Si Estados Unidos fuese México, Donald Trump tendría 80 por ciento de aceptación y la gente estaría feliz feliz feliz. La mala noticia para el presidente norteamericano es que ganó por apenas una diferencia de 1.5 por ciento del total de votos emitidos en todos los estados de la Unión Americana y que la gente en su país, cerca de la mitad, no se traga sus cuentos, ni confía en él, ni lo aprueba.
Todos creemos que la victoria de Trump fue apabullante, así nos pareció tan pronto comenzaron a conocerse los resultados de las elecciones. Lo fue para los estándares de la democracia norteamericana, sin embargo, en términos de votos el cómputo dice que el 49.8 por ciento los obtuvo el republicano contra el 48.3 por ciento de la candidata demócrata.
Con base en las encuestas de aprobación que se publican en el sitio www.realclearpolitics.com el presidente Trump arrancó el mes de febrero con 49 por ciento de aprobación, casi la misma proporción de los votos que obtuvo en las elecciones, y 45.5 por ciento de desaprobación. Un mes después, la aprobación de Donald Trump bajó a 48.4 por ciento, solo 0.6 décimas de punto, pero la desaprobación subió 2.6 por ciento y se coloca en 48.1 por ciento, con un balance de +0.3 puntos.
En cosa de un mes, el presidente de los Estados Unidos comenzó a perder base electoral, pues ya tiene menos aprobación que la proporción que votó por él en las elecciones.
En cuanto a la aprobación por temas, Trump obtiene un balance de -5.2 puntos en economía, -5.8 puntos en política exterior, +5.5 puntos en inmigración, -10.3 puntos en inflación, -4.0 puntos en el conflicto Israel vs Hamas y -10.1 puntos en el rumbo del país. El saldo de la estrategia de gobierno de Donald Trump es negativo en casi todos los rubros (salvo inmigración), así lo demuestra la percepción del pueblo norteamericano.
Si la tendencia continúa como comenzó, Trump será un presidente que le costará votos a su partido en las elecciones intermedias de noviembre del 2026. Ese lastre político electoral puede significar que el Partido Republicano pierda el control de las Cámaras y con ello un instrumento estratégico hacia el final del periodo de gobierno.
¿Será que Donald Trump no lee las encuestas, las lee pero no le interesan o cree que su plan de gobierno dará resultados y revertirá las tendencias? Nadie lo sabe.
Su falta de preparación y su incapacidad para comunicar sobre temas económicos ya ocasionó una caída de las bolsas en Estados Unidos. Los mercados financieros reaccionaron ante la expectativa de una inminente recesión que el presidente no pudo o no supo atajar.
Salvo por algunos temas específicos, en general el presidente Trump le ha quedado a deber a su gente. Recordemos que una parte importante de los votos que obtuvo tenía la expectativa de que Trump redujera la inflación, la cual ha aumentado desde que asumió el poder. Y no solo no ha bajado la inflación, sino que ha detenido el crecimiento económico, ha comprometido las cadenas de suministros industriales y ha ocasionado distorsiones en las expectativas económicas por su política de amenazas tributarias postergadas. Al mejor estilo populista, Trump es capaz de ocasionar problemas donde no existían e incapaz de arreglar aquellos que dijo que arreglaría.
Más allá de las expectativas racionales los números son contundentes, demuestran que el sistema político norteamericano comienza a reaccionar al castigar los excesos de un presidente que actúa por instinto y sin contrapesos al interior de su gabinete. En ese contexto, quizá la estrategia del gobierno mexicano podría ser más agresiva y buscar que desde el interior de los Estados Unidos crezcan las resistencias, de lo contrario, nuestro país seguirá recibiendo presiones y amenazas que en nada ayudan a su economía.
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