Cada día las personas tenemos alrededor de 60 mil pensamientos internos. De acuerdo a algunos estudios, “tanto como el 75% de todo lo que pensamos es negativo, contra-productivo y trabaja en contra de nosotros. No es lo mejor lo que nos ha afectado o influenciado”. Fuente: What to say when you talk to your self. New York: Pocket books, 1982, 20-21 Shad Helmstetrer.
Los pensamientos negativos siempre acarrean ideas falsas. Las que a las personas nos confunden. Esos pensamientos nos generan coraje, ira, frustración. Por eso son “malos pensamientos”. Son tóxicos. Corroen el alma. Corrompen.
Al enojarnos dejamos de pensar o de hacerlo adecuadamente. Creo que es porque estamos más enfocados en sentir, que en pensar.
Todos tenemos derecho a enojarnos. Sin embargo; ¿Por qué quedarnos así, enojados?
Al hacerlo no solo nos dañamos a nosotros mismos, sino a todas las personas que nos rodean. Esto es una desgracia personal y colectiva.
Algunos de los efectos son: - Aumento en la presión sanguínea, lo que con el tiempo puede provocar el deterioro de las arterias. - Se eleva el pulso cardiaco y se genera taquicardia. - Aumenta la producción de sustancias químicas como la adrenalina, lo que altera el equilibrio natural del cuerpo. Esto en lo individual.
En lo colectivo el daño es amplio y obvio. Incluye lo social, ambiental, familiar, laboral, político, religioso, etc.
Al enojarnos dejamos de pensar. Al mismo tiempo no somos conscientes de nuestros pensamientos de coraje, de ira. No estamos al tanto de ellos. Por lo mismo nuestra manera de pensar está distorsionada. Nos traiciona. Reaccionamos a los estímulos que recibimos. No respondemos a ellos. Lo que casi siempre va en nuestra contra.
A pesar de enojarnos pudiéramos seguir en control de nuestra persona. Solo necesitamos decidirlo. Pero esto es muy difícil de hacer y más, de lograr.
Por ello el control la mayoría de las veces se pierde. Además, la llamada “mecha corta” tiene que ver. Estoy seguro que el enojo constante acorta “la mecha”. Nos delimita la paciencia.
Un pensamiento distorsionado surge por dos causas principales.
1.- Por etiquetar a una persona o situación de tal manera.
Al ponerle una etiqueta a algo o a alguien se logra perpetuar la perspectiva que tenemos. La que necesariamente es negativa. Por eso nos enoja. Sin embargo, al hacerlo, al ponerle un adjetivo a la persona o situación no tomamos en cuenta si la razón nos asiste o no. Si la perspectiva que tenemos es cierta o no. Solo ejecutamos. Reaccionamos poniendo la etiqueta.
Eso nos enfurecerá más, porque nos estaremos repitiendo el concepto en la mente constantemente. Cuando así hacemos generamos una “huella cerebral” que se profundiza.
Cuando un pensamiento va ligado a una emoción o sentimiento éste se implanta de manera más fuerte en el cerebro. Al recordarlo se hace más profundo. Es como el agua al caer y correr por la tierra. Cuando inicia su cauce. Con la frecuencia y el tiempo crecerá.
2.- Magnificar.
Esto es engrandecer o amplificar las malas conductas o las malas experiencias que hemos tenido. Las que pudieron ser ocasionales, excepcionales.
Al etiquetar algo, se le “pinta” o se les “marca” como hábitos recurrentes de la persona o situación Por ello en cuanto las tenemos enfrentes o presentes, reaccionamos con el comentario negativo. Esto aumenta el coraje, la ira. La rabia.
La frecuencia, la repetición también ayuda a que estemos “pre-dispuestos”. Nos harta, nos enoja. Nos enfurece. Mata la esperanza.
Por eso, ¿estamos a merced de todo lo anterior? No, pero no es fácil sobreponerse.
Decidir internamente no tener o no detener los malos pensamientos nos ahorrarán mucha frustración y corajes. ¿Cómo se hace eso?
Todos tenemos diálogos personales internos durante el día. Poseemos entonces un “oído interno”. Es con el que nos oímos a nosotros mismos. Así y como con todo en la vida hay que entrenarnos para escucharnos. No solo a oírnos. Hay una diferencia. Es importante.
Al entrenarnos estamos adquiriendo la habilidad de darnos cuenta lo que nos estamos diciendo nosotros mismos. En qué forma y en qué tono lo hacemos. ¿Cómo logramos esto?
Tenemos que concentrarnos en lo que pasa en nuestra mente. En lo que estamos pensando.
Si nos ha causado coraje, ira o estamos furiosos. Si así ha sido, admitirlo. Ser sinceros y honestos con nosotros mismos. Valorarnos.
El coraje es señalado muy frecuentemente como la emoción humana que con más frecuencia mal nombramos o disfrazamos.
¿Por qué? Porque nos conviene hacerlo.
También por las tendencias que tenemos. Las de pensar mal con más frecuencia que el pensar bien. ¡60 mil pensamientos en promedio al día! ¡75% son tóxicos!
Tenemos todo el derecho para enojarnos por lo que sea. La emoción es natural, humana. Es como el hambre, a todos se nos manifiesta. ¿Pero a quedarnos enojados?
Al permanecer enojados se nos dificulta distinguir los pensamientos que tenemos. Se distorsionan las ideas. No nos damos cuenta hasta que alguien o algo nos con-vence de lo contrario.
México está enojado. Diferentes factores lo han motivado a ello. México está en peligro. Como nunca antes. México y los mexicanos debemos de admitirlo. Unos y otros. México debe serenarse.
La elección que viene no es un juego, tampoco un experimento. Es nuestro futuro, de nuestros hijos, de nuestros nietos.
Llegar enojados a la elección es grave, muy grave. Es El Meollo del Asunto.
Tuiter: @elmeoyodlasunto
Correo-e: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Enviado desde Correo para Windows 10