Jueves, 28 Marzo 2024
Viernes, 23 Noviembre 2018 10:43

De nuevo llega el invierno

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Los cambios son como las estaciones climáticas. Constantes. Las transformaciones son diferentes. Son permanentes. En un mes cambiará la estación. De otoño a invierno. De fresco a muy frío.

 

Sufro el frío como cualquier persona. Pero aún más, porque no me gusta. Si puedo escoger prefiero el calor con sus inclemencias propias.

 

Decía mi padre: “el calor echándome agua se me va, pero el frío, ni tapándome me lo quito”.

 

Hay personas que toleran más un clima que el otro. Gracias a DIOS tenemos cuatro estaciones en el año que permiten a cada quien disfrutar lo que más les gusta.

 

Debemos de hacer los cambios necesarios cuando las estaciones cambian. Protegernos, resguardarnos de las inclemencias del frío o del calor.

 

Yo no tolero el frío. Soy totalmente alérgico al mismo. Por lo tanto, vivir en Ciudad Juárez o viajar en invierno a una ciudad donde caiga nieve o haga mucho frío, no es lo que más placer me causa. Me adapto como todos, pero no me gusta.

 

Para enfrentar la época invernal de mi ciudad debo de hacer un sinfín de cosas que me permitan sobrellevar la temporada invernal.

 

Tengo todo tipo de calentadores. Desde un tapete eléctrico. Que me permite poner mis pies sobre él y se calentarán desde la planta de ellos y el delicioso calor subirá por mis piernas manteniendo caliente la parte baja de mis extremidades inferiores.

 

Las que son las que más sufren por la misma tendencia natural del calor a subir.

 

Siempre las partes del cuerpo más cercanas al piso son las más frías. Así, sufro sentado a la mesa de cualquier lugar. No importa que tengan su calefactor.

 

El frío está abajo y el calor arriba. Mis piernas sufren y más mis muslos. Que si se enfrían de más me provocarán dolor en la garganta y pronto sufriré de carrasperas. Las que sin lugar a dudas me harán enfermar de un resfriado. Soy alérgico al frío, al hielo, a las cosas heladas.

 

No tener un buen abrigo en invierno es para mí la muerte. Carecer de tres o cuatro cobijas para dormir es un infierno. No sólo no me caliento, sino que por lo mismo no duermo.

 

¡Ah y en el verano no puedo estar en lugares donde me dé el aire frío directamente al cuerpo!

 

Los abanicos, esos giratorios “me enferman”. Mucho más los de “aire lavado”. Resisto muy bien los aparatos de refrigeración, pero no puedo estar frente a una rejilla de aire acondicionado.

 

No importa cuánto calor esté haciendo, el frío de los aparatos de refrigeración o abanicos de aspas son en necesidad cuasi mortales para quien escribe. No tolero el frío en ninguna de sus formas. Soy totalmente alérgico al frío.

 

Por lo mismo me compadezco de quienes no tienen un lugar para guarecerse en una nevada como las que hemos vivido en Ciudad Juárez. Además, sé bien que pasada la nevada viene lo más duro, el frío del deshielo.

 

Lamento mucho el que haya personas que no tienen un lugar “digno” o al menos una buena cobija, una chamarra o abrigo para guarecerse.

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Lamento mucho los niños que andan a veces descalzos o con zapatos rotos en pleno invierno. Sé de la pobreza extrema en mi ciudad y en el país.

 

Sé que en todos los países existen personas que siempre sufren por cualquier inclemencia del clima.

 

Conozco los dichos referentes a que en toda desgracia son “los pobres en donde se carga más”. Pero yo no soy culpable de eso. Por lo mismo no me siento mal el que la gente salga a disfrutar de la nieve como hacemos muchos que a pesar que el frío nos “cala”, salimos unos momentos a disfrutar de la nieve sin remordimiento alguno. Sin pensar que “los pobres” estarían sufriendo.

 

Además, siempre hemos ayudado a las causas de los pobres de muchas formas. Más de lo que el promedio de gente lo hará en su vida.

 

"Los sentidos engañan", escribió Platón. Y es que estos sentidos son los que nos hacen percibir el frío. Pero también ocasionan que volteemos a ver a las personas que carecen de lo poco o mucho que podamos nosotros tener.

 

De las medianas o grandes comodidades que hayamos podido adquirir para enfrentar la vida con sus estaciones.

 

La compasión, que es un sentimiento humano, es muy loable. La tenemos. Pero el sentimiento mismo nos puede engañar al hacer una comparación de por qué una familia tiene más que la otra al emitir un juicio.

 

¿Cuántas veces la compasión ha provocado que dé usted una moneda a una persona que luego sabe que le timó?

 

Alguna amiga o familiar, sabiendo que somos personas que nos lastima el dolor y sufrimiento de las personas, se ha acercado para pedirnos ayuda y se la hemos dado. Para luego descubrir de igual manera que nos ha pillado. Que su necesidad no era tal o como nos la platicó. Seguro que usted que lee ha tenido de estas experiencias.

 

Sé bien que casi todas las personas nos compadecemos y dolemos de quienes menos tienen. Que tratamos dentro de nuestras posibilidades de ayudar a los necesitados cada vez que podemos.

 

Quien escribe lo ha hecho por años de diversas maneras. Por eso nadie me hará sentirme mal o culpable por la pobreza que existe en México. La que se siente o se palpa más en los inviernos con nevadas como la que tendremos seguramente en Ciudad Juárez. Yo no tengo la culpa de ello.

 

Hay políticos que como verdaderos simoníacos, se especializan en hacernos sentir culpables por la pobreza imperante y por los pobres. Hablan de ello reclamando como si quienes escuchamos fuéramos los culpables de la situación que viven los pobres.

 

Capitalizan la compasión llevando “agua a su molino”. Algunos de ellos y ellas hasta registro de partido político buscan o de menos una “Ong” donde puedan disparar sus “dardos” envenenados con reclamos hacia quienes no somos pobres.

 

Ese discurso, es una forma que se usaba mucho a principios del SXX. Cuando Lenin, en la Rusia de los zares, daba forma a su revolución comunista.

 

Pero la retórica marxista-leninista, socialista o de izquierda ya está caduca. No funcionó. No entregó lo que prometió. .

 

Creo que esto es un tipo de síndrome. El recalcar la desgracia de unos y la bendición de otros.

 

Tengo compañeros periodistas que así comentan frecuentemente en sus artículos y reportajes.

 

Comprendo que es producto del dolor que se siente. Además, creo que es “sencillo” escribir o comentar sobre diferencias sociales y económicas. Sobre las diversiones de unos y las desgracias de otros ante lo mismo.

 

No concuerdo con ello. En escribir sobre las desgracias que sufre la gente ante inclemencias como las que menciono y que llevan una especie de tintura. Como para hacernos sentir culpables porque no somos miserables.

 

Que tratan de influenciar internamente con la tintura para que reclamemos por lo mismo a la autoridad, a empresarios o a quienes tienen una manera de no ser infelices ante una nevada, el invierno o alguna inclemencia del tiempo.

 

Y repito, me duele, me acongoja, pero no soy culpable de la pobreza, las guerras, las enfermedades terminales, la violencia, las nevadas que azotan una región.

 

Nadie me hará sentir culpable por todo eso. Porque no lo soy. Entonces, le invito a disfrutar del cotidiano ejercicio de vivir. Ayudando al necesitado cuando podamos y siempre que podamos.

 

Sin culpabilidades ante los reclamos infundados de personas que encuentran una catarsis en el reclamo general.

 

Porque como dijo Jesucristo, “los pobres, siempre estarán con ustedes”. Siendo esto; El Meollo del Asunto.

 

 

 

 

 

 

 

 

Twitter: @elmeoyodlasunto
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Daniel Valles

Periodista @ELMEOYODLASUNTO

danielvallesperiodista.com | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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