Columna El Meollo del Asunto.
Por: Daniel Valles.
La corrupción no se combate con armas, pistolas, policías y fiscalías. ¿Entonces con qué?
Esta y otras preguntas han estado en la mente de millones de mexicanos que todo lo que ven a diario son reportes de actos de corrupción. Personas que en un tiempo fueron encumbradas, que ocuparon lugares de honor o preponderantes y ahora se encuentran “a salto de mata”. ¿Cuándo va a terminar esta historia?
La corrupción es producto directo de injusticias que se comenten a toda hora y en todas partes. No solo en el mundo de la política suceden. En las empresas. En el deporte. En la academia. En las iglesias, en los medios de comunicación. Entre los profesionales. En el comercio. En la Familia. La corrupción está en todas partes y produce la pobreza que conocemos. Es causa directa de que miles opten por entrar al narcotráfico. Vendan y compren productos “piratas”. Genera indiferencia, falta de confianza en los liderazgos, burocracia y otros males sociales de los que y estamos hartos.
De acuerdo con datos del Banco de México (Banxico) y el Banco Mundial (BM), coinciden en que la corrupción en México equivale al 9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que suma unos 347 mil millones de pesos al año. Ese monto podría utilizarse para proyectos infraestructura, combate a la pobreza u otros aspectos que el Gobierno federal frenó este año o tiene pendientes por los recortes presupuestales. Con 347 mil millones de pesos habría la posibilidad de generar hasta seis trenes con infraestructura como el que se frenó en noviembre de 2014.
La corrupción ha detenido el progreso del país, pero ha acelerado el progreso de unas cuantas personas. Las que ostentan la riqueza de México. De acuerdo a la OCDE, el 10% de los mexicanos captura el 40% de la riqueza y el 10% más pobre, captura solo el 1.4%, generando una desigualdad que se nota a cada paso que uno da en el país.
Debido al proyecto que manejo y dirijo en México que se llama Avanza Sin Tranza, viajo por todo el país y veo lo que le estoy narrando. No son historias que leí en algún portal o revista. Lo veo en Tamaulipas, en Morelos, en Tlaxcala, en Morelia, Baja California, Coahuila, en la Ciudad de México, en Yucatán, todas las calles de todas las ciudades tienen igual de “baches” que las de Ciudad Juárez. En todas las ciudades en el hospital del IMSS no hay medicina suficiente. Camas para los enfermos. Los ancianos se quejan de pensiones de miseria. Las escuelas públicas están en condiciones deplorables. La educación es una vergüenza a tal grado que de los países del OCDE, México es el último lugar en aprovechamiento. ¿Por qué? Por la maldita corrupción que vivimos. De la que somos víctimas. De la que algunas cuantas personas se valen para amasar sus fortunas lesionando a millones de mexicanos.
La corrupción nos cuesta a cada uno de nosotros, 14 mil pesos al año. En México, de acuerdo a IMCO, INEGI y otras organizaciones que miden la corrupción, se cometen 200 millones de actos corruptos al año, lo que equivale a 9% del PIB nacional. Dato la organización mientrastantoenmexico.mx.
Todos los mexicanos, querámoslo o no, estemos conscientes de ello o no, gastamos 14 mil pesos anuales en corrupción. Y aunque estos números pueden ser inciertos porque hay quienes dicen que es menos y otros que es más, la corrupción es real. México ocupa el lugar 123 en la escala de 172 países según Transparencia Internacional. Cada esfuerzo que dice el gobierno que va a hacer para combatir la corrupción, es un acto fallido. ¿Por qué? Porque la corrupción no se combate por decreto, con leyes, sin moral, sin ética. Hacerlo así es como tirar golpes al aire. Me comenta un magistrado del H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Morelos donde he estado trabajando, que la ley, “es la expresión mínima de moral que se requiere para que la sociedad funcione”. Entonces, la violación constante que se hace de la ley, es una falta moral. Ergo, nadie quiere respetar la ley.
La Secretaria de la Función Pública (SFP), Arely Gómez, recién ha dado una declaración que me llamó la atención, por ser la primera en su clase, de parte de una funcionaria que está al frente de una secretaría como la de ella. “Para terminar con la corrupción son necesarios un cambio cultural y un enfoque integral”. De nuevo tengo que preguntar: ¿Qué es esto y qué se entiende por ello?
Como la Secretaria no está frente a mí, no lo puedo saber de parte de ella. Solo puedo especular que sabe lo que está diciendo. Pues habla de cambios de fondo. Estructurales, legales, pero también culturales.
Los mexicanos no están de acuerdo que el problema de la corrupción es cultural. Se lo reclamaron al presidente Peña Nieto. Pero en la cultura está bien cimentado el axioma maldito: “El que no tranza, no avanza”. Se crece con este “mantra”. Se piensa en ello todo el tiempo. Es parte de la manera de hacer “negocios” de todo tipo. La corrupción fluye de todas partes. Entonces, sí, se requiere de un cambio de fondo. Y esto, se llama Transformación. Algo que no he leído o escuchado que alguien proponga, diga o exponga como una solución integral. La Transformación es total. Provoca que el que robaba, no robe más. Producto de una decisión personal, libre, meditada y consciente de no participar más en corrupción. Y esto es solo para verdaderos hombres y verdaderas mujeres. No es para pusilánimes o cobardes. Es para gente de carácter, para nadie más.
El programa de Avanza Sin Tranza que en estos momentos imparto a Jueces y Magistrados del H. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Morelos, está coadyuvando con el proyecto de la magistrada presidente, Lic. María del Carmen Cuevas, a lograr eso que la Secretaria Arely Gómez propone para el Poder Judicial de Morelos. Un cambio estructural y de fondo para combatir la corrupción. Una Transformación. Y eso es, El Meollo del Asunto.
Twitter: @elmeoyodlasunto
Correo-e: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Web: www.danielvallesperiodista.com
Imagen de: Archivo google