No había flama en esa vida que se consumía
Escrito por Denise Velasco @DeniseVelasco2
El reloj de pared marcaba las escasas tres primeras horas con dieciocho minutos del miércoles y Luis no había tenido oportunidad de dormir más de 30 minutos seguidos.
Lo primero que lo hizo brincar y ponerse de pie fue el sonido gutural de su madre volviendo lo poco que había logrado cenar; después la alarma de la bomba que administraba la quimioterapia y cuando el cansancio se apoderó de él y comenzaba a caer en un sueño profundo escuchó un susurro, bajo, dulce, pero insistente:
–Psssst, pssst, Luisito.
Y eso bastó para hacer que Luis abriera los ojos como platos y se pusiera tenso, en alerta. En la media luz de la habitación, volteó a ver a su mamá, quien a pesar de la poca visibilidad que proporcionaba la lámpara de noche pudo ver la preocupación de su hijo desde las puntas de su despeinado cabello, hasta los puños cerrados a los costados de su cuerpo:
–Ay hijito, perdóname, te vi durmiendo tan rico, pero la verdad esto ya no aguanta – señaló apenada la bolsa de colostomía llena que descansaba sobre su abdomen – ¿puedes limpiarla, por favor?
–Sí má– y sonrió de medio lado como aceptando la disculpa de su mamá –no te preocupes.
Luis se dirigió al baño y preparó un cómodo limpio, un recipiente de suero relleno con agua del grifo y papel higiénico; acercó todo junto al lado izquierdo de la camilla de doña Lucero y comenzó la maniobra.
Luis recordaba aún la nada grata impresión que tuvo la primera vez que vio el estoma de su madre: él había estado con ella cuando el oncólogo le explicó en qué constaba la cirugía de colostomía.
Se denomina estoma a la abertura que se hace en el abdomen por medio de una cirugía, para lograr expulsar desechos del organismo tales como heces y orina y se recurre a ellos cuando el órgano que hace la función de expulsar dichos desechos se ve atrofiado por alguna razón.
Los estomas más frecuentes suelen ser los de colon, llamados colostomía que consisten en sacar una porción del intestino grueso a la pared abdominal para expulsar heces y gases. En el estoma, o abertura por la que sale el intestino, se coloca una bolsa con pegamento especial en donde los desechos caerán.
A Luis le habían explicado la cirugía pero, a decir verdad, nadie lo había preparado para ver un trozo de intestino grueso asomándose por el costado izquierdo del abdomen de su madre.
Ya estaba acostumbrado a verlo sin sentir ningún tipo de desagrado o repulsión, pero aún recordaba la primera vez que vio el estoma: levantó la sábana y la bata blanca de hospital y vio un circulo de unos 7 cm de diámetro, rosado, húmedo; por la textura le había recordado un cerebro. Apenas lo contempló un par de segundos y bajó rápida pero sutilmente la bata y la sábana; sin embargo, tal impresión le causó la imagen que el recuerdo seguía fresco en su memoria.
De acuerdo con la American Cancer Society, los síntomas del cáncer de colon son:
- Diarrea, estreñimiento o reducción del diámetro de las heces fecales (excremento) por varios días.
- Una sensación de que necesita defecar que no desaparece después de tener una evacuación.
- Sangrado rectal /Sangre en las heces (puede causar que las heces se vean oscuras)
- Cólicos o dolor abdominal
- Debilidad y cansancio
- Pérdida inexplicable de peso
Éstos pudieran confundirse con otro tipo de enfermedades o trastornos intestinales “comunes” –como colitis o gastritis- cuyos síntomas se comparten o son muy similares, lo que en ocasiones lleva a un mal diagnóstico.
Ése fue el caso de doña Lucero.
Peregrinó desde el médico familiar y hasta por un par de homeópatas. Muchos médicos. Coleccionó recetas, pastillas y hasta cremas y ungüentos, pues todos le decían que eran hemorroides.
Desfilaban batas blancas pero no había mejora. Al contrario: cada vez era peor, el dolor más insoportable cada vez, los analgésicos ya no le quitaban el dolor ni por algunos minutos, menos apetito, menos fuerzas… menos Lucero.
Casi fue mera coincidencia que Doña Lucy –como la nombraban de cariño– llegara al proctólogo quien –¡por fin!, y como si de adivinanzas se trataran– le dio al clavo. Después de practicarle una biopsia, el veredicto: hemorroides no eran. Cáncer colorrectal.
El más frecuente y agresivo
El cáncer de colón o colorrectal –según el doctor Raúl Márquez, oncólogo del MD Anderson Cancer Center de Madrid– es el cuarto tipo de cáncer más frecuente en países occidentales.
Aunque el tratamiento puede variar de paciente en paciente de acuerdo con la zona del intestino en que se localice, la etapa del cáncer entre otros factores, es muy común que los pacientes necesiten la operación de colostomía y sean portadores del ya mencionado estoma y la bolsa.
Al principio, a Luis le costaba mucho trabajo ayudar a doña Lucy a limpiar la bolsa.
En primera, el hecho de ver un órgano interno fuera del cuerpo –como lo es el intestino– es algo a lo que la gran mayoría de las personas no estamos acostumbrados. Tuvo que superar y dejar de lado la impresión que eso le causaba, pero no era el único reto; debido a que este tipo de cáncer afecta en gran medida al aparato digestivo las deposiciones casi siempre suelen ser diarreicas y cuando la bolsa se llenaba la humedad hacía que el pegamento que unía la base de la bolsa con el cuerpo cediera y la bolsa se desprendiera para derramar su contenido.
Cuando eso sucedía, a Luis no le importaba limpiar el desastre, ni el mal olor, pues los efectos de las quimioterapias también se notaban de esa manera.
No le importaba el olor ni levantarse por las madrugadas a limpiar y vaciar la bolsa, pues el esfínter anal interno es un músculo que se localiza en el ano, no en el intestino, por lo que el paciente no puede controlar la expulsión. Seguramente cuando no tienes un baño cerca “te aguantas las ganas” hasta encontrar uno y ya pero, ¿te has imaginado lo que sería no poder controlar eso? Con la colostomía pasa eso: tanto gases como heces salen quieras o no.
No. Nada de eso le importaba
–Como quisiera que no pasaras por esto, hijo– le dijo doña Lucy a Luis mientras éste vaciaba la bolsa en el cómodo y después la enjuagaba con ayuda del recipiente de suero.
–No te preocupes por mí má. Yo soy quien quisiera que tú no estuvieras pasando por esta pinche enfermedad– terminó de limpiar, selló la bolsa y se dirigió nuevamente al baño de la habitación a limpiar el cómodo
Luis aprendió rápido a manejar la bolsa de colostomía de su madre; las primeras veces se lo pedía al enfermero en turno, pues le daba miedo lastimar a doña Lucy; sin embargo, era un procedimiento que tenía que hacer varias veces al día aprovechaba cada que podía hasta que aprendió empíricamente a recortar la base de la bolsa al tamaño justo del estoma para que no se desprendiera; se dio cuenta que la cinta adhesiva de seda funcionaba bien, pero el pegamento lastimaba y quemaba la piel cercana y –algunos accidentes después– se percató de que la cinta transparente con la que fijaban el catéter por el que le suministraban la quimioterapia a Lucy funcionaba muy bien para fijar también la bolsa sin que se desprendiera por la humedad.
Aprendió a vivir con una enfermedad que no era de él. Pero que le dolía como si lo fuera.
El reloj de pared era lo único que hacía consciente el paso del tiempo y así poder ponerle nombre al día. Tal vez eso ya ni importaba, bastaba con saber si era de día o de noche; igual no se dormía, igual ni importaba si era desayuno, comida o cena, pues ni hambre daba; igual, ni era vida: es fácil perder la noción del tiempo cuando lo único que se ve a través de la ventana son más ventanas uniformadas con persianas de azul grisáceo estampadas con el escudo del hospital.
No quería hacerle caso al tiempo, pues veía la vida de su madre consumirse como un cigarrillo. No había flama en esa vida, pero se consumía.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud el de colon es uno de los tipos de cáncer más mortíferos, se prevé que tan sólo en Estados Unidos causará 50 mil 630 muertes durante 2018.
Y doña Lucero forma parte de esa cifra negra.
La luz de Lucero ahora resplandece en las veladoras que hacen guardia a lado de su féretro.
Un mal diagnóstico, un sistema médico público poco eficiente y los engañosos síntomas fueron factores que conspiraron para que los luceros de la madre de Luis se cerraran para siempre.
Hay factores de riesgo tales como sobrepeso y obesidad, sedentarismo, alto consumo de carnes rojas y embutidos, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol, pero también tenemos otros que no podemos controlar, como la edad, pues el riesgo es mayor en personas mayores de 50 años, antecedentes de enfermedades gastrointestinales, antecedentes familiares de este mismo tipo de tumor, diabetes tipo 2 síndromes hereditarios y mutaciones, sin embargo, ninguno de ellos es una sentencia para padecerlo.
El 31 de marzo se conmemora el día internacional contra el cáncer de colon y recto.
En la vida nada está escrito en piedra, y el cáncer no tiene la palabra.
Imagen de: @DeniseVelasco2