Aquella corredora se había apoderado hace algunos años del running o quizá se deba decir: -ELas cosas empezaban a sonar como una esclavitud, como una relación que distaba de ser normal, todo esto era el antagónico de la mujer que corría, mujer hermosa de dulce trato y sonrisa de encanto, quien la veía entrenar siempre podía percibir su esmero y dedicación pero en ocasiones los demás también murmuraban que parecía que no tenía nada más en su vida.

 

En muchas ocasiones el correr la llevaba inconscientemente a dejar a su familia y amistades guardados en un cajón y no sólo a ellos, sino a su vida misma y es que para esta hermosa mujer correr no sólo era un detonante de felicidad, sino una perfecta y desgraciada relación de obsesión, entendido como una simple manera de auto destrucción.

 

Correr había sido ya para ella la dosis de locura que permitía tenerla cuerda en sus diferentes facetas, como trabajadora, hija o simplemente como persona, incluso resultaba una ironía las grandes historias que escribía sobre sus piernas contra sus complicadas relaciones sentimentales, eran carreras que parecía que las corría dentro del más implacable desierto con tan sólo una gota de agua entre sus labios.

 

La corredora pensaba que correr era una grata enfermedad de la cual no quería curar y tenía razón, sus kilómetros sin querer iban siendo más lejanos, si la luna estuviera sobre el suelo, ella se decía: -Ya hubiera llegado a ella- llena de halagos y admiración por parte de muchos, tomaba todo eso  y lo trasformaba en medallas que colgaba durante el día lo más lejos posible de su ser, quizá por su gran sencillez o humildad, pero en la soledad de la noche tendida en su cama rodeada tan sólo de su soledad las volvía a tomar entre sus manos y las colgaba cerca de su corazón, pero irónicamente no lograban que se sintiera mejor, volvía a caer en un túnel oscuro por donde muchas noches también solía correr.

 

-A la mañana siguiente simplemente para sentirse mejor… volvía a correr-

 

En su diccionario de corredora, correr tenía un significado que no quería reconocer y ése era obsesión, del cual para muchas corredoras y corredores el significado se disfraza con disciplina que no tiene que parar y para la corredora así también lo era, correr sin querer se había apoderado de sus días, de su tiempo y hasta de su dinero, era ya una droga que literalmente corría por ella, pero cuando eso pasaba, la realidad volvía y golpeaba… y cuando más lo hizo fue una tarde de otoño, la corredora encontró una etiqueta que colgaba de su corazón, una que decía Correr hasta agotar mi existencia y así fue… una mañana simplemente su existencia se agotó.

 

Comenzó con súbitos trastornos cardiacos que fueron desgastando su cuerpo, el tiempo no viajó tantos kilómetros como ella lo hacía y éste fue implacable y un día simplemente murió.

 

Y sí… ese día murió todo aquel pensamiento de auto destrucción que se hacía a través de correr, murió el running como la única sustancia que le daba felicidad, murió toda aquella frase que remitía a la obsesión, en cambió nació una mejor conciencia para entender que correr no te cambia la vida, sino que simplemente te recuerda que desde hace mucho tienes una que ya es hermosa.

 

Y más allá de sólo correr, entender que la vida también se vive cuando recibes una tierna caricia de mamá o las palabras de orgullo de papá, cuando conoces a tu primer hijo en el hospital o cuando en una tarde lluviosa bebes una intensa taza de café, o quizá en una mañana cuando ves salir el sol o simplemente despertar entre los brazos de un gran amor.

 

-Recuerda que correr es un regalo que Dios te dio, uno que se vive en equilibrio y no con obsesión-

 

 

 

 

 

 

Korridori Merino | La vida que corre por tus venas.