“Los políticos son iguales en todas partes. Prometen construir un puente incluso donde no hay río”.
Nikita Kruschev
TE LO DIGO, VENEZUELA, PARA QUE LO ENTIENDAS, MÉXICO: Con un ingreso per cápita de cerca de 11 mil dólares anuales, Venezuela era, en 1999, el país con mejor calidad y nivel de vida de América Latina y se codeaba en el ranking con los 10 países mejor calificados del mundo.
Sin embargo, desde ese año y hasta hoy, la economía venezolana ha experimentado una serie de cambios significativos, marcados por eventos políticos, sociales y económicos que han tenido un impacto profundo en el país. En 1999, Hugo Chávez, con más rencor autoritarismo y cinismo que capacidad y con nulo conocimiento de administración pública y menos, mucho menos, de economía, asumió la presidencia de Venezuela. Su gobierno implementó políticas de corte socialista, nacionalizó empresas clave, aumentó el gasto social, pero no la producción ni la captación fiscal, y promovió una absurda redistribución de la riqueza a través de programas como las “misiones sociales”. Cuando acabó con el sector productivo, terminaron los programas sociales.
Inmerso en un odio irracional (¿suena conocido y cercano?) se enfocó a la “nacionalización” de la totalidad de las industrias clave, incluyendo el petróleo, la electricidad y las telecomunicaciones. Además, se implementó un estricto control de cambio para regular la compra y venta de divisas extranjeras.
Como en Cuba y en Nicaragua, al disminuir la producción (no sabían sus correligionarios manejar una empresa, su fuerte eran las manifestaciones y los insultos) sobrevino una hiperinflación y su consecuente escasez de alimentos (2010-2024): Venezuela experimentó una de las peores crisis económicas de su historia, las medicinas desaparecieron del mercado y del sector salud (promesa incumplida, como aquí, de un sistema como el de Dinamarca) e inició el éxodo masivo de ciudadanos hacia mejores condiciones de vida.
Sin recursos fiscales al desaparecer la clase media, y sin capacidad de endeudamiento porque la economía ya no generó recursos ni para pagar intereses blandos, se limitó su acceso a los mercados financieros internacionales y se agravó la crisis económica, ni Chávez ni Maduro, populistas incultos, quisieron ver el fenómeno depauperizador. El primero vivía y el segundo vive, en un palacio sellado donde se ignora olímpicamente la realidad que se transmite, deformada por la maldad de un dios oscuro. ¿Seremos capaces de escarmentar en cabeza ajena?
Hoy, 2024, el ingreso per capita promedio de los venezolanos no alcanza los dos mil dólares anuales, ¡casi seis veces menos que en 1999 y con un poder adquisitivo prácticamente nulo ante la hiperinflación que le ha quitado 10 ceros a su moneda! La situación actual es una afrenta para la población venezolana que apostaba en 1999 por un mundo de prosperidad y justicia social que nunca llegó.
HIPERINFLACIÖN Y POBREZA EXTREMA: La hiperinflación en Venezuela se desencadenó y se exacerbó por una combinación de factores económicos, políticos y estructurales. Veamos y comparemos, no sea que no aprendamos lecciones de la experiencia.
El gobierno venezolano, durante las administraciones de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, ha llevado una política fiscal expansiva, con el señuelo de programas sociales, que hoy ya no existen por falta de recursos, y excesivos gastos gubernamentales a través de la emisión indiscriminada de dinero sin respaldo por parte del banco central. Esto generó un desequilibrio entre la cantidad de dinero en circulación y la producción de bienes y servicios reales, lo que alimentó la inflación.
Chávez y Maduro, cero en economía y humanismo, implementaron un estricto control de cambio que fijó artificialmente el valor de la moneda nacional, el bolívar, con respecto al dólar estadounidense. Esto generó un mercado negro de divisas con tipos de cambio mucho más altos, lo que incentivó la corrupción y la especulación. Además, los precios controlados de muchos productos básicos, junto con la escasez resultante, llevaron a un mercado negro y a una brutal escalada de precios.
Como consecuencia, la economía venezolana sufrió de una caída en la producción interna de bienes y servicios debido a la falta de inversión, la expropiación de empresas privadas, la fuga de talentos y la corrupción generalizada. La dependencia excesiva de las importaciones para satisfacer las necesidades básicas también contribuyó a la crisis, especialmente cuando los ingresos por exportaciones petroleras disminuyeron.
La falta de transparencia en la gestión económica, la corrupción generalizada, la represión política y la erosión de las instituciones democráticas, el totalitarismo, pues, socavaron la confianza en el gobierno y en la moneda nacional, lo que llevó a una mayor incertidumbre económica y a la huida de capitales.
En conjunto, estos factores crearon un círculo vicioso de hiperinflación, donde la pérdida de valor del bolívar y la incapacidad del gobierno para estabilizar la economía resultaron en una espiral de precios ascendentes, con consecuencias devastadoras para la población venezolana.
ADIÓS, “PROGRAMAS SOCIALES”: Como en Cuba y en Nicaragua, A medida que la economía se desbarataba los “programas sociales que fueron el primer señuelo electoral en 1999, también desaparecieron (mucho ojo), varios de estos programas se vieron reducidos, desfinanciados o directamente cancelados debido a la falta de recursos.
Programas idénticos a los que hoy se ofrecen en estos lares, con solo variación de nombre, fueron cancelados y ninguno logró su objetivo: Misión Vivienda Venezuela (vivienda digna para todos); Misión Barrio Adentro (atención médica gratuita y de calidad a través de clínicas en barrios pobres); Misión Alimentación (alimentos subsidiados a la población a través de una red de mercados y tiendas); Misión Madres del Barrio (atención a madres en situación de pobreza); Misión Robinson (para erradicar el analfabetismo y proporcionar educación básica para adultos); Misión Sucre (promesa no cumplida de educación universitaria gratuita y accesible a todos los venezolanos); Misión Barrio Adentro Deportivo (deporte para combatir la delincuencia); Misión José Gregorio Hernández (atención médica especializada a personas con discapacidades), Misión Árbol. (que promovía, como aquí, la reforestación y la conservación ambiental); o el Programa de Subsidio de Gasolina (para proveer gasolina a precios extremadamente bajos para los ciudadanos), fracasaron en su totalidad, duraron lo que duró la clase media que los financiaba. Para repartir, hay que producir.
Ante el fracaso y la confusión entre economía social (Dinamarca) y socialismo (Cuba), se perdió al electorado en 2013, entonces el gobierno de Maduro, entronizado, militarizado y desinstitucionalizado recurrió al fraude descarado, mismo que se repitió, con más violencia en 2018 y se pretende incrementar en el próximo mes de julio. Los venezolanos tienen la palabra y nosotros la obligación de comparar procesos y ver realidades y no el reflejo distorsionado del espejo negro de Tezcatlipoca, el 2 de junio nos brinda esa posibilidad.
Top of Forma
DE FONDO: La destitución de Carlos Andrés Pérez en Venezuela, fue posible debido a la existencia de instituciones democráticas relativamente fuertes, la neutralidad de las Fuerzas Armadas y la capacidad de la oposición para actuar. En contraste, Nicolás Maduro, más corrupto y menos capaz, ha consolidado su poder mediante el debilitamiento de las instituciones democráticas, el control militar, la represión de la oposición y el apoyo de aliados internacionales de tendencia populista, lo que le ha permitido mantenerse en el poder a pesar de las acusaciones de corrupción, fraude electoral y una evidente y mala gestión. Hoy, las decisiones judiciales y legislativas están fuertemente influenciadas por el Ejecutivo, lo que impide la posibilidad de un proceso de destitución independiente.
DE FORMA: Pippa Norris es una politóloga que ha escrito extensamente sobre la calidad de las elecciones y la democracia. En "Why Elections Fail" (“Por qué Fracasan las Elecciones”), Norris analiza las condiciones bajo las cuales las elecciones no cumplen con los estándares democráticos, incluyendo el fraude electoral, el sectarismo y la mentira política y cómo esto afecta la legitimidad y la estabilidad socioeconómica. De la comparación surge la preocupación por nuestro actual proceso ¿democrático?
DEFORME: A siete días de las elecciones, ¿usted confiaría en un candidato que ha transitado por cuatro o cinco partidos pregonando su “amor a la patria o al terruño” o, igual de grave “al pueblo”, pero ostenta una riqueza que equivale a 6 millones de veces sus percepciones históricas como becario del sector público? Habrá que meditar si el interés personal y egoísta es, en verdad, el espejo negro que obligó a Quetzalcóatl al exilio.