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Lunes, 06 Julio 2015 09:04

Evaluación docente: olvido al tiempo

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En el extraordinario libro Cien años de soledad un día la gente empezó a perder la memoria, Alzheimer colectivo que se le ocurrió a Gabriel García Márquez −y que copió de alguna manera más completa Saramago en Ensayo sobre la ceguera−; para solucionarlo la gente de Macondo etiquetó cada objeto y escribió para qué servía. Fue una solución parcial hasta que olvidó la forma en que se leía e incluso el sonido de las letras. De esta manera la profesionalización del magisterio sólo tuvo paliativos durante sexenios sin darle una solución de fondo.

Muchos que ejercen la noble profesión docente no tuvieron estudios completos. Numerosos son los casos en el Distrito Federal en que a decenas se les ha retirado del servicio por haber trabajado sin tener un título profesional o que presentaron documentación apócrifa. Personalmente conocí tres casos cercanos, con 28 años de labor –ya en pleno trámite de pensión−, 25 y 15, respectivamente; todos fueron echados por fraude. Como éstos debe haber muchos más en los estados, más en territorios centistas, donde las plazas cuestan mucho dinero más puntos de escalafón generados por asistencia a marchas, mítines, plantones y más para quienes se enfrenten a la policía o causen destrozos.

En estos días el magisterio está más que dividido: las viejas generaciones se oponen a una evaluación espantosamente exhaustiva y que se basa más en aspectos legislativos que en conocimientos generales. Un examen de ocho horas, en línea, encerrados en cuartos de cómputo con calor al máximo, sin posibilidad de levantarse y con vigilancia mayor que en una cárcel hizo sentir a los sustentantes como delincuentes de alta peligrosidad.

La mayoría de nuevos profesores han ingresado sin comprar una plaza o haber dado mordida, para obtener cierta estabilidad laboral realizó examen, primero del programa Alianza por la educación, después bajo otros nombres. Quizás el tiempo alcanzó a los primeros y antes que verse desplazados levantan la voz, aunque muchos aceptan prepararse las normas son muy rudas, aún para el mejor estudiante.

Antes que leyes y lineamientos para litigantes lo más importante en un docente es poseer conocimientos sobre las materias que imparte. Es triste ver en redes sociales una gran cantidad de quejas con increíbles faltas de ortografía, aspecto básico y que dice mucho de quien escribe: nula lectura, incapacidad de redactar algo sintético y coherente; por ende, carencia de cultura general. Ahí el problema central de qué y cómo enseñarán a los niños si no dominan una competencia elemental.

De la misma manera todos los servidores públicos deberían tener un grado de estudios, además de honorabilidad y ser examinados antes de asumir un puesto, no sólo los maestros. Quizás de esa manera no tendríamos que esperar lo ocurrido lo escrito por Gabo, que de repente la memoria regresó de la misma manera en que se fue y todo quedó como si nada pasara.

 

 

 

 

Imagen de: @Vikusan

Victor Manuel García Santiago

Periodista y catedrático UNAM. Amante del cine, música, escribir, leer y enseñar. Apasionado por los medios. Amo a mi familia y Bronco de Denver de Corazón. 

Twitter @Vikusan 

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