Con el impulso que las redes sociales dan a la opinión de los ciudadanos pero con cabida al linchamiento fácil, aunado al material que los medios generan en las múltiples plataformas con la diversificación de sitios, se ha creado un ciudadano que se informa, lee, pero que pocas veces argumenta de una manera contundente sin que entre la posición política por delante.

Si antes era de especialistas, letrados o de alguien con capacidad de opinar o conocimiento de cierto tema, las redes se han llenado de especialistas en todo y conocedores de nada: entrenadores de futbol, analistas de espectáculos y sobre todo críticos de muchas cosas. No habría problema si no fuera por cierto sector que pierde la cordura cuando alguien no secunda su manera de pensar

A pocos se les da el esgrimir argumentos o conseguir juicios precisos que no se basan nada más en el lado pasional. En los últimos meses ese extremismo y hasta el terrorismo mediático se ha visto reforzado por defensores de causas populares, hasta que se les cuestionan sus bases. Casos como el de Ayotzinapa desató la ira de muchos pero también las críticas hacia por qué se tuvo que esperar ese detonante para gritar a los cuatro vientos el contubernio entre autoridades y delincuentes.

Eso no sería problema, cada quien es libre de pensar, pero cuando en ciertos portales se difiere en opiniones, se critica la dureza o la falta de propuestas de sectores como la CNTE, de quienes quemaron la puerta Mariana de Palacio Nacional, entonces se estaba contra la causa y, por lo tanto, tenía que ser linchado informativamente y hasta amenazarlos, nada más porque sí, sin ningún argumento.

Ocasionalmente hay temas que enfrentan a la opinión pública, como ocurrió con el de Carmen Aristegui, pero quienes no relacionamos ese caso con la falta de libertad de prensa no sólo se nos acuchilló, desgraciadamente sin un solo argumento; de repente todas las buenas conciencias escuchaban el noticiero a diario y seguro se sabían las secciones del programa, y a quienes no querían relacionar ese lío empleado-empresa se merecían los insultos más bajos que los mexicanos sabemos endilgar.

El derecho a disentir debe crear una opinión pública mejor formada, crítica, pero también objetiva; lejos de dejarse guiar por pasiones o caer siempre en la teoría de la conspiración, lo mejor es argumentar y confrontar adecuadamente con ideas antes que las groserías. Claro que para muchos lo mejor es decir majadería y media a quien no piense como ellos y fomentar la intolerancia que ellos mismos critican. Qué sería si llegan a gobernar, entonces no habría voces disidentes, necesarias para el balance social e informativo que merece toda democracia.

Opinion de: Victor Manuel García Santiago

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