Las discusiones partidarias para decidir quiénes serían sus candidatos no sólo estuvieron centradas en las figuras políticas, también en el género de los prospectos. Establecer una cuota de género es, desde mi punto de vista, un error de procesos.
Si lo que se pretende es lograr la equidad entre mujeres y hombres, no puede hacerse desde una pauta legal que obligue a los partidos a imponer mujeres en cargos populares por el simple hecho de ser mujeres. Es un engaño para los mexicanos, que reciben televisiones con el eslogan federal, a través de las cuales podrán observar contenidos de baja calidad ética y alta moralina, en los que se promueve la violencia intrafamiliar, el patriarcado proveedor acompañado del engaño y la burla, la cosificación del ser humano, el agravio como vía hacia el éxito, el chisme como noticia, las noticias chismosas y los chismosos en los noticieros. Luego entonces, se les hace creer que ver la cara de una mujer en un panfleto significa vivir en un país de equidad.
No, una cuota de género no significa equidad, porque basta echar un vistazo al gabinete federal o una breve visita a la página de la primera dama para darse cuenta que la equidad, hoy por hoy, es un tema aspiracional y no cultural. No sólo en la actual administración se percibe ese valor de la mujer por ser mujer; en las elecciones pasadas Josefina Vázquez Mota utilizaba su condición de mujer como una ventaja sobre los hombres. Las mujeres son tan valiosas por ser mujeres como los hombres por ser hombres.
¿Han visto las primeras planas de los últimos…cuarenta años? Es más, las de los últimos cinco años, cuando ya estaba de moda la equidad en la política. La noticia la hacen los hombres, la política la conducen los hombres. Es tristísimo ver que los titulares y las declaraciones trascendentales son casi siempre autorizadas o emitidas por hombres. Según ONU Mujeres, hasta el 1 de julio del 2014 sólo el 20.9 por ciento de los parlamentos nacionales estaban conformados por mujeres.
Por supuesto que hay mujeres que han sido importantes en la política mexicana, está Elba Esther, Beatriz, Leticia, Margarita, Martha. Sin embargo, más de la mitad de ellas lo ha logrado mediante una actitud casi masculina –desde la concepción del macho mexicano-, es decir, de dureza, imposición y fortaleza casi estoica. Eso significa que para ser exitosa en la política una mujer tiene que camuflarse entre los hombres, de lo contrario es devorada.
Aún con la cuota de género, las instituciones no garantizan equidad en la política, pues a pesar de que todos los partidos postulen candidatas y candidatos en proporciones similares, el pueblo seguirá eligiendo a los hombres por encima de las mujeres, no por mala voluntad, sino porque eso es lo que maman culturalmente de los aparatos hegemónicos estatales.
Por ahora la cuota es simplemente eso, un tema de burocracia electoral y no de equidad de género. El poder de empoderar a las mujeres no está sólo entre las instituciones y hojas foliadas llenas de esdrújulas; está en los electores, varios de los cuales estamos convencidos de la equidad como igualdad sustantiva y no como una tabla de equivalencias capilares.
Nos leemos el jueves, con el inicio de una nueva vuelta al sol.
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