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Martes, 13 Octubre 2015 18:38

Mi Querida distancia larga

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Todo comienza días antes cuando sé que el entrenamiento largo de fin de semana se acerca, aun que sé que es un escalón más para llegar a mi gran carrera, confieso que me causa estrés saber cómo y por dónde voy a correr.

Se llega la noche anterior en la cual prefiero dejar todo listo, mi ropa, las zapatillas, un par de geles, dinero, el agua e isotónico en sus respectivos envases colocados en mi cinturón, el cual ya espera para abrazarse a mi cintura, puede sonar loco, pero mi cinturón se convierte en mi mejor amigo durante mi distancia larga.

Voy a la cama, prendo el televisor y me llevó la gran sorpresa que en Netflix están repitiendo mi serie favorita, hago un pacto con mis horas de sueño y le pido quizá una de ellas;-al final fueron dos- ¡caray! Entro en pánico y preocupación.

Ya no hay más que preocuparse, programo 5 AM el despertador, uf rápidamente concilio el sueño pero 30 minutos después el despertador empieza a sonar, (dormí más pero sentí que sólo eso duró mi sueño) doy el primer manotazo al despertador y me echo a dormir otro rato más, quince minutos después el despertador vuelve a sonar y es como si me gritara; -¡Párate ya, que te espera tu distancia larga de 36k!-

Caray lo volví a hacer, en Facebook posteo que soy muy disciplinado pero en la realidad rara vez le gano al sol y una hora con veinte minutos después por fin me pongo de pie, y es cuando la voz antagónica me grita que no salga a correr, que hace frío, que hay pereza, pero en un instante la voz decidida se asoma y de forma enérgica sacude mi cama y cuan voz inquisidora me cuestiona; -¿Así es como vas a conquistar tu próxima meta?-

Más veloz que un rayo me disfrazo de uno de mis mejores personajes, ése al que le gusta correr, me dirijo a la cocina, me preparo algo ligero pero sustancioso, -estoy listo- bueno aún no, según el manual del buen correr primero habrá que calentar.

Quince minutos después ahora sí estoy listo, me llevo la gran sorpresa que ya son las 7:35, pero cómo, si desde las 5 AM estaba programado empezar este dulce calvario, salgo de casa para seguir con mi ritual pero oh no un problema más… el maldito GPS de mi reloj no quiere sincronizar, eso implica esperar un poco más, 10 minutos después por fin conecta y es justo cuando mis piernas se empiezan a mover, claro a paso lento como si me dejara acariciar por el viento.

Van pasando los kilómetros y a lo lejos viene otro loco corriendo de frente a mí, cuando nos encontramos nos damos los buenos días con tanta efusividad, como dejando claro que pertenecemos a la misma hermandad.

Veo como los automovilistas me miran con admiración, (al menos eso creo yo) uno que otro suena su claxon como en señal de alegría, otros menos educados me gritan puras groserías.

Sigo adelante y voy pensando en lo que hice o dejé de hacer en la semana o mejor aun lo que haré después de correr, pero sobre todo lo que comeré, casi siempre pienso en cosas insanas, incluso pienso en este entrenamiento en cómo lo voy a publicar en mi red social.

Mi camino sigue y en éste voy viendo personas e imagino sus historias; -¿Por qué se habrá vestido de azul? ¿En qué trabajará?- en fin cosas tan absurdas que ni yo mismo sé, creo que son producto de que mi mente va muy consciente y en tantas horas de estar con uno mismo; ¡caray! Olvídenlo qué más da lo que llegue a pensar.

Ya van casi dos horas y el sol me empieza a acompañar y ni qué decir del dolor, el agua empieza a agotarse y vuelvo a entrar en estrés, detenerme a comprar más, -finalmente lo hago- después de romper mi ritmo sigo mi camino, se avecina la gran avenida la que siempre me corta el paso, pero antes de llegar: -¡Tremendo susto me fui a llevar!- tras la reja de una casa un inmenso animal me ladra, ok, ok era un pequeño schnauzer, pero yo lo sentí como un inmenso perro rottweiler.

Sigo y sigo bien, pocos pasos por llegar a mi final, veo mi reloj y sé que puedo parar 800 o ridículos 500 metros antes, qué más da, quien se va enterar, pero me digo un rotundo ¡NO! Hasta el último metro es que tengo que completar, corro y corro más rápido, ya casi término, ya casi lo conquisto, mi corazón late cada vez más, juro que ya no puedo, un poco más me repito de forma mental, el aire se entrecorta ¡UF! Y finalmente…  mi reloj suena, me persigno mirando al cielo como dando gracias, con eso confirmo que es tan placentero terminar y que una vez más puedo con orgullo gritar:

¡Soy corredor!

Uno que cada fin de semana vive una nueva aventura en ésa tan querida y necesaria distancia larga.

Korridori Merino.

Edgar Merino

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