Es un tema urgente. Lo ha sido desde hace mucho tiempo en la historia humana. Es algo concreto. Muy concreto. Afecta a mujeres reales todos los días en todo el planeta… Y, por igual, desde hace mucho (quizá demasiado ya), se le sigue analizando, básicamente, desde el mundo de las ideas, desde los argumentos filosóficos, teológicos, jurídicos, éticos y lógicos: desde lo abstracto…
Tómese en cuenta, a manera de ejemplo, la serie de preguntas planteadas en un reciente “foro” que, a propósito del tema, se llevó al cabo en una prestigiosa universidad privada en este país: “¿Cuándo empieza la vida humana como tal?”; “¿Cómo se relaciona un Alma con un cuerpo humano potencial?”; “¿Se une el Alma Humana a un cuerpo que no es humano aún del todo?”; “¿En qué momento del desarrollo uterino se une el Alma al Cuerpo?”; “¿Es una persona “en potencia” igual a una persona real?”; “¿Valen lo mismo una vida “en potencia” y una real?”; “¿Hay un cuerpo plenamente humano antes de la diferenciación sexual (esto es: cuando, entre la semana 7 y 9 del desarrollo embrionario se “define” el sexo biológico del producto, aún y cuando ya esté “determinado” previamente por la información cromosómica)?”; “¿Hay un cuerpo plenamente humano antes de la organogénesis (es decir: de la formación de órganos, aparatos y sistemas completos y funcionales)?”; “¿Es el feto íntegramente humano antes de ser viable y tener una vida extrauterina independiente?”… Abstracciones, interpretaciones, subjetividad: ¿Cuál de todas es la interpretación correcta?; y de ser así, ¿con base en qué serie de razonamientos o líneas argumentativas? Claro que estas preguntas resultan muy interesantes para ser abordadas por expertos en temas de pensamiento, más en nada harán la diferencia cuando alguien de carne y hueso tenga que tomar una decisión al respecto: podrán influir o condicionar; incluso determinar, pero en lo inmediato, en el “día a día”, su pertinencia es parcial.
Seguir considerando la interrupción del embarazo como algo “pecaminoso”, como un “asesinato”, ni va a detener su práctica y, pese a su estatus legal, seguirá fomentando su ocultamiento, clandestinidad y (posibles) terribles efectos psicológicos para quien “ose y se atreva a realizar un acto así…”
Es un hecho absoluto que la presencia de la interrupción del embarazo ha acompañado en todo momento a la Historia de la humanidad… ¿De dónde viene, entonces, lo que hoy se vive?; ¿de dónde parte lo que hoy se cree? En un país como México, del incesante influjo que la Iglesia Católica (como Institución), apuntalada por los sectores más conservadores y económicamente favorecidos, instalados en el poder gubernamental, han desplegado desde, al menos, los inicios del Siglo XX a la fecha, a través de la “formación” de élites que luego acceden a la implementación de distintas políticas públicas que ellos mismos apoyan e impulsan tanto mediante recursos federales como de la iniciativa privada.
La Iglesia Católica ha declarado una y otra vez que la interrupción del embarazo (legal o no, para ellos es lo mismo), es un “atentado contra la vida”, luego: un “asesinato”; así mismo, que es “pecado mortal” y, por tanto, “causal de excomunión”. Todo ello se afirma de manera firme y enfática, sin dejo alguno de duda.
La preocupación eclesiástica básica es: “¿cuándo ocurre y tiene lugar el momento de la “hominización”?” (es decir: de la conformación mente-cuerpo, dando como resultado la presencia de un ser humano). Derivado de ello, “La Pregunta” (así, con mayúsculas) es: “¿cuándo ya es posible considerar a una persona como tal?” Y claro, responden en automático: “a partir del momento de la fecundación: cuando óvulo y espermatozoide forman un cigoto y comienza el desarrollo embrionario” Punto final.
Pero no: sin el menor afán de sarcasmo, y citando a Fernando Savater: “Es evidente que un embrión (o un feto) no es un niño, de igual forma que una semilla no es un árbol o que un huevo no es un pollo…”
Este argumento (“la vida humana comienza y es sagrada desde el momento de la fecundación”) se apoya en una manera religiosa (católica) de ver el mundo; es decir: depende de que se vea el mundo como una “cifra” de los designios divinos, y que se crea en una divinidad. No todas las personas tienen esa visión del mundo. Por lo tanto: no sólo esa visión del mundo es la única válida... O en todo caso, es válida para quienes ven el mundo desde ahí, pero nada más… ¿porqué “todas las personas” “deben y tienen que ver el mundo” desde esa óptica? ¿Porqué esa “debe ser la única verdad” válida para todas las personas?... El problema no es el que quien crea en ello lo sostenga como filosofía de vida. Es algo personal. Pero sí lo es cuando eso se lleva a la esfera legislativa y de implementación de políticas públicas en un país que se define en términos de laicidad.
El asunto es complejo en extremo, pues, en efecto, una cosa es que ahí inicie el desarrollo de lo que tiempo después podrá considerarse “persona” o “ser humano”, y otra muy distinta es que así, de facto e instantáneamente, por ese hecho fisiológico, “ya” sea un “ser humano completo” y una “persona” (palabra, ésta última, sobre la que se podría discutir en extenso: ¿qué y cuándo alguien puede ser considerado (a) “persona”? No se trata de decir “sí” o “no”, de forma “irrevocable”, sino de discutir acerca de ello; pero ellos nunca lo harán: así como dicen, “así es”. Y claro que “argumentan” en el sentido de que “ya ahí están contenidas en potencia todas las capacidades y sólo es cuestión de tiempo el que surjan, más la esencia se encuentra íntegra” Cierto (parcialmente), porque también podrían no surgir; y podría (por infinidad de motivos y posibilidades) no ocurrir que las cosas llegaran a término. No todas las semillas terminarán como árboles milenarios…
Ha sido mucho lo que no se ha dicho, lo que se ha callado en torno a todo esto. Solo un dato al respecto, y que puede ser muy revelador. Más aún: necesario: antes del año 1869, el feto, para la Iglesia Católica, no era oficialmente por ellos y su propia Ley Canónica, considerado un “ser humano” sino hasta 40 (hombre) u 80 (mujer) días luego de la fecundación. Era (y especialmente, es) un tema de índole Legislativo; no Magisterial; por lo tanto, no es un caso en el que aplique la “Infalibilidad Papal”. Si alguien ha creído (o cree) que la Iglesia Católica, a lo largo de sus más de dos milenios de existencia, ha mantenido la misma postura, se equivoca rotundamente. La situación cambió, precisamente, en ese año (1869) con la Encíclica “Apostólica Sedis” del Papa Pío IX, quien “legisló” y “dictó cátedra”. Se trató de una imposición legal, de una situación que resultó de una “revelación de la nueva verdad”… ¿por qué no fue “revelada” “antes” sino hasta ese momento?... claro que también tendrían una “respuesta” para esto (como la tienen para todo): “Los caminos del Señor son misteriosos…” y asunto resuelto (para ellos).
Cien años después (1969), el Papa Paulo VI, a través de otra Encíclica (“Humane Vitae”) lo corroboró sin ambages: “Cualquier relación sexual debe estar orientada y abierta siempre a la procreación; de no ser así, entonces esa unión sexual será pecado”. Y también (y especialmente): “La vida humana es sagrada desde el momento de la concepción” (afirmación en donde, incluso se fue “más allá”: ya no en el momento de la fecundación siquiera, sino al momento de mantener la relación sexual misma (“concepción”) y aún antes de la probable unión de óvulo y espermatozoide).
A esto, se suma todo lo que se encuentra “alrededor”: “ideas”, malos entendidos, falta de información (o franca desinformación), intimidación, miedo, culpa…
Por ello y para ello, considerar, al menos de manera superficial, algunos aspectos importantes:
Las técnicas que existen para interrumpir un embrazo
En general son: simples, quirúrgicas, preferiblemente durante el primer trimestre de la gestación e incluso posibles en consulta externa. Hay otras técnicas disponibles que son no quirúrgicas – no invasivas, altamente eficaces y seguras, por igual aplicables en primer trimestre de la gestación. ¿Riesgos?: es un hecho (toda intervención quirúrgica, de base y sea cual sea, lo es) ¿Opciones?: aminorarlos. En ello influye: 1) Habilidad, preparación y sensibilidad de los y las profesionales que intervengan; 2) Edad, estado de salud y nutricional de la mujer; 3) Trimestre de la gestación; 4) Técnica empleada; 5) Tipo de anestesia; 6) Condiciones de las instalaciones; 7) Seguimiento (clínico; psicológico; de consejería; de educación sexual). Entonces: dime “dónde–quién–cuándo–cómo–bajo qué condiciones–con qué recursos–con quién” y yo te diré si es una situación “terrible” o no lo es…
Eso que muchos grupos promueven como “materiales audiovisuales” que muestran en escuelas y que se llama “fetotomía”, es una “técnica” que se emplearía en el tercer trimestre de gestación (meses 7, 8 o 9 de embarazo), con un altísimo riesgo para la pérdida de la vida de la madre, y que implicaría el introducir, vía vaginal, un “fetotomo” y cortar al producto en “partes”… es una verdadera carnicería, una situación de “destazar”, y claro es que las filmaciones que lo han registrado resultan impactantes. Al menos desde 1940, la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia la declaró como “contraindicada”. No hay ninguna técnica de interrupción de embarazo (quirúrgica o no), que se “recomiende” luego de la semana 12 o 13 (máximo) de la gestación, porque los riesgos son muy elevados. Incluso las técnicas existentes para el segundo trimestre son bastante cuestionables, por lo que “eso” que, aún ahora, año 2019, se sigue presentando como “la realidad”, solamente es chantaje, manipulación, desinformación, intimidación y trampa… Y así son la mayoría de “intervenciones” y “políticas educativas” que se “proponen” desde “la cultura del respeto a la vida”. Es muy claro que sus métodos didácticos y pedagógicos van de la mano con la siguiente frase: “Si no puedes ganar una discusión con argumentos, entonces gánala con el sentimiento”. Así lo hacen: “conmueven”, no establecen ningún proceso analítico o intelectual…
Tampoco es cierto que la denominada “anticoncepción de emergencia” sea “abortiva”, porque de lo que se trata es de que la mujer ingiera por vía oral una dosis masiva de ciertas hormonas sexuales para EVITAR que, si hay un óvulo fecundado, éste se implante en el endometrio uterino, lo cual ocurrirá luego de 72 horas de una fecundación. Esta técnica anticonceptiva, requiere implementarse ANTES de las 72 horas posteriores a una relación sexual en la que haya existido posibilidad de fecundación, porque si ya hay implantación (esto es: que el óvulo fecundado se “adhiera” a la pared del útero para iniciar el proceso de desarrollo embrionario) NO FUNCIONA NI TIENE EFECTO ALGUNO, Y, POR EL CONTRARIO, PUEDE PRODUCIR EFECTOS INDESEABLES… Pero ellos siguen “insistiendo” en que tal opción es “abortiva”. En fin…
Aspectos psicológicos
Es claro que cuando una mujer interrumpe su embarazo se podrían llegar a mezclar muchas cosas a la vez: “lo privado” con “lo público”; los valores, la ética y la moral, lo social. Por supuesto que podrían llegar a existir (o no) infinidad de sentimientos: culpa, miedo, arrepentimiento, depresión; en ocasiones “pasajeros y olvidables”, otras no…
Depende de muchas cosas: 1) Evaluación objetiva (o lo más objetiva posible) acerca de las ventajas de continuar (o no) un embarazo; 2) El “marco de referencia” de la mujer: conceptos, creencias, medio social y familiar, nivel de escolaridad, educación y cultura, actitud hacia su cuerpo y su sexualidad, influencia de la religión en su vida; 3) Actitudes del personal que brinde un servicio de interrupción del embarazo…
Como quiera que sea, el punto es: ninguna mujer (reitero enfáticamente: ninguna mujer) actúa a la ligera en lo referente a una posible interrupción de su embarazo… jamás…
Desafortunadamente, muchos creen lo contrario…
Las mujeres en México, no llegan a tomar la decisión de, en su caso, interrumpir su embarazo “porque sí”; lo hacen por motivos económicos, por ser un embarazo no deseado y/o no planeado; porque tienen más de 5 hijos y ya no podrían con otro; porque tienen menos de 16 años; porque fueron violadas sexualmente…
“¿Tú estás a favor o en contra?”
Es la pregunta más vil, más terrible y más inútil de todas las que se plantean en este caso… Nadie está “a favor” de la interrupción de un embarazo, no aún las mujeres que lo han realizado… ¿qué tontería es esa de preguntar si alguien está “a favor” de una posibilidad que puede ser la última, la menos deseable, la que permita, en medio de un océano de incertidumbres y angustias, continuar con un proceso de vida? ¿qué arrogancia requerimos tener para creer que alguien pueda estar “a favor” de algo que, potencialmente al menos, puede desencadenar profundas crisis internas, y posterior a su realización, pérdidas que requerirán una estructuración y trabajo personal para poder ser “asimiladas” y “elaboradas” mediante costos personales y extra personales muy elevados, cuando no, incluso, la posibilidad de morir?...
Y quienes afirman, hasta con “orgullo” estar “en contra”, casi siempre hablan en tercera persona…
No tiene ningún sentido seguir y estar en eso; en hacer “equipos” y establecer posturas antagónicas como si de un evento deportivo o de concursos se tratara.
Y tampoco es el tema aquel de “respetar la vida” o, supuestamente “no hacerlo”; o de “creer en la vida” o de, pretendidamente “no creer”…
No es por ahí… el tema es mucho más grande, trascendental e importante que “eso”…
Dr. Ricardo Tapia Vázquez
(Neurofisiólogo, U.N.A.M.)
(Obra de referencia: Platts, Mark (Compilador): Dilemas éticos. Problemas de ética práctica. Instituto de Investigaciones Filosóficas, U.N.A.M; Fondo de Cultura Económica; Ciudad de México, México, 1997).
“Mientras no se hayan establecido los circuitos neuronales con todas sus conexiones sinápticas, es casi imposible asumir que fisiológicamente hablando exista, en un feto, dolor, conciencia, sufrimiento, gozo, pensamiento o cualquiera de las funciones mentales que hacen a un ser humano como tal. Esto ocurre solamente hasta después de (aproximadamente) la semana 30 – 31 de gestación”.
Dr. Ruy Pérez Tamayo
(Fisiólogo y patólogo, U.N.A.M.: “Doctor Honoris Causa” y “Profesor Emérito”)
(Miembro de “El Colegio Nacional”)
(Obra de referencia: Pérez Tamayo, Ruy: Ética médica laica. El Colegio Nacional; Fondo de Cultura Económica; Ciudad de México, México, 2002)
“¿Es el aborto un problema de ética médica? Cuando un médico lo practica, ¿comete una falta de ética profesional? Me adelanto a decir que mi respuesta a éstas dos preguntas es negativa, pero que ninguna de las dos preguntas parece ser de importancia primaria en el debate sobre el aborto, y menos actualmente, y mucho menos aún en el caso del México contemporáneo”.
“De acuerdo con el código de ética médica centrado en los objetivos de la medicina, que son 1) preservar la salud, 2) curar, o ayudar cuando no se puede curar, pero siempre apoyar al enfermo, y 3) evitar muertes prematuras e innecesarias, el aborto puede ser una medida que contribuya a cumplir con ellos en determinadas circunstancias, algunas ya consideradas legales, y algunas que no lo son pero que pueden aliviar crisis psicológicas graves, impedir suicidios o algunas tragedias semejantes así como favorecer el desarrollo de proyectos de vida que de otra manera tendrían que abandonarse”.
“Es cierto que se produce la muerte de un producto (que no así un “asesinato”), y aparentemente, se falta al tercer objetivo antes citado. Sin embargo, cuando existe incompatibilidad aparente entre objetivos médicos, como en este caso, la forma profesional de actuar es buscando el mayor beneficio real para las partes involucradas, lo que requiere un juicio equilibrado sobre la forma de producir el menor daño posible. En tal sentido, la decisión no difiere mucho a la de un médico cancerólogo que debe administrar tratamiento citotóxico a un paciente con neoplasia: el médico está consciente de que la terapéutica ocasionará daño a la persona, pero se realiza porque el beneficio ulterior será mayor y posiblemente definitivo. En cambio, si no se hace, es seguro que el paciente fallezca a causa de su neoplasia”.
“¿Qué debe hacer el médico cuando se plantea un conflicto de intereses entre sus creencias religiosas y sus obligaciones éticas profesionales? Lo que el médico NO debe hacer es obligar a la paciente que solicita un aborto a continuar con el embarazo en contra de su voluntad, sobre todo mintiendo acerca de los riesgos a corto y a largo plazo”.
“Un médico creyente tiene perfecto derecho a vivir de acuerdo con sus convicciones religiosas, pero no tiene ningún derecho a imponérselas a los que no las comparten”.
“Si el médico obliga (o “convence”) a una paciente a continuar con un embarazo que ésta no desea, entonces cumple con su religión (¡que se dice caritativa y misericordiosa!) pero en cambio comete una falta monstruosa de ética médica, pues engañó y abandonó a su paciente sin siquiera ayudar. Su obligación ética es enviar a la paciente con otro médico capacitado que no tenga sus limitaciones religiosas y que esté dispuesto a ayudar”.
Dra. Marta Lamas
(Antropóloga y socióloga, U.N.A.M.)
(Obra de referencia: Lamas, Marta: “El macro análisis en el tema del aborto”. En: Memoria. Primer Encuentro Latinoamericano de Periodistas Sobre Derechos Sexuales y Reproductivos. Forum Ediciones S.A. de C.V.; Ciudad de México, México, 1998).
“Es necesario salirnos de la trampa del discurso de “vida sí o vida no”. La derecha, Provida y la Iglesia Católica nos han estado llevando todo el tiempo a su terreno para discutir, desde su visión de los valores y desde sus paradigmas, situaciones que nosotras vemos desde otra perspectiva. El punto no puede ser y seguir siendo “vida sí o vida no”. El asunto pasa, en todo caso, por un derecho a la decisión de las personas involucradas”.
“Yo creo que tenemos que desentramparnos de ese juego con mucho respeto, diciendo: “tenemos un paradigma distinto al de ustedes; para nosotras ese no es el problema; el problema no es “vida sí o vida no”, el problema es la mujer que en ese momento está viviendo un embarazo no deseado y que no tiene una sociedad o un gobierno que la va a apoyar, a mantener el producto de ese embarazo, o a garantizarle lo necesario para su supervivencia. Ella es la responsable y ella debe tomar la decisión. Y esto nos lleva a la cuestión de la autodeterminación”.
“Tenemos que reivindicar la autodeterminación sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas de una manera responsable y no confrontativa, con argumentos basados en la ciencia. En ese sentido contamos con información objetiva que brinda la neurología y que dice que antes de las 30 o 31 semanas de desarrollo embrionario – fetal no hay actividad neurológica (que empieza entre el sexto y el séptimo mes). Este solo dato, deja un margen amplio para entender que un producto, antes de los seis meses de desarrollo intra uterino no posee sensaciones ni dolor, ni ninguna de las cosas truculentas que muchos grupos y personas se han dedicado a impulsar y transmitir”.
“Yo no voy a convencer a la Jerarquía Vaticana, ni al Opus Dei, ni a Provida con mis argumentos laicos, científicos y feministas con respecto al aborto. Voy a respetar el que ellos exijan el dogma a sus fieles, y, claro, con toda mi convicción, voy a marcar la irracionalidad de muchas de sus prohibiciones”.
“De la misma manera que El Vaticano prohíbe el divorcio y los católicos se divorcian; igual que prohíbe los anticonceptivos y muchos católicos los usan; de la misma manera en que prohíbe las relaciones sexuales coitales antes del matrimonio, y estas ocurren en gran número entre jóvenes católicos, de ésta misma forma ocurre con el aborto: en Latinoamérica, el 89% de las mujeres que abortan, son católicas”.
“A pesar de las amenazas y del pecado, las mujeres latinoamericanas están abortando, y tenemos que ofrecerles una forma digna, legítima, de entender lo que están haciendo. No discutir si es pecado o no. Es pecado para El Vaticano, para nosotras no: para nosotras es la afirmación de un derecho ciudadano democrático, y tenemos que convencer a nuestros políticos y a nuestros representantes parlamentarios para que empiecen a integrar en sus agendas y sus discusiones este derecho a la autodeterminación, que es la base de una ciudadanía moderna en materia de sexual y reproductiva”.
Dra. María Consuelo Mejía
(Socióloga, U.N.A.M.)
(Obra de referencia: Resultados de la “Encuesta Nacional de Opinión Católica 2016. Coordinada por: Católicas por el Derecho a Decidir A.C. (María Consuelo Mejía, Directora General); Investigación en Salud y Demografía A.C. (José Luis Palma, Titular); Afluentes A.C. (Gabriela Rodríguez, Directora) y Evelyn Aldáz (Investigadora de Católicas por el Derecho a Decidir A.C.) (Periódico “La Jornada”; 26 de mayo de 2017; página 41).
- 80% de la feligresía católica mexicana está de acuerdo en que la mujer pueda practicarse un aborto cuando su vida está en peligro
- 71% están de acuerdo con el aborto legal cuando hay violación sexual
- 84% aprueba que los libros de texto gratuito de la S.E.P. de 5° y 6° grados de primaria expliquen que el aborto es legal en caso de violación sexual
- 86% acepta que en el programa oficial de estudios de secundaria se informe a los alumnos sobre los casos en que el aborto es legal en México
- 96% considera que es necesario que el plan de estudios de secundaria incluya información sobre los derechos sexuales de los adolescentes
- 85% está de acuerdo en que los adolescentes tengan acceso a métodos anticonceptivos (“pastillas, inyecciones, dispositivos e implantes”, son los que fueron más citados). En este punto, la Iglesia Católica ha mantenido, tradicionalmente, una firme y contundente postura de rechazo
- 91% está de acuerdo en el uso, por parte de adolescentes, del condón masculino (“Los feligreses no consideran que para ser buenos católicos todo encuentro sexual debe estar abierto al embarazo o que ésta sea su principal finalidad”: María Consuelo Mejía)
- 74% apoya que los adolescentes tengan acceso a las pastillas de anticoncepción de emergencia
- 94% dijo que, en general, pero sobre todo en tiempos electorales, los políticos de todos los partidos tienen pánico de hablar sobre el aborto, porque existen muchos prejuicios respecto de lo que piensan los votantes y temen perder sufragios
- Opiniones de jóvenes católicos de 18 a 24 años (misma “Encuesta”): 96% dijo “sí” al uso del condón masculino. En adultos católicos de 60 a 80 años de edad, 80% está de acuerdo en que los adolescentes usen condón masculino
- ¿Confesarse luego de haber interrumpido un embarazo?... (jóvenes católicos de 18 a 24 años): 77%: “no, porque no se necesita del perdón de un sacerdote y, por lo tanto, no hay necesidad de hacerlo”; 10%: “sí, hay que confesarlo, pero no prohibirlo”; 13%: “sólo ante Dios”
Conclusión general de la “Encuesta”: “Cada vez más católicas y católicos mexicanos, en el día a día, aún cuando en las iglesias aparenten lo opuesto, discrepan y se alejan de la moral sexual que impone la jerarquía de la Iglesia Católica a sus fieles, sobre todo en materia de anticoncepción y aborto” (Rodríguez, Mejía y Aldáz, 2017)