A finales del echevirreintato, poco antes de los tiempos del célebre JoLoPo —cuando la investidura presidencial terminó por valernos gorro— la frase del célebre Perro priísta en campaña fue “la solución somos todos”, tatuada en toneladas de basura propagandística e incluso en el volcán La Caldera, que se encuentra en la salida del Distrito Federal, rumbo a Puebla, en el que se podía apreciar “todos unidos con López Portillo”. Incluso las corcholatas de refrescos traían la frase.
El ingenio mexicano, que hace burla hasta de la muerte y probablemente como única forma de defensa ante los atropellos políticos, rápidamente la cambió por “la corrupción somos todos”, ya que el régimen enriquecería a muchos políticos y sólo ofrecería en bandeja de plata a Arturo El Negro Durazo, nada más para que no se quedaran con las ganas de linchar a alguien.
La colina del perro y la administración de la riqueza (que nunca tuvimos) quedaron en el olvido para que efectivamente la mayoría de los mexicanos nos anexáramos al sistema, no al que gobierna, pero sí al que transa (con s, por ser apócope de transacción) de ahí que comprobáramos que de otra manera no avanzaríamos.
El que esté libre de pecado podría arrojar la primera piedra. Pero mire a sus amigos, compañeros de trabajo, familiares o vecinos e identifique de qué manera entran en el bajo mundo de corruptelas para ganarse el favor o un servicio gratis, por ejemplo, el que paga para saltarse la verificación de autos y maneja una carcacha contaminadora que circula todos los días porque tiene calcomanía cero.
Otros miles más se cuelgan de la luz para no pagar las abusivas cuotas de la CFE, pero también la desean regalada. Los más gandules buscan el modo de robarse la señal de cable de su vecino, más en estos días si no fueron beneficiados con una pantalla que les permita ver las novelas o el futbol. Unos más modernos hackean el internet inalámbrico, pues para qué adquirir un paquete si siempre hay un buen samaritano que no tiene seguridad en su módem. No hablemos de los que compran películas y software piratas.
Tenemos a quienes evitan una multa por pasarse un semáforo en rojo al ofrecer una dádiva al buen policía que nos recuerda que si no estamos con el sistema estamos contra él. El mexicano busca fregarse a otro en su beneficio, desde el que hace trampa en la escuela al copiar en un examen o usar acordeón —por inocente que parezca— hasta las enormes compensaciones que dan las grandes empresas para obtener una licitación. El ejemplo debe empezar con nuestras actitudes personales y quizás pocos tengan ánimos de cambiar por ahorrarse unos pesos al mes. Por eso tenemos los gobernantes que merecemos.
Pregunta para el diablo
¿De qué manera usted entra al juego de la corrupción?
Imagen de: @Vikusan