Decenas de canciones populares hablan del uso común de la mariguana con fines recreativos. Llega a la mente la de Bob Marley Legalice it (legalícenla) en que la apología a la hierba cae en el paroxismo: “llámala porro, llámala mota, llámala mariguana… la fuman cantantes, artistas, doctores, enfermeras, jueces, doctores y hasta abogados… es buena para el asma, la tuberculosis e incluso previene la trombosis… entonces, lo mejor que pueden hacer es legalizarla”.
Cada quien decide si se mete chocolate, quesadillas alcohol, droga o de ahora en adelante los ya polémicos embutidos; es asunto particular y de ejercer la libre autodeterminación, aunque el abuso puede ser costoso, como sucede ahora con los recursos destinados a la diabetes, el alcoholismo y la drogadicción.
Seamos sinceros: si se legaliza no habrá más ni menos marihuanos que ahora. Quien no desee fumar no lo hará; a quienes les gusta la hierba la buscan por todos lados y generan no sólo la violencia contra la cual protestan, pero de la que forman parte al adquirir el producto a un precio excesivo, que los hace talonear e incluso asaltar para poder costear el vicio; su venta legal podría generar impuestos y por ende ingresos. El verdadero temor es dejarla suelta, sin control sobre lo que pasa en la familia; con los antecedentes de total disfuncionalidad, característica de las ciudades, el riesgo sí se incrementaría.
Quizás las mentes puristas, aquéllas que apoyaron la afirmación de Enrique Peña Nieto que con la fe de muchos mexicanos el huracán Patricia cedió y se compadeció de este país azotado por las peores calamidades, serán las primeras en rehuir un debate y ponerse como gato erizado ante la mención de una circulación libre de la marihuana.
Desde tiempos inmemoriales en los barrios se ha sabido con quién conseguir una dosis. Por más prohibición la droga siempre circula frente a nuestras narices y quienes se atreven a probarla la conseguirán con veda o sin ella. La lista de la que habla Marley en su rola no es única y se anexan políticos, escritores, estudiantes, taxistas y un largo etcétera.
En un régimen democrático la discusión del tema es fundamental. Está comprobado que la guerra contra el narcotráfico era una causa perdida desde su inicio; estamos a tiempo de darle un giro para evitar más violencia y muertes por el control de territorios y las ganancias enormes generadas. De todos modos, el olor a petate quemado seguirá en la clandestinidad de las casas, los autos y a quienes les vale el qué dirán lo harán a plena luz del día en público.
Pregunta para el diablo
¿Qué empresarios se frotan las manos y ruegan su legalización?
Imagen de: @Vikusan
