Investigadores de la UdeG, en conjunto con la Universidad de Colima y las unidades de Protección Civil mantienen el monitoreo al Volcán Colima, ya que el riesgo de explosividad es latente pese a que entró en relativa calma este fin de semana.
El investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Carlos Suárez Plascencia, expresó que los análisis de las cenizas y la lava indican que hay agua en el magma, que lo hace más explosivo, lo que obliga a las autoridades estatales y federales de protección civil a no bajar la guardia.
Señaló que este tipo de volcanes son explosivos “porque el magma es rico en sílice, es decir, es más espeso, los gases no pueden salir con dificultad y al estar sujetos a una fuerte presión y temperatura en el conducto volcánico, escapa el gas rápidamente y eso puede generar explosión que además de ceniza se acompañe de fragmentos de roca que salen disparados, junto con una onda de choque”.
Dijo que en próximos días harán nuevos estudios para determinar si hay una evolución en el magma que indique si el peligro del volcán llegará a un siguiente nivel, si se va a establecer o va a disminuir.
Resaltó que tras una semana de intensa actividad y continuas erupciones de lava y material piroclástico, el Volcán Colima se mantiene estable, aunque prevé que la actividad efusiva continuará por días y hasta semanas, debido a la formación de un nuevo domo que permite la salida de material hacia el lado sur, aunque los derrumbes de rocas irán en disminución.
Detalló que el volcán, sin embargo, “no tiene palabra de honor y por eso el monitoreo no cesa, con sobrevuelos por la zona, cámaras las 24 horas del día y una docena de sismógrafos en puntos estratégicos de Jalisco y Colima, que permiten conocer la actividad dentro y fuera del coloso”.
Destacó que con los sismógrafos, propiedad de la UdeG y de la Universidad de Colima, se registran los movimientos al interior del volcán, los interpretan mediante un programa especial que pueden consultar en tiempo real, en computadora o sus dispositivos móviles y prever, hasta con 48 horas de antelación, una posible erupción o explosión.
Señaló que por ahora a los investigadores y autoridades de protección civil les preocupa que la ceniza y rocas recién arrojadas sean arrastradas por la lluvia de la temporada y convertirlas en una gran avalancha, conocida como lahar, que pondría en riesgo por lo menos a las comunidades de Quesería, en Colima y San Marcos, en Jalisco.
Manifestó que de acuerdo con la historia del coloso de fuego, cada siglo sucede una gran explosión; la última fue en 1913, cuyas exhalaciones alcanzaron hasta 20 kilómetros de altura y la ceniza llegó hasta Saltillo.
“Su ciclo es de un siglo de más-menos 15 años, eso significa que en los próximos 13 años tendremos un cierre de ciclo donde ocurre un gran evento, y la actividad dura dos o tres días y se modifica el cráter”, comentó.
Mencionó que la actividad de la semana pasada es parte del proceso eruptivo natural del volcán, y no descartó que sea “una advertencia de que está despertando, y en poco tiempo –un mes o cinco años– pueda ocurrir una gran erupción, como la de hace poco más de un siglo”.
A su vez, el segundo comandante de la Base Regional de Protección Civil en Ciudad Guzmán, Hugo Samuel Flores Hermosillo, comentó que esto es algo que está en el plan de prevención, “está incluido el peligro de lahares y en dos puntos de Jalisco, donde ya hay monitoreo”.
“Parte de lo que es la investigación científica nos da los parámetros para activar planes de acuerdo con la actividad, si tenemos una lluvia al ver que hay flujo anormal se da una alerta según el nivel de riesgo para poder evacuar, y por ahora el mayor peligro está del lado de Colima”, apuntó.
La historiadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), Laura Catalina Arreola Ochoa, subrayó que este tipo de riesgos no es un asunto nuevo en el área del Volcán de Colima, ya que en 2013 una avalancha de rocas y ceniza bajó por la barranca de Atenquique y dañó parte de este pequeño poblado.
Afirmó que también se tiene registro de que en 1955 un gran lahar descendió por esa misma ladera, y destruyó completamente el pueblo y mató a casi todos sus pobladores.
Dijo que el volcán tiene un ciclo que se repite más o menos cada 100 años, y posee dibujos realizados por el sacerdote José María Arreola, quien se dedicó a registrar los cambios del volcán entre finales del siglo XIX y principios del XX.
“En uno de ellos, el cráter en la cima tiene la misma forma que el que se formó en días recientes y que los especialistas ya han registrado en fotografías”, concluyó.