Haber regresado a Mexico, a la gran capital de mi país –de la que muchos quisieran huir- trae por lo menos para mí un beneplácito que viene de la mano con recuerdos fantásticos de una infancia llena de aventuras que van desde la feria de la esquina de la casa con esquites y elotes, hasta los más suculentos platos del famoso “queso, pan y vino” o los originales tacos del “tizón” ambos desaparecido hace ya algún tiempo.
Pepe; uno de mis hermanos me nos recibió con unos tacos del “paisa” famoso taquero de Carnitas estilo Michoacán quien tan solo por llegar puso en mis manos un “zollenco” taco de buche con salsa habanera. El resto del “kilito de surtida” lo terminamos en su casa. A pesar de que todos conocemos en las carnitas una comida mexicana originaria de Michoacán, la técnica de cocción de la misma es el “Francesísimo Confite”, pero de un taco de confite de pato a unos taquitos de buche y nana, yo me quedo con mis carnitas michoacanas.
Carretera, gusanos de maguey y barbacoa.
En uno de los tramos rumbo a Pachuca y Tulancingo en el estado de Hidalgo, la carretera se viste de gala con pequeños lugares que a sus pies tiene hoyo de leña para cocción de la barbacoa de borrego. Aunque regresamos a la controversia de que la barbacoa como método o técnica culinaria es el asado norteamericano mejor conocido como “BBQ” y se tiene una infinita diferencia de sabor el ver como se desgarra la suave carne de la espaldilla del borrego al son del trago casi hirviente de una taza de consomé, tortilla a mano y un pulquito en la otra. “La barbacha” mexicana uno de los estofados más exquisitos de nuestro arte culinario.
De botana que por cierto todavía tengo, unos chapulines bien tostados con chile y limón. Sin duda alguna puedo decir que mi infancia fue distinta. Mientras que mis compañeros compraban “brinquitos” (sobrecitos de chile y limón que brincaban en la boca) yo me echaba a las fauces los chapulines recién tostados como una de mis golosinas predilectas.
El Rancho del abuelo.
A los pies del parque nacional de los Dinamos en la Magdalena Conteras al sur de la ciudad de México sigue vivo un pueblo que no rompe con el arraigo de las costumbres populares de una comunidad llena de color y mucho sabor. Ese día a la orilla de un rio de aguas cristalinas y un aire perfectamente puro, era la cabaña de la cocina del rancho del abuelo. Ahí la señora Carme, ya con el fuego de la leña hecha brasa comenzó a tirar tortilla y el ritual de una cocina ancestral y pura.
“mole de olla, pancita, caldo de hongo, quesadilla, sopes y tlacoyos con el singular sabor de la flor de calabaza, el cui o hui tlacoche –de las dos formas bien dicha y escrita- que hacían sinfonía con el largo de las piernas de uno de los fermentums más famosos de nuestro país “el Pulque y los curados de sabores”. Cayó la tarde con un frio de esos que cala hasta el tuétano y ese día al acorruco del café y el pan terminó la jornada.
Cuando no es un cumpleaños más.
Este sin duda alguna ha sido uno de los mejores años de mi vida y la gente que me quiere me lo ha demostrado durante todo diciembre al festejar mi cumpleaños en repetidas ocasiones; desde venado a la brasa con todo y pastelazo, hasta una cena exquisita en Rustic Kitchen. La noche comenzó con un Martini de infusiones de pera y otro de frutos del bosque, suaves en el arranque pero con bravo repuje en el gañote. Una pizza a la Leña con sabores a prosciutto y arrúgala. Quesos maduros y una botella de merlot de Casa Madero gran reserva de mis favoritos mexicanos. De entre los candiles y madera, las cortinas y colores caminan grandes personalidades que al paso lucen todos sus conocimientos el servicio y el arte culinario. Felicidades al personal por tan sensacional velada y exquisito pastel de chocolate para festejar -una vez más- el aniversario de este cocinero.
Limonasos en la U de G.
La única de la Guerrero, cantina conocida por no permitir que en la planta baja puedan convivir damas y que si lo intentan son echadas a limonasos, está ubicada a unos pasos del conjunto habitacional Tlaltelco cual tuvo un relanzamiento -por lo menos para las nuevas generaciones- dentro del filme Mexicano “Nosotros los nobles” fue el siguiente punto a visitar dentro de nuestro recorrido gastronómico en la ciudad de México.
Música continua de mariachi, trío, coplas y versos y hasta una pequeña orquesta invitan a que salga el gallo y hasta a mover el bote. Al son de una Estelita (cerveza stella) y un caldo de camarón bien cantinero comenzó el festín, machitos fritos y otros en salsa verde, un molcajete con arrachera, quesos, nopales y cebollas asadas con chorizo y demenciales salsas y tortillas me hicieron sudar y disfrutar la tradicional comida de cantina, del barrio, sin tapujos ni rebusques. Nos ganó la noche y en compañía de Pepe y Samantha grandes amigos de la familia las fotos del recuerdo y con mucho cariño cerraron este día fenomenal.
Sé que usted qué me lee en “la capirucha” o los estados y municipios conurbados de la megalópolis envidiaría que mi trabajo está a 5 minutos de mi casa, que mi trabajo esta rodeado de lagunas y hermosas playas y que a las 10 de la noche la paz reina por las calles. Sin embargo a veces –creo yo- en la búsqueda de los sentidos, la infancia, esos grandes momentos de nuestra vida, podemos poner en el tintero al amor con un esquites de Coyoacán, los mercados públicos como el de San Pedro de los Pinos, el helado y las paletas del carrito en Chapultepec y las grandes y exquisitas garnachas de cada esquina de nuestro país.
Me dio tristeza observar que las torterías que se encontraban frente al hospital Ángeles del Pedregal habían desaparecido, las tristes condiciones del Frontón México y los restaurantes de la redonda quebrados por los “maistros” sindicalizados. Pero también me quedo claro que mi ciudad no para, que está más viva que nunca y que está llena de gente que se la rifa a diario como buen “defeño” a ganarse el pan nuestro de cada día.
Prometo contarle más de mi visita en otra entrega de la mano de una guajolota y un champurrado, por lo pronto le envío un cordial saludo y ya sabe, “nos comemos la próxima semana”