En el palacio nacional día con día se llora, ¿el motivo?... todo.
Un día su habitante sale a llorar acusando a los neoliberales de estar tras las investigaciones periodísticas que revelan las compras a sobre costo de ventiladores como el caso del hijo de Manuel Bartlett y al otro día también sale a a cusar a los “bots” de fastidiar sus benditas redes sociales.
Lo mismo sale a atacar la portada de Revista Proceso que a su acérrimo rival el Periódico Reforma, lo mismo se “calienta” con preguntas incómodas y arremete contra la prensa crítica.
El llanto se detiene cuando salen los personajes que al ritmo de: “Buenos días Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, o cuando salen los “reporteros” acusando a la “prensa carroñera” de querer ver al gobernante sometido a la realidad de los de a pie.
El llanto crece cuando una minoría de legisladores organizan un bloque que impide instalar la comisión permanente que ordenaría la sesión extraordinaria que le permitiera hacer a un lado al poder legislativo en materia de presupuesto con la complicidad de empleados como Ricardo Monreal y Mario Delgado.
Patalea, llora y berrea el primer mandatario contra quienes – en palabras de él – organizan campañas sucias en su contra, pese a que controla ambas cámaras, al ejército, a las televisoras, a los medios a través de convenios.
Diariamente sus ejércitos de cuentas creadas en 2020 y con menos de 100 seguidores comandados por Jesús Cuevas levantan tendencias para cambiar la percepción de quienes navegamos día con día en las “benditas redes sociales”, es ahí donde el Presidente solloza, se tranquiliza, le da aire para calmarlo: “mire señor Presidente, el pueblo lo ama” le deben decir en los pasajes del Palacio Nacional… el Presidente duerme tranquilo.
Al siguiente día el Presidente comienza a llorar utilizando 20 minutos de su conferencia para defenderse de las “calumnias” contra la familia Bartlett, patalea contra quienes filtraron el caso como lo fue la Organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad llamándolos “Mexicanos a favor de la corrupción” y dedica una buena parte de su discurso pagado con nuestros impuestos, para arremeter contra el mensajero y no contra el mensaje.
Un día sí y otro también acusa al neoliberalismo de tener los peores resultados de crecimiento económico y del Producto Interno Bruto, pero se seca las lágrimas argumentando que en su caso no busca el crecimiento sino el bienestar, omitiendo los resultados arrojados por el INEGI donde ubica el PIB en números negativos.
El Presidente sostiene una y otra vez que todos callaban “como momias” en otras administraciones y condena lo mismo a futbolistas, comediantes y cantantes por no decir nada, quizá las lágrimas que lleva derramando en 18 años le impidieron ver las fuertes críticas a Felipe Calderón, Vicente Fox y los más sonados en el sexenio de Enrique Peña Nieto que van desde el Helicóptero que usó como taxi David Korenfeld, director de la Conagua, o el Socavón de la SCT que costó la vida de dos personas y la caída de un satélite que evidenció la ineptitud del hoy difunto Gerardo Ruiz Esparza, el “no te preocupes Rosario”, la Estafa Maestra, la Casa Blanca de Angélica Rivera, la entrega de televisores con el nombre de “Gobierno de México” que indignó a toda la prensa, y una serie de casos que las lágrimas del entonces candidato no le permitieron ver.
El Presidente llora, sigue llorando, ganando hace berrinche, da lo mismo la razón por la que llore, su verdad es la única que impera, su voz y su berrinche es el único que tiene la razón ante la realidad de las cosas.
El palacio nacional en tiempos de la 4T augura el consumo de muchos pañuelos, pues conforme pase el tiempo el llanto agudizará,acusará que no lo dejaron gobernar, llorará más porque no llegó el cambio prometido, hará berrinche porque la corrupción siguió exhibiéndose, pateará porque el Reforma, el Universal y Proceso permanecerán.
El Presidente se ahogará en sus lágrimas...