El licenciado Miguel de la Madrid Hurtado era candidato a la presidencia de la república. Es el año de 1982. El país ha sufrido antes una grave devaluación y la nacionalización de la banca.
El gobierno saliente de José López Portillo registra la más grande fuga de capitales, tal vez de la historia reciente mexicana. Y el mismo presidente en su campaña, habría popularizado aquella frase: “la corrupción somos todos”. Señalando además a la corrupción como: “un cáncer que consume a la nación”.
Lo que ha cambiado al día de hoy. El cáncer ha aumentado grandemente. Está en todas partes.
El candidato De la Madrid, lanza una frase que sonó a “sacrilegio”. “La Renovación Moral de la Sociedad”. ¿Por qué? Era lo que la sociedad quería escuchar. Y sería un gran mensaje de campaña. Ya entonces México estaba harto de la corrupción que campeaba sobre todo por Pemex. Lo que hoy se ha extendido a todo el aparato artístico y en casi todas partes.
Quien se convertiría en presidente número 57 de México, Miguel de La Madrid Hurtado, por paradójico que parezca, a pesar de sus apellidos, usó como bandera principal esta “Renovación Moral de la Sociedad”. Pero eso fue todo lo que hizo su gobierno. Presentaría la moralidad contra la corrupción. Algo parecido a lo que ahora se trata-sin éxito-de volver a hacer.
Se pretendía entonces que la sociedad generara una nueva moralidad y se alejara de la corrupción. La que nos habría “explotado” en la cara a todos los mexicanos.
Las situaciones que vivíamos en México entonces eran muy parecidas a las actuales. Habíamos tenido años en que las finanzas eran estupendas. “Administraríamos la riqueza”.
Los precios del petróleo estaban altos. Las reservas mexicanas muy grandes. Los pozos daban y daban y darían tanto que a los mexicanos nos enseñarían a administrar la riqueza que tendríamos. Decía el presidente López Portillo. Hasta que llegó la caída de los precios del barril del petróleo.
Una crisis mundial que paralizó a EUA por falta de gasolina en las estaciones expendedoras y en México, provocó una devaluación gigantesca. Ya que el gobierno se había gastado lo que no tenía. Lo que en sus prepuestos habrían presupuestado como utilidades por muchos años.
Sin embargo, la corrupción fue el sello de esos regímenes. Se hacían las bromas sobre el presidente, al que llamaban: “López Porpillo” y de los saca-dólares corruptos de: “en la madrid robado”.
¿Y la renovación moral de la sociedad?
Esa no llegó. Ni siquiera se asomó. Sino que se empezó a fragmentar a México de tal forma como hacía setenta u ochenta años no sucedía.
El sentido de comunidad iniciaría la tendencia hacia su desaparición paulatina. El egotismo se manifestaba de manera palpable. Y sabemos-porque la historia así nos lo ha enseñado-que una sociedad fragmentada en la cual, el sentido de comunidad ha desaparecido, es necesariamente una sociedad con baja moral.
Que la misma mostraría pérdida de carácter en sus ciudadanos. Que no puede suprimir el convocar a evitar la obscenidad pública, castigar o penalizar el crimen, adherir el estigma social a embarazos fuera del matrimonio, resistir las demandas de los autoproclamados grupos de víctimas para tener y gozar de un trato preferencial.
Tampoco puede mantener estándares de educación, de razón cívica y ética.
Que los grupos liberales y conservadores se polarizan por cuestiones morales ante la degradación que la sociedad sufre por las crisis económicas que vive y por la corrupción rampante. La que ha provocado que se aligeren los estándares y las normas de convivencia social. Es la degradación moral de la sociedad. Por eso el mensaje de la campaña de De la Madrid Hurtado. Lo sabía bien.
Conforme la moral se desmorona, el crimen y el desorden se incrementan en una sociedad democrática. La gente pide más asistencia gubernamental y más autoridad centralizada.
El surgimiento del federalismo es el resultado directo de la inseguridad que una nación siente y se aviva el sentir generalizado de que sólo el gobierno central puede dar protección a la gente.
El desorden social que se vive conduce a las naciones a menospreciar y renunciar a la libertad por la obtención de seguridad.
Se aceptan proyectos internacionales a cambio de ayudas económicas. Se imponen patrones sociales, culturales y morales a las naciones y éstas los aceptan para poder salir del “hoyo” económico y social que la corrupción y la inmoralidad provocaron.
Y así, hasta que llegan al punto de quiebre. El que parece que hoy, en el SXXI nos está llegando.
Y escribo que “parece”, porque el hecho de que en los partidos políticos se habla tanto de combatir la corrupción, en las entidades e instituciones de gobierno es el tema principal y los congresos federal y estatales se pone a legislar para combatirla, es porque ésta, la corrupción ha llegado a niveles que nos llevarán al punto de quiebre en poco tiempo.
En una cultura que en promedio dura 250 años, cincuenta son poco tiempo para que la cultura o la sociedad se harten y le ponga remedio. Para volver a iniciar así el ciclo que la llevó al punto de quiebre. México no aguanta ya más corrupción y degradación moral.
Celebro que se esté hablando tanto de valores, de principios morales, de ética, de códigos deontológicos y el combate a la corrupción.
Estos esfuerzos se deben a los resultados que vivimos producto de una mala moral pública generalizada. Donde y quienes se salvan ya somos minoría. Los resultados que son obvios.
Violencia, pobreza, corrupción, mala calidad en el trabajo, todo esto y más nos presionan día a día.
Se trata de traer de nueva cuenta la armonía social en el diario qué hacer. ¿Qué es esto? Lo que han acordado todas las sociedades en el pasado. Ser honestos, amables y prestar ayuda al prójimo.
Es lo natural. Pero si nos detenemos solo en lo público, en lo externo, no será suficiente. Pues a menos que demos un segundo paso que es, poner en orden el interior de cada persona, no haremos otra cosa que estarnos engañando.
Como sucedió con De la Madrid Hurtado. Y eso es, El Meollo del Asunto.
El Meollo del Asunto.
Por: Daniel Valles.
Twitter: @elmeoyodlasunto
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