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Miércoles, 29 Noviembre 2017 09:31

2018: ¿El acuerdo por encima de los votos?

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Columna: "DESDE EL CUARTO DE GUERRA"

 

Autor: Rafael Quiroz Corona, consultor en comunicación e imagen pública.

 

El destape de José Antonio Meade como aspirante del PRI a la candidatura Presidencial ha puesto en marcha el reloj de arena en la sucesión sexenal de nuestro sistema político mexicano.

 

Es a partir de ahora que las distintas fuerzas políticas definirán el rumbo de sus estrategias y a sus abanderados.

 

La maquinaria priísta se ha puesto en marcha y se percibe con nuevos bríos pues han apostado por un perfil más técnico que político y más ciudadano que militante; además de confiar en un plan diseñado y orquestado desde Los Pinos para lograr la continuidad del grupo en el poder y sus aliados.

 

En los próximos días sabremos si pese a todo el Frente Ciudadano se consolida y logra impulsar candidaturas comunes, sin embargo el largo proceso y la participación de tantos actores ha terminado por desgastarlo más por su dinámica interna que por el cuestionamiento de sus opositores. Lo cierto es que en caso de concretarse su fuerza de arranque no corresponderá a la expectativa con la que fue convocado.

 

El escenario electoral para el 2018 se percibe como una dispersión de fuerzas sin consistencia en la que se puede anticipar que el voto ciudadano será fácilmente dividido y polarizado.

 

Andrés Manuel López Obrador ha punteado puntualmente todas y cada una de las encuestas que se han levantado por lo menos desde hace un año. Se percibe como el candidato a vencer y cuenta con una base social que ha acrecentado gracias al voto antisistema de los mexicanos. Sin embargo, la campaña no será ni por mucho un día de campo para el eterno candidato presidencial, quien en mi opinión vivió su mejor momento en el proceso electoral del 2006 cuando por un margen mínimo perdió la Presidencia con Felipe Calderón.

 

El 2018 se perfila como una ELECCIÓN DE ACUERDOS POLÍTICOS en el que cada grupo de poder busca su propio beneficio y para eso aporta su cuota en la búsqueda de un escenario que permita prevalecer la correlación de fuerzas actual.

 

El Presidente Enrique Peña Nieto ha ensayado desde el inicio de su administración el Modelo de Negociación y Acuerdo Político para que en la recta final de su mandato pudiera conducir su sucesión.

 

Primero el Pacto por México fue el ensayo inicial para identificar los diversos intereses de las fuerzas políticas y con ello trazar una ruta de acuerdos que permitieron lograr contra todo pronostico las famosas Reformas Estructurales que los últimos Presidentes habían intentado pero sin éxito.

 

Después vino un Acuerdo con las fuerzas políticas regionales que le permitió transitar sin sobresaltos la relación del Gobierno Federal con los Gobiernos estatales, en donde los gobernadores tuvieron amplios márgenes de maniobra para consolidar sus liderazgos pero sin opacar o contradecir los interés del Gobierno de la República.

 

En esta materia, el Presidente y su grupo otorgaron a manera de concesiones el ejercicio de poder en los estados sin distingo del partido político en turno y en los casos necesarios permitieron la alternancia.

 

En el ocaso de su gobierno, la elección en el estado de México se convirtió en su gran laboratorio. El modelo electoral fue un ejercicio real para diseñar la estrategia del 2018.

 

En un escenario adverso para el priísmo en su bastión más emblemático, el grupo en el poder termino por imponerse y logró la continuidad en el Gobierno estatal.

 

La lección aprendida fue que aún en un escenario cuesta arriba el PRI puede ser competitivo y salir con el triunfo si las opciones de voto se dispersan y la maquinaria opera con eficiencia. No fue un resultado avasallador ni contundente al que estaban acostumbrados pero fue suficiente para ganar una contienda que parecía prácticamente perdida.

 

También se puso a prueba el sistema de acuerdos políticos que alentaron el surgimiento de nuevos actores que dividieran aún más la votación pero sobre todo permitieran la transición con cierta legitimidad y sin sobresaltos.

 

Y justamente, en este momento, este modelo basado en los pactos y acuerdos fue puesto en marcha con la postulación como aspirante de José Antonio Meade, quien tiene la encomienda de mantener vivo al PRI y ganar a como de lugar la elección del 2018 aunque sea con un pequeño, pero suficiente, margen de votos y con la colaboración de los sectores no sólo de su partido sino de otras fuerzas ajenas al PRI que le permitan dividir y sumar para su causa.

 

Y no es que no cuenten los votos de los ciudadanos, lo que ocurre es que bajo este sistema de acuerdos se generan tendencias para favorecer o perjudicar el interés del electorado por determinada opción. Es un juego en el que el conocimiento profundo de las motivaciones de los votantes resulta ser la clave para mover las piezas de este enorme rompecabezas.

 

Una vez definidos los demás candidatos y confirmada la participación de López Obrador, como el candidato a vencer, vendrá la compleja red de acuerdos al interior de los partidos y las coaliciones para definir las candidaturas con las cuales competirán en todo el país el próximo año.

 

En este esquema hay un solo factor suelto que es el de la participación ciudadana, que sólo si rebasa lo esperado podría poner en jaque la estrategia y darnos un resultado inesperado. Pero ahí la última palabra la tenemos los mexicanos.

 

 

 

Imagen de: Facebook Rafa Quiróz

 

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