Responder esta pregunta podría parecer sencillo si nos remitiéramos únicamente a la lógica que nos da el razonamiento de que el porcentaje de la población total de mujeres no corresponde hasta ahora en México, al porcentaje de mujeres que ocupan y han ocupado cargos representación política.
La baja representación política de mujeres es un problema complejo, que ha sido motivo de muchos análisis de especialistas y de defensoras de los derechos políticos de las mujeres.
En principio nos remite al análisis que se refiere únicamente a la presencia en el número de mujeres que puede sostenerse con el mecanismo de cuotas de género que mejoren esa baja representación, denominado representación descriptiva que sin duda ha generado controversias y muchas veces criticado hasta por las mismas mujeres.
Sin embargo también estos análisis pasan por profundizar acerca de que si esta representación únicamente descriptiva, puede avanzar hacia una representación sustantiva, que tiene que ver con ingresar temas importantes para las mujeres a la agenda legislativa y eventualmente incorporarlos en la legislación.
Pero porqué importa entonces que más mujeres tengan cargos de representación política, primero, porque las mujeres representamos a un grupo de la población históricamente marginado, y porque la mayor presencia de mujeres es sustantiva y simbólicamente importante (Mansbridge, 2005) ya que permite aumentar la legitimidad de facto del sistema de gobierno. Imposible hoy en día hablar de democracia sin relacionarlo a la participación igualitaria, consciente y proactiva de las mujeres en la cosa pública y en el poder público.
Pero también porque su presencia en entidades legislativas es importante para mejorar justamente la representación de los “intereses de las mujeres” que tiene una clara diferencia con los intereses de los hombres; lo que da paso no sólo a una “política de presencia” únicamente vinculada a la identidad en la que caben hombres y mujeres, la diferencia justamente es que se presume una representación más adecuada cuando los representantes son descriptivamente similares al grupo que representan, porque se basan además en un conjunto de experiencias similares a ese grupo representado, vinculándose necesariamente a una “política de ideas” que provienen de esa variedad de experiencias, valores, creencias, ideas (Phillips Anne, 1995).
Y aunque si bien no podemos considerar como garantía o asegurar el comportamiento legislativo de las mujeres o esperar que las mujeres electas a un cargo de representación política se transformen automáticamente en defensoras de los derechos de la mujer, “mayor presencia de mujeres no necesariamente representa conciencia de género” sí podemos considerarlo como una condición habilitante que hace más probable que una porción de ellas se enfoque en los derechos de las mujeres defendiéndolos probablemente de manera más vigorosa de lo que los harían sus colegas hombres, en esa vinculación entre la política de las presencia y la de las ideas.
Y ello permitirá a los estudiosos de estos comportamientos, no sólo determinar si las mujeres en política promueven los intereses de las mujeres, -reconociendo de facto que muchas mujeres no comparten los mismos intereses políticos- sino más bien, si se convierten en agentes de cambio que incorporen progresivamente en su actuar ese conjunto distinto de preocupaciones que las que tienen los hombres; si ejercen la política de manera distinta con su electorado; si presentan o apoyan legislaciones a favor de los derechos de las mujeres; si van logrando avanzar en matizar algunos factores institucionales y sociales; si se avanza en revertir las reglas y normas de comportamiento altamente arraigadas; si cada vez más se organizan de manera transversal a los partidos en la búsqueda de metas en común; de manera que ello impacte en alguna variación en el manejo de esas instituciones que han sido históricamente entendidas en términos masculinos y que ese incremento en la composición de género, redunde en cambios en la forma de sus dinámicas que históricamente excluyen a las mujeres de los temas que no son de su incumbencia, y observar variaciones en los patrones, que vayan retirando obstáculos en beneficio de otras mujeres que se encaminan a ocupar estas posiciones.
Así podemos entender de mejor forma el porqué de la importancia de que un mayor número de mujeres deben ocupar cargos de representación política y afirmar que sí importa que más mujeres ocupen cargos de representación política.
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