La educación es la más poderosa herramienta de combate a la pobreza, iguala oportunidades y mejora condiciones de vida.
Ha sido subutilizada en México, aunque consume un porcentaje muy importante del gasto público anual, que, en términos relativos, aumentó por arriba del crecimiento del PIB.
La mayor parte del gasto educativo corresponde al sector público, pero la intervención de las familias es ya significativa. En 2009 el gasto público representó 77.9% y el 22.1%, correspondió al sector privado.
Sin embargo, el aumento del gasto educativo no es suficiente para garantizar el mejoramiento de los resultados de desempeño de los estudiantes.
Los resultados de la prueba PISA 2022 recientemente publicados, dejan claro que México se encuentra en un serio problema de eficiencia de su sistema educativo.
Los números son alarmantes, ocupamos el penúltimo lugar de los paísis evaluados, sólo por encima de Colombia y muy por debajo de Japón, el mejor evaluado.
En matemáticas y comprensión lectora resultamos el tercer país peor evaluado y el último en ciencias. De acuerdo con publicaciones del IMCO, el desempeño de los estudiantes mexicanos cayó 15 puntos en matemáticas y 10 en comprensión lectora.
Por ello resultan altamente preocupantes las reacciones del presidente y de la secretaria de educación que, en lugar de recoger la evidencia y accionar soluciones para mejorar la eficiencia de aprendizaje que logra el sistema educativo nacional, acusan con descalificaciones ideológicas los resultados de la prueba y se rehúsan a tomar en cuenta sus resultados y los descartan.
El mensaje del presidente es ridículo. Las pruebas no miden el convencimiento ideológico de los estudiantes, ni la filiación partidista de los maestros.
La Secretaría de Educación desestimó los resultados de la prueba para argumentar que las caídas en los resultados de los alumnos mexicanos son producto de la pandemia y justifica los resultados con el argumento de que las pruebas estandarizadas no permiten reconocer los contextos regionales y las realidades de los alumnos.
Lo cierto es que los mexicanos estamos obligados éticamente a reconocer que los resultados de nuestro sistema educativo son deficientes. La sola asignación de recursos públicos, no está resolviendo los problemas de infraestructura ni de calidad educativa.
En este contexto, la reforma lopezobradorista denominada Nueva Escuela Mexicana, hecha sin rigor técnico y con bases ideológicas, aumenta el riesgo de que las niñas, niños y adolescentes se queden fuera de las oportunidades de futuro que significa nuestra pertenencia a la región más poderosa del mundo.
Redacción