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Miércoles, 08 Julio 2015 07:54

La puta que más jodía al corredor

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¡Ya no puedo más! me he cansado de correr tras de ti, y es eso precisamente lo que ahora más odio, -que corras- que seas un absurdo y estúpido corredor, ya no soporto la situación.
 
-Esto fue un breve fragmento de lo que ésa le reprochó al corredor-
 
Pero no sólo hubo reclamos, sino también reproches de ésa, donde no sólo se escucharon esas palabras, sino otras más:
 
Dante, lo recuerdo bien, yo estaba parada en esa esquina y fue ahí cuando te vi pasar, eras aún un adolescente, desde ese momento supe que serías para mí, porque vi que llevabas a cuestas un costal lleno de tristezas.
 
Siempre he tenido mala fama, dicen que me he metido con muchos hombres e incluso con muchas mujeres también, no lo niego y por eso me he ganado esa reputación, y por eso muchos de forma despectiva me llaman; -La Puta- 


Al principio no me hiciste mucho caso, así tuve que seguir como una fiera que espera el momento justo para lanzarse a su presa, el tiempo fue trascurriendo y poco o nada logramos platicar, me mirabas con desprecio o como algo con lo que nunca quisieras estar.
 
Pero tenías que caer, sabía que con ésa que andabas algún día te iba a lastimar y finalmente en mí te ibas a fijar, y al final así fue, te lastimó y por fin te fijaste en mí, y fuiste hasta esa esquina donde yo siempre te esperé.
 
Desde ese día todo empezó a ser especial, al principio titubeabas pero fueron pasando las semanas para que fuera viendo en ti esa oscura depresión producto de esa maldita relación sin sabor.
 
 
Ay Dante recuerdo como si fuera ayer, juntos fuimos descubriendo el mundo del delirio que se detona con el alcohol, y aún recuerdo como con el humo de nuestros cigarros hacíamos poesía entre nuestras manos.
 
Volábamos juntos a un éxtasis que nos llevaba a la carencia de razón, y miles de noches tuvimos sexo en aquella oscura habitación, me tocabas y dabas rienda suelta a tus más locos placeres.
 
Juntos besábamos la noche, la acariciábamos sin reproche, juntos derrochábamos el dinero, hasta permitía que estuvieras con esas mujeres, porque yo sabía que eran “relaciones” que no te llevarían a nada. 
 
Yo aplaudía tu mediocridad, tu deslealtad, tus miedos, tus apatías, es más hasta tu ignorancia, incluso estuve ahí cuando tu cuerpo empezó a engordar y en general cuando tu salud comenzó a deteriorar.
 
-Y aun así nada de eso me importaba-
 
Conmigo no tenías presión de nada, de hacer o decir, de poner en movimiento tus pensamientos y sentimientos, incluso ni siquiera de mover tu cuerpo, sabes que yo no creo en eso de ejercitarse, conoces mi postura…
 
-La imagen que vistes y proyectas es aún más importante, a la mierda el bienestar físico e interior- Pero ahora…
 
¡Ya no puedo más! me he cansado de correr tras de ti, y es eso precisamente lo que ahora más odio, -que corras- que seas un absurdo y estúpido corredor, ya no soporto la situación.
 
Porque desde ese día que decidiste ponerte un par de tenis, me empezaste a olvidar, a dejarme parada en esa esquina donde aquella noche me fuiste a encontrar. 
 
Las noches, ésas de nuestras locas fiestas se fueron haciendo cada vez menos, ya casi no nos vemos, empezaste a preferir esos tus entrenamientos, tus mañanas de ganarle supuestamente al sol y de cuidar tu alimentación, ésa tu supuesta forma de seguir y no renunciar, de llorar cada que una meta llegas a cruzar.
 
Estás loco si crees que ese mundo es para ti, sé que algún día vas a volver a mí, porque sabes que nos deseamos y porque un día fuiste mío y yo de ti.
 
Te extraño y sabes que quizá ya te amo.
 
Y sí… ¡adivinaron! Ésa era La puta que más jodía al corredor
 
Esa puta que un largo tiempo lo jodió, era esa puta vida que un día encontró en un bar de una triste esquina, una puta vida de excesos, de apatía, miedos y complejos, esa puta vida de la cual ahora ya no se acompaña es la que siempre recuerda cada mañana que sale a correr, porque sabe que esa puta vida que llevaba se acabó desde que Dante se transformó…
 
-En un corredor-
 
Dante sabe que su vida no cambió por correr, simplemente le dio herramientas para vivir y recordar que un día nació para triunfar.
 
Porque todos los que corremos tenemos un secreto inconfesable, un arrepentimiento irreversible, un sueño inalcanzable o un amor inolvidable, en sí; una puta razón por la cual empezamos a correr. 
 
La tuya… -¿Cuál fue?-
 
 
Korridori Merino

 

Edgar Merino

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