Con los trágicos acontecimientos acaecidos hace 12 meses en Iguala, Guerrero, que generaron justas protestas pero también actos vandálicos que quedan impunes, se ha demostrado que para muchos lo que menos interesa es conocer la verdad: ¿qué ocurrió la noche del viernes 26 de septiembre de 2014? ¿Quién movilizó a los muchachos?
La mayor parte de la sociedad civil hizo suya la demanda de exigir el esclarecimiento de esta barbarie, desgraciadamente el apoyo se ha visto minado no sólo por el paso del tiempo, también porque las estrategias seguidas por quienes se apoderaron del movimiento —y que están detrás de los padres de los normalistas— han sido extremistas: llaman a la violencia y esto disgusta a muchas personas.
La táctica ha sido errónea, ya que en lugar de añadir adeptos ocurre lo contrario; las marchas ya no son multitudinarias e incluso los padres de los desaparecidos casi suplican que no los dejen solos, lo que muchos activistas sociales aprovechan para mangonearlos a su antojo. La furia que muestran con el secuestro de camiones, quema de tráileres y edificios públicos, además del cierre constante de la Autopista del Sol, han sido los detonantes para que la sociedad limite su solidaridad inicial.
La verdad, por cruda que parezca, será difícil de aceptar y a nadie dejará contento. Si alguna vez el gobierno acepta que vivimos en un narcoestado, lo cual ocurre desde hace muchísimos años, los manifestantes buscarán otros postulados, el chiste será sacarle el mayor partido a ese desafortunado acontecimiento.
Durante las jornadas de protesta, en octubre de 2014, jóvenes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México elaboraban carteles de apoyo afuera del campus Centro Histórico, una de las consignas precisamente indicaba “muera el narcoestado”, mientras sin recato alguno, en plena calle se pasaban de boca en boca el churrito de mota, como para sentirse más inspirados a la hora de redactar las consignas. A final de cuentas parece que adoptaron el lema “si no puedes con el enemigo, úneteles”.
Si la mal llamada “verdad histórica” no tiene sustento jurídico, independientemente de la creencia de los propios afectados, entonces los detenidos deberían de salir de la cárcel, a pesar de tener fija la acusación de delincuencia organizada. Para muchos sólo son chivos expiatorios; sin embargo, a cambio de qué alguien puede asumir una culpa tan grande como la desaparición de los jóvenes.
El sábado 26 de septiembre seguramente habrá mucha gente en las marchas convocadas, quizás no tanta como las primeras que se efectuaron días después del suceso. No debe contagiarse el ánimo violento de los normalistas guerrerenses, simplemente porque no pueden arrasar con lo que hallen a su paso como signo de poder. El derecho de manifestación debe ser respetado, pero no se pueden tolerar los excesos y el movimiento debe ser reivindicado, si quiere sobrevivir.
Pregunta para el diablo
¿Por qué les llaman estudiantes si rara vez están en clases?
Imagen de: @vikusan
