El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, violó leyes internacionales y echó por la borda años de esfuerzos por alcanzar la paz luego de reconocer a la milenaria ciudad de Jerusalén como la capital de Israel, consideró Moisés Garduño, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
“La medida lastima los valores más profundos, no sólo de los musulmanes palestinos, sino de una población de musulmanes que vive en el Medio Oriente y más allá.
“Hay un sentimiento de indignación compartido, organizaciones palestinas ya se están agrupando alrededor de algunas representaciones diplomáticas estadounidenses de la región y llamaron a tres días de protesta popular para rechazar el reconocimiento que, a todas luces, es ilegal en cuanto al derecho internacional, a todos los acuerdos de Ginebra o una serie de resoluciones de Naciones Unidas, entre las que figuran la 446 o 478 del Consejo de seguridad”, enfatizó.
Considerada la ciudad más sagrada para el judaísmo, el cristianismo y el islam, hasta la década de los 40, Jerusalén fue llamada la ciudad más bella de Medio Oriente, pero hacia 1947 el territorio británico de Palestina fue sometido a una ocupación aprobada por la Asamblea General de la ONU, que establecía dos estados, uno árabe y otro judío.
A partir de ahí surgió una disputa por la ciudad que ha involucrado, por ambas naciones, intervenciones militares, problemas económicos, violaciones a derechos humanos y crímenes de guerra, donde Israel es el que más ha violado los derechos humanos en hechos que han sido documentados por organismos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, entre muchos otros, recordó el especialista en relaciones internacionales.
Acuerdos de paz y negociaciones previas al documento firmado por Trump para trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, indican que esta ciudad debe ser administrada por una entidad internacional hasta que no se llegue a un acuerdo de paz que resuelva las fronteras entre Israel y Palestina, precisó Garduño.
“Trump no se da cuenta de la dimensión del problema… lo que está haciendo es institucionalizar la ocupación de Palestina por parte de Israel. Está dándole el beneplácito, el reconocimiento de un conflicto que en el terreno ha tenido consecuencias para muchas generaciones”, enfatizó el doctor en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos.
Que el presidente estadounidense haga el anuncio no implica que automáticamente Jerusalén se convierta en la capital de Israel, pues organismos como Naciones Unidas, la Liga Árabe, incluso países como Egipto, Omán o Kuwait deben revertir, rechazar y cuestionar este tipo de medidas con argumentos basados en el derecho internacional.
Materializar el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén en un par de meses es imposible; ahora mismo las calles de Jerusalén y Ramala están llenas de gente manifestándose en contra de esta declaración. La medida ignora el derecho de autodeterminación de los palestinos, y lejos de buscar la paz es un detonante para acciones de inestabilidad en una zona de por sí convulsionada por constantes intervenciones externas y autoritarismos locales.
Así, aunque Trump reconozca a Jerusalén como capital de Israel, materializarlo como una realidad llevará tiempo y es una oportunidad para que los palestinos hagan escuchar su voz, de que viven ahí, que Jerusalén también es parte de su patrimonio, y buscar una ruta de paz, resaltó el universitario.
“Un proceso de paz sin justicia no puede ser considerado genuino. Sin justicia y diálogo, aunque Trump lo diga y Benjamín Netanyahu –primer ministro de Israel– lo repita, no habrá paz. Este asunto, a 100 años de la Declaración Balfour y 50 de la ocupación militar israelí, incentiva nuevos sentimientos de odio que llevarán a todo lo contrario: a una serie de enfrentamientos en las calles y a un alargamiento del conflicto en beneficio de los sectores de armamento y seguridad”.
Promesas de campaña
Para Garduño, el discurso de Trump es impulsado por el lobby sionista, en la voz de Jared Kushner (asesor y esposo de la hija mayor del magnate) y del embajador de Estados Unidos en Tel Aviv, David Friedman.
La complacencia de Trump hacia estas personas se debe a que ellos lo apoyaron en su campaña, y ahora que está en la presidencia hace todo lo posible por ser reelecto, lo que nubla el debate sobre la política doméstica norteamericana a propósito de las investigaciones respecto al FBI y la probable influencia extranjera en las elecciones de la Unión Americana.
“Con estos frentes en Corea del Norte, ahora Medio Oriente, y la retórica de paranoia, Trump intenta crear un estado de guerra psicológico, en el que hay tensión y sensacionalismo, todo para nublar la serie de fracasos que está cosechando al interior de su gobierno”, finalizó Garduño.
Con información de: UNAM
Imagen de: UNAM