Eran pasadas las catorce horas del viernes 28 de noviembre y cuando creíamos que después de la decepción generalizada por el tan esperado anuncio del presidente Enrique Peña Nieto: Por un México en paz con justicia y desarrollo, nada más desolador podría suceder, comenzó a correr como pólvora por las redes sociales la noticia de la muerte del gran Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, siendo que en esta ocasión si “se le chispoteó”.
Hablar de Chespirito y sin afán de exagerar, es hablar de las generaciones de mexicanos nacidos desde la década de los 70’s. A Roberto Gómez Bolaños, el genio creador de personajes tan populares como El Chavo del Ocho, El Chapulín Colorado, entre otros, le debemos las alegrías y miles de carcajadas que nos brindó gracias a su ingenio, nos transportaba a un mundo donde el bien siempre vencía a la maldad. El “Shakespeare pequeño” es un ejemplo de perseverancia, de jamás perder la fe frente a las adversidades y sobretodo, de que la edad es solo un número, pues para los que no lo sepan basta recordar que Chespirito triunfó después de muchos intentos, tocar puertas infructuosamente, contando para ese entonces con más de cuarenta años de edad.
El cálido adiós que le brindó el pueblo mexicano a Chespirito demostró dos razones: la primera, que somos más los mexicanos agradecidos y quienes reconocemos a aquellos que ya tienen un lugar privilegiado en la historia, sin resentimiento ni envidias. La segunda, es la magnitud de la creatividad de Gómez Bolaños, pues su emotiva despedida en donde el pueblo de México salió a brindarle su último adiós fue masiva, solo comparada a figuras de la talla de Pedro Infante y Cantinflas. A través de la televisión fuimos testigos de cómo las personas detenían sus automóviles en pleno Periférico de la ciudad de México, para despedir al autor de la célebre frase: “Siganme los buenos”.
Esta remembranza es con el propósito no sólo de recordar a Chespirito sino tambien para hablar de los peculiares usuarios que en las redes sociales se creen los dioses del Olimpo, de una raza aria incluso superior a la del dictador alemán, creyéndose descendientes directos de los “inventores” del fascismo, en el cual solo creen que debe de permanecer su verdad absoluta, nos referimos a los adoctrinados del tristemente célebre orate de Macuspana, Andrés Manuel “El Iluminado” López Obrador, mejor conocidos como los chairos.
Esta raza “morenazi” quienes predican: “No veas televisión, mejor lee un libro”, probablemente con trastornos psicológicos derivados de una infancia con violencia intrafamiliar, quienes a su vez cuando se les agotan sus pocos argumentos recurren a los insultos, fueron quienes una y otra vez rechazaron los homenajes tan merecidos a Roberto Gómez Bolaños. Ellos, quienes probablemente sus únicos libros de consulta sean “el libro vaquero” y aquellos que hablen de marxismo, comunisimo, socialismo y todo aquel que trate sobre fomentar el resentimiento social, la violencia dado el fracaso personal, si ellos amable lector, son quienes dicen ser la esperanza de México. Soñadores en vano de que algún dia se instale el régimen de Cubazuela en nuestro país. Son los anarquistas quienes creen que pulverizando vidrios y escudándose en la ingobernabilidad de la instituciones, van a ser tomados en cuenta para el progreso de nuestro país.
Y finalmente, hablando de la crisis de gobernabilidad, ayer por la noche fuimos testigos una vez más de grupos vándalicos destrozando a su paso todo lo que represente el capitalismo, del cual finalmente viven. Las leyes que rigen la vida democrática de nuestro país, manifiestan que es obligación de las instituciones gubernamentales garantizar la seguridad de sus ciudadanos, pero tanto Miguel Angel Mancera, Miguel Osorio Chong y finalmente Enrique Peña Nieto, creen que vivimos en un verdadero Estado de Derecho, seguramente han de pensar que el ciudadano promedio le da su bendición a los grupos vándalicos para realizar todo tipo de agravios en contra de negocios, viniendo a mi memoria la trillada frase calderonista “son daños colaterales”. Y como muestra de ello, la noche de ayer los paladines de la justicia, me refiero a los miembros de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, no sólo escoltaron a los vándalos para que no fuesen detenidos, sino que además exigieron abrir una de las estaciones del metro, para que nuestros ángeles revolucionarios llegaran a casa en un ambiente de seguridad y bienestar.
Señor Presidente Peña Nieto, no podemos creer en usted ni en su precario decálogo y mucho menos en que está moviendo a México, sino comienza por lo básico, es decir, que nos garantice seguridad a los que verdadamente si trabajamos por el desarollo del país, que los anarquistas sean detenidos con evidencias suficientes y válidas, a fin de que la Procuraduría General de la República y su amigo Chucho no pasen más verguenzas, y además sean castigados los vándalos conforme indica la ley.
Señor Presidente Peña Nieto, no podemos creer en usted, si los grupos anarquistas son tratados como moneda de cambio, a fin de acallar las protestas derivadas de la Casa Blanca de su esposa. En un país de primer mundo, como los cuales ustedes pretende llevarnos, lo primero que usted hubiese solicitado sería una investigación imparcial y un fiscal especial para ello, pero la realidad es que vivimos en el Mexico donde no pasa nada.
Termino mi columna con dos ambiguedades…
Una reflexión. Ya en su papel de ex-presidente en la década de los 70’s, Gustavo Diaz Ordaz lapidó a un joven reportero con una frase que deberían aprender nuestros gobernantes de hoy: “Pero de lo que estoy más orgulloso de esos seis años de mi gobierno, es del año de 1968, porque me permitió servir y salvar al país, les guste o no les guste, con algo más que horas de trabajo burocrático, poniéndolo todo, vida, integridad física, peligros, la vida de mi familia, mi honor y el paso de mi nombre a la historia. Todo se puso en la balanza, salimos adelante, y si no hubiera sido por eso, usted no tendría la oportunidad, muchachito, de estar aquí preguntando”.
Un chiste. Ayer en su tuit de cada día, el Mesías Macuspano dice que ahora se debe de modificar la constitución, para que no sean dos sino tres años en los cuales se pueda revocar el mandato del Presidente y convocar a elecciones. El chiste se cuenta solo.
Nos vemos en unos días y que no panda el cúnico.