Los argumentos para obligar a todos los automovilistas a asumir al parejo la culpa por los altos niveles de contaminación en la ciudad de México resultan patéticos. En una semana y fracción el descontento se ha hecho patente, aunque hay conductores que abiertamente desafían la imposición e incluso ha protestado con marchas y llamados en redes sociales a sumarse a la causa.

A todos los que debemos desplazarnos grandes distancias nos pasaron a fastidiar, pero si estamos conscientes en que la medida es necesaria la asumimos, con todo el esfuerzo que implica tener un auto nuevo o con su mantenimiento al 100 por ciento, porque en estos días hemos visto que el mercado de vehículos chatarra se ha incrementado. Basta darse una vuelta por las calles para observar la cantidad de cafeteras con símbolos de venta, incluso nada más en el trayecto a su trabajo cuente el número de los vetustos vochos con placas recientes que se topa.

Ya ocurre lo mismo que hace 20 años, en que se endureció la medida: la gente que puede compra al contado una o dos carcachas, que terminan por contaminar más que 10 autos nuevos, de acuerdo con los especialistas. Entonces, si se saca un millón de vehículos de circulación por día, el cambio en materia de tránsito y contaminación debería ser notable; sin embargo, esto no es visible para los ciudadanos y lo muestran las cifras de la calidad del aire y tiempos de recorrido.

A partir de 2017 las motocicletas verificarán y quién sabe qué otras medidas rudas habrá; la salud es la principal razón que se esgrime, pero si así fuera, deberían atenderse las quejas existentes en las mismas oficinas de gobierno y de muchas empresas particulares para proteger a los no fumadores. Como anécdota, quien esto escribe fue fumador pasivo, pues laboró 9 años en un periódico que exige democracia hacia el exterior, pero que dentro se muestra complaciente y privilegia a quienes se echan media cajetilla en una jornada de trabajo por encima de la mayoría, que debe aguantar estoicamente el humo o los insultos si se atreven a exigir su derecho.

Quizás las solución sea más complicada, el transporte público deberá renovarse, la verificación sí tendrá que privilegiar a los autos con convertidor catalítico e incluso el año de fabricación del coche, obligarnos a descansar un día probablemente será necesario, pero con estadísticas en mano deberá probarse su funcionamiento, entonces quizás diremos que colaboramos con el medio ambiente sin haber entrado al círculo vicioso de la corrupción.

Pregunta para el diablo

¿A quién perjudicaría monetariamente si quitan la insostenible verificación?

Imagen de: @vikusan