No es de extrañarse que en una fecha como el 14 de febrero la gente inhale buen ánimo y exhale acciones de amor para otros, pues a pesar de que a muchos no les agrade este día, todo el mundo cae ante las redes invisibles que genera, corren de un lado a otro por los andenes del metro, con carteles, cartulinas, osos de peluche y, por su puesto, globos con esa figura universal a la que le llaman corazón.
El clima dio mucho qué desear, aunque para algunos fue el pretexto perfecto para dar y recibir cálidos abrazos, quedarse en casa o en alguna alcoba, acurrucados cual palomos; para aquellos que salieron con ese cielo gris de fondo con amenazas de llovizna no fue impedimento para conseguir un detalle en la jungla del famoso mercado de Jamaica, donde más de uno cotizaba el mejor precio y contaba incluso la morralla. De entrada, la fila de puestos con adornos, tarjetas y moñitos saturaba de rojo el panorama, al final de todo lo nublado ya no quedaba tan mal, aún había algunos chocolates, un hombre preguntaba a la vendedora cuál moño se veía mejor, “lo importante no es el color, sino el detalle”, para convencerlo así de que le comprara de una buena vez.
Ya en el mero corazón de Jamaica los arreglos tradicionales no faltaron, pero eso sí, los tulipanes se llevaron el primer lugar como la flor más vendida, seguida por las rosas y luego las orquídeas, y cómo no, si estaban más caras que comprarle a la novia el anillo de compromiso. Un par de muchachos salió del lugar con un arreglo tan grande que el otro dijo: “ya con éste, los chocolates, más la comida no creo que te diga que no”. Ojalá que la inversión haya dado frutos, de lo contrario habrá un integrante nuevo en la banca de la soltería y una dama con complejo de culpa.
Mientras un taxista subía un arreglo tan grande como el mismo auto, increpaba a un colega: “órale, si no son competencias”, pues intentaba amarrar un arreglo aún más grande. Ya eran las 4 de la tarde y las chicas que venden globos de helio se mostraban tristes al no terminar de vender toda su mercancía, afirmaron que en otros años se vende más y que lo peor fue que este 14 cayera en sábado, “porque en las escuelas es donde se hacen las vacas gordas”, que para la hora ya se habían tardado.
La esperanza muere al último y en la oscuridad mucha gente aún llegaba a comprar regalos, al entrar al estacionamiento el mercado presume su neo mural Jamaica revive, realizado por un equipo de artistas urbanos. De él se podría hablar por horas, ya que las múltiples técnicas y colorido se remontan a más de 500 años y cuenta la historia del lugar. En fin, la lluvia dio la segunda llamada para los que tenían que regresar en transporte y con la bendición de todos sus santos para no arruinar lo adquirido, era la hora de salir corriendo y comprar lo que estuviera a la mano.
En la calle la cosa es diferente, ese respiro de buen ánimo y lindas acciones se convirtió en azufre puro, los enamorados tienen alma de dragón y se pelean por el taxi o por un lugar en el camión; la gente va más de prisa porque debe de levantar los puestos, mientras todavía queda el rezagado indeciso que no sabe qué llevar, los viene viene salen de todos lados a apoyar a los conductores, unos cargan, otros corren, una señora cuida un arreglo floral y la amiga consigue el transporte, los vendedores dan nuevas ofertas y comienza a escucharse el famoso “remate, remate; bara, bara”. “Ándele, cliente, póngase guapo”; es música para los oídos, dirigido a uno que otro que estuvo todo el día en búsqueda del ofertón.
Un rato más y la euforia cedía el paso a la tranquilidad, después de todo la lluvia nunca llegó, los clientes podían regresar a sus destinos, pobres pero tranquilos, las floristas veían cómo sus arreglos se iban, pero ninguno llegaba a ellas y se decían entre sí: “no le hace que yo venda flores, a mí me gustaría que me regalaran unas”, porque eso sí y este día quedó claro: “lo que importa es el detalle”.
Imagen principal cortesía de: Fernanda Téllez
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