ser adictiva. ¿Por qué? Porque recompensa a quienes la consumimos de la misma manera que otros productos que son igualmente adictivos, como serían las drogas o el juego. Ahí El Meollo del Asunto.

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