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Martes, 19 Mayo 2015 17:25

María y sus tenis rotos (Capítulo. I)

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-Ésta es la historia de María García una mujer que comenzó a correr mucho antes de lo que ella recuerda-

María nació en 1985 en un pequeño pueblo de México en donde vivió toda su infancia, sus padres habían tenido 11 hijos, ella una de las mayores y a pesar de ser una familia numerosa María se acompañaba de una enorme soledad que guardaba no sólo debajo de su almohada, sino dentro de su mirada.

Por las tardes María se adentraba en los maizales donde ayudaba a su padre con la cosecha, en ocasiones se distraía con las aves a las cuales perseguía corriendo, de repente María se detenía al escuchar a lo lejos la voz de Natividad, su madre:

-¡María! ¿Dónde estás? ¡María me tienes que ayudar con tus hermanos!-

El viento hacía lo propio y llevaba hasta María la petición desesperada de su madre y como siempre ella corría rápidamente a ayudarla.

María sólo tenía una amiga -Aurora- cómplices de aventuras Aurora decía que María era como un ave sin alas, que con el resto de personas era tímida, solitaria y callada, pero con ella de reír y hablar jamás paraba.

Aurora recuerda… -María era de aspecto frágil pero con unas piernas fuertes y quizá por esta razón le encantaba correr, acariciar con sus pies las laderas de la montaña, sentir la caricia del aire sobre su cara e imaginarse como una de esas aves que perseguía, eran cosas que llevaban a María a un maravilloso viaje-

Durante sus infancias había pocas cosas por hacer en su pueblo y una de ellas era un juego que María siempre jugaba sola, Aurora pocas veces la pudo acompañar porque en la escuela se encontraba, María también, pero a veces poco le importaba y de forma rebelde y de repente se escapaba.

El juego de María se trataba de ir al río cercano, ahí buscaba un pequeño tronco que lanzaba al agua, el río llevaba el tronco cuesta abajo deteniéndose varios metros adelante, justo al golpear con un montón de piedras, inmediatamente después de lanzarlo María corría con todas sus fuerzas por la orilla de ese río tan sólo para llegar antes que el tronco.

Cierto día… María tropezó con una piedra, resbaló hacía el fondo de un hoyo, allí un intenso dolor se apoderó de su pierna izquierda, se la había rotó, alarmada pidió ayuda por horas… tiempo después despertó inexplicablemente ilesa sobre su cama, María nunca pudo recordar -¿Cómo o quién la sacó y cómo es que estaba ilesa sobre su cama?-

-Sin saberlo esto era el inicio de algo que marcaría a María García por el resto de su vida-

Aún sin importarle la prohibición de sus padres y el consejo de su amiga Aurora de no volver sola, María tiempo después regresó al río y regresaba porque justo así se mantenía en un viaje… uno donde acariciaba el cielo de su felicidad.

Pasaron los años y por decisión de sus padres a los 16 años María se mudó con su tía Juana, ahí vivió gran parte de su juventud e incluso impulsada y apoyada por su tía, María estudió en la universidad.

-En aquel pequeño pueblo sólo habían quedado su familia, Aurora y las incontables corridas a lo largo del río-

María tiempo después se mudó a la ciudad a buscar una oportunidad, encontrándola como ejecutiva en una importante compañía, aquella niña tímida y frágil se había convertido en una brillante y hermosa mujer, una de dulce trato y sonrisa de encanto.

Ella ya no corría para ganarle a los troncos, ahora corría para ganarle a una realidad, una donde nunca se supo enferma hasta que una mañana de julio recibió una triste noticia de su médico, llena de lágrimas se dirigió a su auto, sacó sus tenis y súbitamente se echó a correr.

La angustia y los recuerdos la acompañaron todo el trayecto y justo uno de ellos de repente la hizo detener, tan sólo para recordar cómo es que había salido aquella ocasión cuando de niña cayó al fondo de aquel hoyo:

-¡Claro ahora lo recuerdo! una hermosa mujer, de mirada profunda y de encanto blanco se acercó hasta donde estaba, me dijo que ella podía sacarme si así yo lo quería, angustiada y con el inmenso dolor le contesté que sí- -Muy bien María- dijo aquella mujer, -Le pregunté cómo es que sabía mi nombre, no respondió y sólo dijo…

-Te sacaré e incluso ningún daño tendrás, pero una mañana de julio volveré por ti ahora con una misión, una donde yo poco a poco te quitaré suspiros de tu vida, pero con esa misma vida, alguien más vivirá, ¿Estás de acuerdo?- Desesperada le contesté que sí, tomé su mano y es así como salí ilesa de ese lugar.

La vida suele ser una carrera que en algún punto conecta la irrealidad con la realidad, la de María es seguir corriendo para alcanzar la vida de los demás, pero irónicamente la suya se le va.

-¿Y tú… correrías para alcanzar la vida de alguien más, aunque supieras que al hacerlo tu propia vida se te va?-

María García | Tenis rotos.

 

 

Edgar Merino

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