Imaginemos el futuro de México una vez que las reformas al sistema político estén totalmente establecidas, es decir, cuando el cambio de régimen que un día ofrecieron ya sea una realidad. Y luego, valdría la pena cuestionar si los fundamentos del nuevo sistema alcanzarán para mantener el orden, la cohesión social y el crecimiento económico necesarios para que el país prospere en un entorno de paz.
Hagamos una breve descripción de los pilares del nuevo régimen.
Sistema electoral: partido hegemónico con partidos satélites que simulan elecciones libres. El régimen permite la alternancia con partidos realmente opositores en el nivel municipal, a veces en el estatal pero nunca en el federal. El INE permanece controlado desde adentro, lo mismo que el tribunal electoral, lo que garantiza árbitros que simulan independencia pero en realidad obedecen al régimen.
Sistema judicial: sometimiento de jueces, magistrados y ministros a los designios de la cuatroté. En el nuevo sistema judicial no habrá sentencias que contradigan la voluntad del poder político.
Derechos civiles acotados: sin garantías sobre los derechos de propiedad privada, sin acceso a la información pública, sin medios de comunicación independientes, sin redes sociales abiertas, sin protección de datos personales, se limita el espacio para la disidencia y la protesta pública.
Control de la información: la conferencia mañanera será la única ventana a través de la cual se conocerá la “realidad”, será la voz autorizada para modelar la conciencia pública. El mensaje oficial manipula sentimientos y relativiza hechos que objetivamente atentan en contra de la integridad colectiva mediante una estrategia conocida como “posverdad”.
Asistencialismo y paternalismo: transferencias de dinero a grupos sociales para mantenerlos dependientes del presupuesto público, y con ello eliminar progresivamente en esos grupos la voluntad de trabajar y prosperar.
Servicios públicos decadentes: el presupuesto de salud y educación se reorienta a los programas sociales, lo que resulta en la precarización de esos servicios esenciales para el desarrollo. Con el paso del tiempo la gente se hará más pobre, dependiente y sumisa porque aumentará su condición de vulnerabilidad.
Clase empresarial sometida y funcional: los empresarios exitosos serán aquellos que estén alineados con la voluntad del régimen. Beneficiarios de los contratos gubernamentales constituirán una clase social de privilegiados, en donde veremos a los hijos de políticos haciendo grandes negocios vinculados con el gobierno. Habrá el peor capitalismo, el capitalismo de cuates.
¿Alcanza ese sistema para mantener el orden, la cohesión y la prosperidad colectiva? No alcanza, pero tampoco importa. Sin elecciones libres, sin tribunales ni medios de comunicación independientes del gobierno, solo queda la protesta social en las calles. En ese caso, la Guardia Nacional militarizada se encargará de aplastar cualquier brote de disidencia.
Estoy consciente de que parece un relato apocalíptico extraído de una novela de ficción, lamentablemente no lo es. El futuro sin libertades será como lo he descrito en breves palabras, en eso se traduce el cambio de régimen, y falta poco para que sea una realidad vigente.
Luego llegará el día en que la mayoría se arrepienta de lo ocurrido el 2 de julio del 2018, fecha en que todo comenzó. Para entonces la suerte estará echada porque la libertad será la gran ausente en nuestra realidad. Se les dijo y no hicieron caso.
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