Cuando el paleontólogo Thomas Mörs miró su microscopio para examinar pequeños fósiles de 40 millones de años desenterrados en la isla Seymour, cerca de la punta de la península antártica, se encontró con una gran sorpresa: los huesos de la cadera y el cráneo de una rana.
El pequeño anfibio de la época del Eoceno era una rana de casco de aproximadamente 4 centímetros de largo, estrechamente relacionada con cinco especies de ranas de casco que todavía existen en Chile. El nombre se debe a la forma de sus cabezas.
"Fue un descubrimiento totalmente inesperado bajo el microscopio", dijo Mörs, científico del Museo Sueco de Historia Natural y autor principal de la investigación publicada esta semana en la revista Scientific Reports.
"Primero encontré el hueso de la cadera y me di cuenta directamente de que encontré una rana antártica, la primera. Y el primer anfibio antártico en más de 200 millones de años. Tan emocionante", agregó.
El descubrimiento ilustra cómo la Antártida, seis millones de años antes de convertirse en la tierra desolada de hielo y nieve que es hoy, fue el hogar de bosques, ríos y estanques llenos de vida.
"Nos dice que el cambio climático global puede eliminar ecosistemas completos y que eso podría darse rápido", dijo Mörs.
El continente más austral de la Tierra tuvo abundante vida vegetal y animal antes de convertirse en un páramo congelado, con numerosos dinosaurios previamente identificados junto con flora que incluía coníferas, helechos y plantas con flores.
Las ranas aparecieron por primera vez durante el período Triásico hace aproximadamente 250 millones de años, antes de los dinosaurios. "Las ranas eran conocidas en todos los continentes excepto la Antártida", agregó Mörs. "Y ahora sabemos que vivieron en los siete, antes de que uno de ellos se congelara".