En el encuentro del III Coloquio de Cultura Novohispana, realizado por la Dirección de Estudios Históricos, se abordaron temas como la brujería, hechicería, maleficios, herejía etc., como transgresiones de la fe y la moral que eran castigadas por el Santo Oficio y Juzgados Eclesiásticos Ordinarios en la época colonial.
El encuentro contó con la participación de Carlos Alberto Ortega, subdirector de la DEH; así como de los tres coordinadores del encuentro: Annia González Torres, investigadora de la DEH; Adriana Rodríguez Delgado y Adolfo Yunuen Reyes, ambos adscritos al posgrado de Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Por su parte, la historiadora Annia González Torres, sostuvo que el Santo Oficio, durante el virreinato, se encargó de castigar a españoles y criollos, mientras que los Juzgados Eclesiásticos Ordinarios se ocupaban de la población indígena con sanciones mucho más laxas y reintegrativas a la sociedad, porque se les consideraba neófitos en la fe, y sólo recibían azotes y los hacían participar en autos de fe en los que se hacía pública la transgresión en la que habían incurrido.
Asimismo, el doctor Alberto Díaz, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, dictó la primera mesa magistral titulada “Cómo diseñar a una transgresora: la bruja en la teoría de la realidad”.
La bruja, dijo, era un refinado arquetipo cultural que fluctuó entre la improvisación y el artificio, la casuística y la especulación, la censura y la desidia.
“Es una enemiga de la sociedad, de la religión, de la procreación, del plan divino, y va por el mundo como un agente activo y nocivo; asesina niños, malogra las cosechas, envenena los aguajes, se convierte en una herramienta de la maldad terrena a fin de causar el mayor daño posible, cumpliendo los mandatos de su amo el diablo a quien ha jurado servir” comentó el especialista.
En el coloquio también participó el arquitecto e historiador José Antonio Terán Bonilla, de la DEH, quien impartió la conferencia Transgresiones de la fe. Un recinto para el culto demoniaco en el siglo XVIII, en la que hizo referencia a una casa que localizó en 1979, en la comunidad de San Luis Tehuiloyocan, en Puebla, que durante el siglo XVIII sirvió para realizar ceremonias demoniacas organizadas por seis sacerdotes que no estaban de acuerdo con la Iglesia católica.
Las puertas de la casa están flanqueadas por dos monos antropomorfos, ambas representaciones llevan sombrero rematado por una cruz. “Ante cada animal hay algo que sugiere un altar y encima un recipiente en llamas. Todo ello aviva la idea que se trataba de un ritual, máxime que debajo de ambas figuras se aprecia un doble círculo con seis puntos, atributo asociado a la celebración de la misa negra”.
Con información del INAH
Imagénes del INAH e Internet