“Hay tres tipos de mentiras: mentiras, malditas mentiras y estadísticas”.
Steven D. Levitt
FREAKONOMICS: Steven D. Levitt ha sido considerado, en su momento, el economista joven más brillante de los Estados Unidos. Steven D. Levitt no es un economista convencional, si los hubiera, y mucho menos un tecnócrata o un populista –de esos abundan- de esos que se enojan porque la realidad o la idea es diferente al modelo. En colaboración con Stephen J, Dubner ha escrito un libro –“Freakonomics”- y su saga - “Super Freakonomics”-, que versan sobre economía, pero que no saturan al lector de análisis matemáticos o de complicadas fórmulas que, regularmente, fallan y chocan con la realidad.
Es el suyo un libro que intenta –y logra la mayoría de las veces- explicar el fenómeno económico más allá de la apariencia y lo ubica, regularmente, en su justa dimensión, precisamente la que los economistas no ven porque nada tiene que ver con las regresiones, las líneas de tendencia o declaraciones populistas, y si tiene que ver con la realidad, aunque ésta se haya originado con décadas de distanciamiento.
Para Levitt, y para los que comulgamos con su manera de pensar, la economía tiene herramientas para dar muchas respuestas, pero carece de preguntas interesantes que den razón original a las respuestas.
Un solo ejemplo puede ilustrar esta línea de pensamiento: En los años 80, un economista renombrado, defensor de las personas sin hogar, Match Zinder, declaró públicamente que 3 millones de norteamericanos carecían de techo para vivir y declaró públicamente que cada segundo fallecían 45 personas sin hogar. Estas aseveraciones se constituyeron en dos verdades económicas alrededor de las que se tejieron movimientos y políticas orientadas a la solución de los problemas que plantaba.
Se tardaron mucho tiempo en analizar que, si cada segundo moría un total de 45 personas “sin hogar”, perecerían al año nada más ni nada menos que mil cuatrocientos millones de individuos, en una época en que la población total de Estados Unidos era de “solo” 230 millones de habitantes.
Levitt investiga –aún lo hace- este tipo de fenómenos y descubre que no fue la “tolerancia cero” la que acabó con la criminalidad de Nueva York, y que los políticos, maestros, los deportistas y los corredores de bienes raíces suelen hacer trampa al preferir los incentivos negativos –jugosos- a los positivos, pero poco atractivos.
Su análisis, plasmado en dos obras maestras, viene a colación porque es uno de los pocos referentes de verdadera investigación que rompe con tendencias estadísticas o de sensibilidad para determinar, en base a números actuales, lo que ocurrirá en el futuro –cercano o lejano-.
CRITERIOS SIN CRITERIO: Con este enfoque, hablemos de la perspectiva económica mexicana para el año que corre, de acuerdo a los “Pre Criterios Económicos 2024”, que presentó la Secretaría de Hacienda, matizados por la inercia de una estructura que no se ha modificado y de un presupuesto (y sus “supuestos”) que no se han cumplido, en modo alguno durante el presente sexenio, en que las llamadas metas (meras ocurrencias) en torno a crecimiento, inflación, pobreza, precio del petróleo, etc. No se han cumplido, ni acercado a su cumplimiento, además de la carencia absoluta de una verdadera estructura programática.
Crecimos, y crecemos, pero no a la velocidad ni en la medida que nos golpeó la pandemia. Es decir, no crecemos porque hubiera aumentado nuestra competitividad y la gráfica así lo señalara. Crecemos porque tenemos un extraordinario precio del petróleo, que ha generado ingresos extraordinarios que cubren deficiencias fiscales y productivas y porque las remesas de nuestros paisanos, más de 5 mil millones de dólares mensuales, arriban “limpiecitas” para estimular el consumo y la producción interna de él derivada.
Los Criterios Generales de Política Económica, que tradicionalmente acompañan a las proyecciones de ingresos y de egresos que se presentan al congreso para su supuesta discusión y posterior aprobación, se supone que marcan la línea de conducta económica para el año correspondiente.
Bien estos supuestos, entre el 2020 y el 2023 y, seguramente, para el 2024, se quedaron en meras predicciones estadísticas. El precio del petróleo, las remesas de los migrantes y, sobre todo, la solidez de la economía de los Estados Unidos, favorecieron nuestra estructura macroeconómica para tener, pese al factor político, un año de relativa recuperación y, hay que puntualizarlo, de indicadores económicos inferiores a los reportados en 2019, con peores condiciones de vida para la mayoría de los mexicanos, mayor migración, por falta de oportunidades y, desde luego, mayor pobreza si la medimos en términos de poder adquisitivo y no solo de ingresos anulados por la inflación..
A pesar del crecimiento, que no desarrollo, quedan las asignaturas pendientes de la creación de empleos, del desarrollo regional y del combate a la pobreza y ese es el reto que hay que cumplir, rompiendo la dependencia mental que ya existe entre el crecimiento de 6% necesario para generar el 1.2 millones de empleos que el país requeriría para 2023. Curiosamente, la cifra coincide con el número de migrantes que anualmente legaliza nuestro vecino del norte y que explica, en gran medida, el crecimiento de las remesas y la “disminución” oficial de la pobreza.
Dice Levitt que, regularmente, se establece en economía la correlación entre dos variables. Así, para generar “X” número de empleos, se requiere “Y” tasa de crecimiento. Este planteamiento se transforma en paradigma y se ignora que ambas variables pueden ser modificadas y romper el lazo de dependencia “estadísticamente” predeterminado.
Si el actual régimen se autodefine como el de “por el bien de todos, primero los pobres”, tendría que centrar sus políticas públicas y económicas en la generación de fuentes laborales y romper el tabú de que cada punto de crecimiento genera 200 mil empleos, suena económicamente incorrecto, pero es lo político y, sobre todo, socialmente necesario, pero, definitivamente, no es cierto.
Esto es posible, desde nuestra óptica, pero no en este año, ni con este régimen, empeñado en “programas sociales” y “mega obras” (super maquetas) de alto impacto “popular”, pero de nulo alcance productivo. Para repartir hay que generar, si una variable no funciona, anula a la otra.
La falta de reformas estructurales, y la destrucción de las ya existentes, es el obstáculo y el yunque en el cuello de la economía. En la medida que se logren las reformas, especialmente la fiscal y la laboral y regionalice el combate a la pobreza, se romperá la dependencia entre variables. Chile ya lo hizo, Irlanda lo logró y, desde luego, Estados Unidos lo hace regularmente.
DE FONDO: El manejo presupuestal se ha orientado, de manera anárquica, hacia efectos más tremendistas: becas, adultos mayores y sembradores de vida; lo que implicaría un reconocimiento populista a los poderes Ejecutivo y Legislativo. No obstante, la esencia de la competitividad, el sector generador de bienes de capital, seguirá sin desarrollarse y, mucho nos tememos, tendrá un año difícil con crecimiento inferior al 2%. Seguiremos, además, golpeando al sector servicios, y minimizando la inseguridad, lo que constituye un peligro latente para los ingresos presupuestales y fiscales y, sobre todo, como ya quedó demostrado, para generar un incremento brutal a los índices de pobreza y pobreza extrema.
DE FORMA: Nos moveremos, pues, alrededor del presupuesto de egresos y descifraremos la Ley de Ingresos y su Miscelánea Fiscal que, para variar, no se cumplieron en el 2021 y 2022, no se lograrán en 2023, y desvirtuarán las que se presentaron para 2024.
DEFORME: Para encubrir todo el caos económico y social que generó con “políticas” (ocurrencias) similares, Venezuela creó, en 2014. el organismo más aberrante y grosero de que se tenga memoria: la Subsecretaría de la Suprema Felicidad Social. Por cierto, el primer Viceministro fue despedido tras cuatro meses en el cargo, la pobreza no genera felicidad. Hasta el concepto más subjetivo se pretende regular ¡por decreto! Desde luego que no ha funcionado y es claro que pasar de ser el país con mayor ingreso per cápita de América Latina, en el año 2000, al de mayor pobreza en 2023 no hace felices más que a los familiares del inculto dictador de facto.
Redacción