Este domingo 8 de enero, concluyó la exposición El color de los Dioses. Policromía en la Antigüedad clásica y Mesoamérica, integrada por 66 piezas grecorromanas y 52 del México antiguo, que se exhibe en el Museo del Palacio de Bellas Artes.
Tras recorrer 23 países, la muestra se asienta por primera ocasión en América Latina, en el marco del Año Dual México-Alemania 2016-2017. Incluye una selección de objetos mayas, toltecas, olmecas y mexicas (originales y réplicas), así como piezas de la tradición escultórica de Occidente.
En un diálogo artístico entre el antiguo arte europeo y el patrimonio mesoamericano, la colección permite conocer la policromía original de piezas que se creía carentes de color y contrastar las sombras y combinaciones de tonalidades de las esculturas griegas, con las gamas que se usaban en el México prehispánico.
Antiguamente, corrientes artísticas como el neoclasicismo negaron el color de la escultura y arquitectura grecorromana, pero a partir de estudios que se realizan desde hace 25 años, se ha podido conocer la policromía de piezas como la estatua de Kuros, el arquero del Templo de Afaia o el sarcófago de Alejandro Magno.
Asimismo, investigaciones que durante dos décadas han realizado especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), permiten identificar evidencias de color en piezas icónicas, como los monolitos de Coyolxauhqui y Tlaltecuhtli, cabezas de serpiente, una figura antropomorfa conocida como Portaestandarte B y un chac mool.
El encuentro de estas dos estéticas, que son referentes a nivel mundial en historia del arte, cobra fuerza a partir de su interés por el color. La exposición no únicamente cambia la visión sobre el arte de dichas civilizaciones, también permite descubrir cómo lucían originalmente, antes de que el color desapareciera como efecto natural del tiempo.
Entre los objetos representativos de Mesoamérica, se pueden apreciar una olla mexica con el rostro del dios Tláloc, el atlante polícromo de Tula y el Dintel 43 de la ciudad maya de Yaxchilán, así como réplicas de famosas esculturas mexicas de Coyolxauhqui y Tlaltecuhtli (esta última realizada con las más modernas técnicas de medición láser y modelado en 3D).
Destacan cuatro cetros serpentiformes hechos de madera y localizados en una ofrenda asociada al monolito de Tlaltecuhtli, los cuales aún conservan evidencias de color azul y negro pese a su composición orgánica e inmersión durante varios siglos. Descubiertos en 2011, tales piezas pudieron representar a la Xiuhcóatl o serpiente turquesa, que era el arma insignia de Huitzilopochtli.
Especialistas, como el arqueólogo Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, señalan que la escultura y pintura mural mexica usaba sólo cinco colores: blanco, negro, rojo, ocre y azul. De acuerdo con la teoría más aceptada, estos respondían a los cuatro puntos cardinales y al centro del universo; así como a las deidades tutelares de Tenochtitlan, Tláloc y Huitzilopochtli, cuyos templos estaban pintados de azul y rojo, respectivamente.
Las piezas correspondientes a Mesoamérica provienen de los museos nacionales de Antropología y del Virreinato, del Templo Mayor y de Antropología de Xalapa, en tanto que los objetos grecorromanos proceden del Städel Museum y del Liebieghaus Skulpturen Sammlung de Fráncfort.
El color de los Dioses. Policromía en la Antigüedad clásica y Mesoamérica se pudo visitar hasta este domingo 8 de enero.
Con información e imagen de: inah