Martes, 23 Abril 2024
Jueves, 01 Noviembre 2018 15:25

LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO

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Una de las funciones del editorialista es la de motivar a la reflexión sobre temas y tópicos que reflejen la realidad de la sociedad o la cultura en la que el editorialista vive y convive.

Normalmente, cada uno de nosotros, los que escribimos editoriales, presentamos lo que consideramos es la verdad, o “nuestra verdad” sobre diversos temas.

Son pocos los que por su misma naturaleza pueden considerarse universales y absolutos. El de hoy, es uno de esos.

Debido a  “El día de los muertos” y a todo lo que rodea esta “fiesta,” he reflexionado no tan sólo sobre las tradiciones mexicanas, tan bastas, tan numerosas, tan coloridas.

Tocante a la fiesta de los muertos, es ahí donde las opiniones se dividen.

Tenemos por ejemplo la oficial:

“es una fiesta muy mexicana y parte de nuestra cultura y herencia”. Aunque los demás días se empeñen en rechazar u ofender a las etnias con el peyorativo de “indio mugroso pata rajada”.

También la religiosa: “es una fiesta mezclada con grandes dosis de paganismo en sus orígenes”.

La evangélica: “Es una fiesta del demonio”.

La comercial, “los niños prefieren el Halloween”. Claro, ambas les aportan grandes dividendos. etc.

La Realidad.

De la vida nadie salimos vivos. Ni los editorialistas nos salvemos. Es un hecho y una verdad absoluta. (Y aún hay gente que dice que no existen las verdades absolutas. Bueno, esta es una de ellas)

La estadística es aplastante. El 100 % de las personas mueren. Una de cada una. Esto a las personas les causa temor.

Lo que provoca: LA CONSPIRACION DEL SILENCIO.

A pesar de la tan pregonada excelencia, ni tú, ni yo, ni usted, venceremos a la muerte. Esa es la verdad.

En la era del Internet y del “Morenismo”, no se ha encontrado una cura para el temor o para el miedo que la gente le tiene a la muerte. Pero igual pasa con el resfriado común.

Este temor se puede definir como una emoción que causa alarma, pánico, consternación y recelo. Es causante también de diversos trastornos psíquicos al tratar de esconderlo. Y no le puede curar ni Walter Mercado ni sus imitadores e imitadoras locales.

A propósito, ¿usted ha notado que quienes consultan a psíquicas, adivinadoras y brujas nunca preguntan cuándo van a morir?

Esto es parte de LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO y en la que ninguna persona quiere hablar de la muerte y de su aplastante estadística.

Uno de cada uno muere. Es la verdad. Es lo que causa el silencio. La gente no quiere pensar acerca de la muerte. Especialmente en la propia.

El temor varía de acuerdo a la edad y la salud física de la persona. También del trasfondo social, familiar y religioso de cada individuo.

La negación no es una señal de debilidad sino una emoción normal que requiere ser externada. Pero la gran mayoría de las personas y la cultura se empeñan en silenciar los comentarios al respecto. Se nos entrena e instruye para ser excelentes y ser campeones, tolerantes y democráticos. Pero no para morir.

Las iglesias, todas ellas, no capacitan adecuadamente a sus fieles y seguidores a aceptar la más grande realidad de la vida, la muerte.

Creo que si lo hicieran, tendrían mejores y más entregados feligreses y miembros.

En México, se le teme tanto a la muerte que mejor “no la comemos” en una calaverita de azúcar con nuestro nombre en la frente. Hacemos “calaveras” ingeniosas para que nos hagan jocoso el día.

Ahora bien, creo    que el miedo no es tanto a la muerte, sino a morirse. ¿Dolerá? ¿Se sentirá algo?

A la gente en nuestra cultura Posmoderna “no le gusta” sufrir por nada y para nada. Sólo se esfuerza en promover la comodidad y la buena vida. Nihilismo puro.

Dudo que haya quién quiera sufrir de puro gusto, aunque se dan casos. Mas la negación de la muerte no es una actitud “excelente” ni digna de un campeón.

En la cultura de la CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO, los hospitales comparten al menos dos características principales; se esfuerzan por ocultarle al paciente el hecho que puede morir y al llegar el momento, lo separan de sus familiares y amigos.

Y es que existe la mal entendida idea de que es inmoral y aún destructivo decirle a la persona que va a morir.

Es clásico escuchar decirle a un paciente enfermo y que se sabe va a morir lo siguiente: “morirte, no, ni, lo digas, eso a ti no te puede pasar…”

La negación es una de las actitudes más comunes hacia la muerte.

El éxito que tienen algunas filosofías orientales aquí en occidente es precisamente la negación de la muerte mediante un “maquillaje estético místico”.

Enseñan que la muerte es una transición o un puente a otro estado de conciencia. A uno de mayor felicidad, a un mundo brillante y espiritual donde están las almas de los que ha cruzado “el puente” a la eternidad cósmica.

El misticismo oriental y cientos de otras creencias ofrecen atractivas y seductoras respuestas que remueven el temor a la muerte a costa de negar un juicio después de ella.

Hay gente que enferma y sabe perfectamente que va a morir. Sería mejor no darle falsas esperanzas y hablarles con la verdad para que decidan qué es lo que deben hacer con lo que le resta de vida. Cómo se prepararán para morir.

Hace algún tiempo, en Cuautla, Morelos, mi tío José Bravo, murió. Le diagnosticaron cáncer terminal en un pulmón. No le daban más de seis meses de vida.

Por más de un año estuvo negando que tenía problemas, que era gastritis y que no tenía algo serio. Hasta que perdió más de 40 kg de peso.

Cuando le examinaron y después de pelear su derecho a saber la verdad, tuvieron que decirle la verdad. Padecía un cáncer terminal.

Ya no había remedio para él. Le daban ocho meses de vida. Pero tendría que ir a quimioterapia y todas esas cosas.

Decidió no hacerse ya nada. Vivió sus últimos cuatro meses con su familia, en casa. Sabedor que de ésta ya no se levantaría.

Se “arregló” con la vida, se puso en paz con DIOS y murió en paz en su casa, en su cama, con su familia.

Esto fue posible debido a que supo lo que le estaba pasando.

La regla del silencio fue rota en su caso y con muy buenos resultados.

Nunca tuvo una falsa esperanza. Emocional y espiritualmente mi tío, murió “bien.” Creo que esto se debió en parte a todo lo que hizo antes de morir.

En un reciente estudio realizado con personas mayores de sesenta años, sólo el 10 % contestó que tenían miedo a morir, el 77% contestó que no tenían temor a morir debido a que profesaban algún tipo de creencia o fe. El resto, no contestó.

El alto porcentaje de personas sin temor, vivieron en una cultura que fomentaba la vida espiritual y tenía fe. Hoy, la secularización de la cultura y la carencia de valores espirituales o fe, provoca que surja el silencio ante temas como la muerte.

De todo lo que se habla es de vida, de logros, no de la muerte. Cuando es la verdad más grande y absoluta de la vida; la muerte.

Es curioso que cuando la verdad no nos es favorable usamos la técnica del avestruz, no queremos verla y actuamos negando o pretendiendo no haber visto o escuchado. Tocante a la muerte, se guardar silencio total.

Frecuentemente con mis hijos y mi esposa tocamos el tema de la muerte. Llegado el momento, todos sabemos ya qué hacer. Nuestra fe nos fortalece.

Escogimos creer en una resurrección. No en que reencarnaríamos en quién sabe qué y en quién sabe qué época.

Eso nos conforta de la misma manera que a William Shakespeare le confortaba la misma idea, la de la resurrección. Al grado tal de haberla expresado de la siguiente forma en su testamento:

“Encomiendo mi alma en tus manos Señor, mi creador y mi DIOS. En la esperanza y creyendo con toda seguridad que a través de los méritos de JESUCRISTO, mi Salvador; seré hecho partícipe de la vida eterna. Y mi cuerpo, a la tierra de donde fue formado”.

Ese sí que es; El Meollo del Asunto.

 

 

 

 

 

Por: Daniel Valles 

Twitter: @elmeoyodlasunto.

Daniel Valles

Periodista @ELMEOYODLASUNTO

danielvallesperiodista.com | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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