¿Qué significa para ti el tiempo? -Preguntaron a aquella persona y su respuesta simplemente fue triste y dolorosa- El tiempo ha sido amigo cruel y sincero, ha acariciado con lo sutileza de una roca y ha brindado sólo las espinas de una rosa, desde aquella mañana de otoño el tiempo se convirtió en horas no contadas, en minutos de espera, en ver como pasaban los demás y en llegar al día siguiente al mismo lugar y sorprenderse porque algunos ya no iban a estar dentro de esta hermosa carrera.

El tiempo no es más que un cumulo de momentos, en los cuales podrías llegar a perder hasta el aliento, de no saberse si seguías de pie o alcanzabas el suelo, el tiempo de llorar sin lágrimas, de abrir puertas y no encontrar respuestas, el tiempo de esperar las mañanas cuando ya no ves ni las estrellas en la mirada.

Entonces… ¿Qué es la distancia? -Aquella persona ahora sólo pensó un instante, su respuesta fuerte y contundente se escuchaba- La distancia es tan relativa tanto como el tiempo, porque puede ser tan larga como una noche fría de invierno o tan corta como el más dulce aroma, la distancia se volvió compañera de la soledad e íntima amiga de la ambigüedad, que en cada sesión aturdía hasta el corazón y a cada momento la distancia no sólo gastaba las suelas de las zapatillas, sino todas aquellas dulces alegrías.

¿Y qué significa parar? De esas veces que ya no puedes seguir más, -La respuesta resultaba obvia para esta persona- Parar es robarle el verde al jardín, es tener pies mudos y manos sordas, es caminar por las banquetas de una cama mañana tras mañana, es ver la vida desde otra perspectiva y pensar… ¿Por qué Dios mío tuvo que pasar? Es haberle dado voz a una enfermedad, una que parte e imparte lecciones y también uniones, parar es pedirle a la enfermedad sólo un pacto y un acto de amor, porque la fe es más grande si estás con Dios.

Esas tres cosas -tiempo, distancia y parar- sin duda para mí han tomado una distinta perspectiva tras la enfermedad, el tiempo que pasas con las dosis de quimioterapia, es tiempo que quema, la distancia para ver a tu oncólogo, son distancias que susurran al oído la palabra “dolor” y parar...

-Ya cansada aquella mujer simplemente gira a su lugar habitual justo al lado izquierdo de su cama donde ya casi siempre suele estar… pero no sin antes señalar- Recordé algo… Este cáncer también a uno de mis hijos al oído le susurró: Disculpe usted pero el maratón de Boston no lo podrá correr… Porque ¿Qué pasaría si durante su ausencia algo llega a suceder?

Yo creo que no es así, porque a este cáncer no le debe de creer y sólo sé que él lo tiene que correr, porque así es la vida, tan corta y hermosa como lo es un maratón, con un principio y un final y dentro de los dos puntos se trazan sueños, así que yo estoy bien si él está bien, yo sonrió si él sonríe, mi corazón se enorgullece al saber que está en la carrera más importante del mundo, la que reúne no sólo tiempos sino almas, la que los lleva a las nubes de la felicidad, dejándoles una sonrisa difícil de borrar, aquella donde cada gota de sudor les queda tatuada en el corazón, por eso en silencio y a grito vivo por siempre lo esperaré para ver lo que una vez más sus sueños lo llevaron a correr.

-Así que con la bendición de ella y Dios aquel corredor se dirigió a lo que estaría seguro iba a ser su mejor maratón, uno que al final una vez más lo iba a ser pensar-

Gracias a Dios por ser corredor.

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