Un día… por alguna razón descubres que correr te regala no sólo salud y placer, sino también nuevas amistades, conocer lugares, incluso hasta una pareja y muchas veces desarrollas sub- hobbies, como coleccionar desde playeras y números de carreras, tenis, folletos y por supuesto medallas.

Todas suelen estar colgadas en la pared de la recamara, la sala o la oficina o quizá estén sólo las más significativas y el resto se mantienen guardadas en una caja o en un cajón, sobre una mesa o el buro o qué tal en el auto colgada en el espejo retrovisor.

Por lo menos una de ellas en algún espacio del universo grita tanto a corredores y no corredores ¡Soy corredor! ¡Soy corredora! Al primer grupo le puede llegar a impresionar la cantidad que se muestra como un altar, además el origen cobra mucho más admiración cuando son medallas conseguidas en carreras fuera de la propia ciudad o mejor aún fuera del país, al segundo grupo sólo le basta con verlas reunidas y su mente creerá que atrás de todas ellas hay entrevistas en TV, artículos de prensa, podios cada semana y hasta patrocinio con ropas de marca.

No hay mejor prueba de lealtad, agradecimiento e incluso amor, si una corredora o un corredor regala una de esas medallas a otra persona, hablamos no de cualquier medalla, porque desprenderse de una de ellas para sólo quedarse con el recuerdo suele ser algo que para muchos podría resultar muy difícil de hacer.

Correr ofrece la posibilidad de tener una vida más prolongada, pero sin ser pesimista muchas veces la historia está escrita desde arriba y quizá la muerte puede ser un tabú no sólo para corredores sino para cualquier persona porque irónicamente:

- Todo mundo quiere ir al cielo, pero nadie quiere estar ahí- .

Algunas personas preparan su vejez durante su vida productiva, contratan planes de seguros, fondos para el retiro, incluso servicios funerarios, pero qué hacer cuando el correr ya se compenetró hasta los huesos, cuando esto va más allá, sin duda los recuerdos y las satisfacciones serán lo único que nos acompañe cuando alguien allá arriba decida que es momento de correr al lado de él.

Y es aquí donde aparece el momento “filosófico” imaginemos que tenemos la oportunidad de saber el día que dejaremos esta vida donde incluso tengamos la oportunidad de redactar una carta póstuma, siendo corredor al pie de la carta se pudiera leer:

-          PD. Mañana muero, pero… ¿Qué pasará con mi medallero?- Sin duda toda nuestra historia como personas, padres, hijos, hermanos o corredores permanecerán con nuestros seres queridos, pero insisto -¿Y las medallas? -

Una peculiar iniciativa sería corresponder un poco a la forma tan casual por la que iniciamos en esta actividad, una donde podamos “C o m p a r t i r n u e s t r a f e l i c i d a d ” simplemente asignar a alguien la “difícil tarea” de repartir a todos los asistentes en nuestro día final una de nuestras medallas, pero no sólo como recuerdo, sino como compromiso, si habláramos de una persona sedentaria el compromiso sería caminar o mejor aún correr alguna determinada distancia o tiempo portando la medalla, por donde sea a la hora que sea, tratando de sentir esa motivación y sobre todo el recuerdo de alguien que buscaba a través de correr además de salud, un bienestar emocional y espiritual, si este legado quedara en manos de una persona corredora, el compromiso sería seguir corriendo con la misma pasión, agradeciendo como siempre a Dios por las interminables mañanas que nos permite ganarle al sol.

Korridori Merino | La vida que corre por tus venas.

Imagen de: Archivo de internet
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