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Miércoles, 18 Noviembre 2015 09:34

En 1 año son encontrados en Guerrero 106 cuerpos en fosas clandestinas

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Cualquier parte de humano o alguna pertenencia que les lleve a reconciliarse con la ausencia, a cerrar un ciclo e iniciar otro, son la esperanza que mantiene unidas a casi 500 familias desde hace poco más de un año en Iguala.

Hasta hoy 11 cuerpos de 106 hallados en unas 60 fosas clandestinas tienen identidad, en ocho casos las familias se reencontraron con su ser querido; seguirá doliendo la ausencia, pero ya cuentan con certezas y espacios a dónde puedan ir a rendir homenaje.

El 8 de octubre de 2014, Mayra Vergara desafió con su hermana a las autoridades. En la plaza principal de Iguala reclamaron: “¿Acaso sólo hay justicia para desapariciones masivas?”, ambas portan la playera que dice: “¡Te buscaré hasta encontrarte!”, se refieren a Tomás, su hermano ausente desde 2012.

La gente en Iguala vive con miedo al narco, a las amenazas y al gobierno que con frecuencia les parece lo mismo. Les impide alzar la voz. Pero los otros desaparecidos, como les nombró Mayra en 2014, se despojaron de ese sentimiento y van por los cerros intentando que de la tierra aparezcan Tomás, Alejandro, María, Luis.

“Porque cada pedazo, por mínimo que sea, cada hueso, por horrible que parezca, puede ser de mi hermano, de alguien más. Hemos vivido en el cerro durante este tiempo, encontrando 106 cuerpos en fosas. Nos han querido suspender las búsquedas, pero seguiremos hasta encontrarlos”, esas palabras salieron de Mayra, cuya familia vio una esperanza a raíz de la desaparición forzada de 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Huitzuco es el municipio que vio nacer al ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer, un hombre acusado de mandar matar a campesinos en el vado de Aguas Blancas, Coyuca de Benítez.

Quizá 12 muertos podrían significar nada, pero para un pueblo que era tranquilo les anuncia el fin de la paz.

Aquí viven los Vergara, quienes, apoyados por la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), desafiaron su propio destino, que significaba callar y buscar en silencio, con la frialdad de las instituciones.

Para ellos, junto a otras 400 familias, la tragedia de 43 padres es la suya y han gritado de cientos de formas que son importantes y que es igual de relevante la vida de un estudiante, como la de un taxista, una ama de casa o un intendente. En un año han logrado hablar con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), visibilizando que Iguala “es un cementerio clandestino”.

Mayra es quien recibe a la gente en el patio amplio de su casa. Muestra fotos de Tomás Vergara, su hermano secuestrado y desaparecido el 5 de julio de 2012. Entre las imágenes hay retratos donde están ella y Mario, su otro hermano. Lucen sonrientes. Hay retratos del taxista que tiene dos hijas de 11 y 20 años, cuando era un niño y cargaba un león.

Han pasado días del cumpleaños de Tomás, que fue el 20 de septiembre. A partir de 2012 cuando su Tomás, quien se ponía alegre cuando se echaba unas cervezas, fue secuestrado y no pudieron pagar el rescate, vive para él, por él. Mayra es madre de un menor de cuatro años de edad, pero sus energías se concentran en volver a ver a su Tomás, oírlo y sentir sus pasos en casa.

Desde que decidió junto a otras personas que darían nombre a cada pedazo de ser que encontraran en los cerros, se siente desgastada,  porque le ha costado, además de su vida, peleas múltiples con peritos de la PGR, del Ministerio Público, ha sorteado esa insensibilidad e ineficacia para poder seguir. Ellos pidieron números de lo que encontraban rastreando en cerros hasta ubicar un resto, pero la petición se hizo en diciembre de 2014 y apenas a inicios de septiembre obtuvieron respuesta.

Tanto ella como el grupo que busca en la zona poniente de Iguala, donde los peritos descartaron que se encontraban los 43 normalistas, prefieren que haya expertos en desaparición forzada que los apoyen, porque las autoridades sólo han hecho más dolorosa su agonía, al no hacer rastreos serios.

Ninguno de los cuerpos entregados hasta ahora por la PGR a los familiares, que aportaron su información genética, ha tenido una segunda opinión, aunque en la Ley de Víctimas se estipule su derecho a contar con expertos independientes que avalen o desacrediten los resultados dados.

La PGR nunca ha sido seria, mucho menos la Policía Federal, división Gendarmería ni la fiscalía local. Desde el 16 de noviembre de 2014, cuando Mario subió por primera vez a Cerro Viejo, al punto conocido como Las Parotas, vio el trabajo sin protocolos ni ruta que han hecho los peritos para encontrar cadáveres.

Los ministerios públicos y los forenses de la PGR les han dicho más de una vez que suspenderán las búsquedas, porque allá arriba no hay nada, pero han demostrado que esa respuesta es porque allí abajo esos funcionarios “no tienen enterrada a su familia, si no hasta ellos excavarían con más profundidad”.

Además, vía anónima, por redes sociales y a que alzaron la voz, les han llegado ubicaciones de más fosas.

El director general de la Unidad de Búsqueda de Víctimas de Desaparición de la PGR, Joaquín Torrez Osorno, les ha informado que los restos corresponden a 104 cuerpos — además hay dos hallados recientemente, aunque no exhumados—; de esos, 73 han sido reconocidos por sexo: 59 son hombres y 14 mujeres, cuyas edades oscilan entre los 15 y los 60 años, asesinados entre 2010 y 2015.

La familia Vergara no tiene grandes riquezas, la mayor es la solidaridad. En este tramo llevaron comida cada ocho días a las búsquedas que se suspendieron desde junio por el clima y se retomaron el 8 de noviembre; le han echado gasolina a la única camioneta que tienen para subir a los cerros; han hecho más de 100 excavaciones con la presencia de 50 personas y han regalado desde agua y más de 200 playeras con la misma leyenda: “¡Hasta encontrarlos!”

De apoyo económico, sólo cuentan con el de los feligreses de la iglesia en Cuajimalpa, en el Distrito Federal, que ayudaron a una familia que subió a buscar restos en fosas a hacerla de perro rastreador y arriesgarse porque les han dicho que en esa zona hay gente vigilando.

El encuentro con sus desaparecidos

Las familias que han ubicado supuestamente a un desaparecido, según se los ha notificado la PGR, hablan poco del tema. El último enterrado fue Modesto Bahena Rodríguez, el pasado 19 de septiembre en el panteón de Iguala. Desde hace 10 meses la mamá del hombre identificó las prendas y el calzado de su hijo, sacadas de fosas del paraje La Laguna; aunque la señora pidió la confronta genética a la PGR en ese momento, fue hasta septiembre que pudo sepultar simbólicamente a su hijo.

Otra mujer que encontró a su hijo entre los huesos amontonados e inspeccionados, lo soñó días atrás junto a su esposo. Se escuchaban ruidos en su hogar, como cuando el muchacho que fue secuestrado en Huitzuco llegaba; un día antes de que les dijeran que era él, los ruidos se callaron.

Se cierra el ciclo, la ausencia cobra significado, las vidas rotas de la familia que buscó durante años a su ser querido van encontrando una luz, una porción que los reconforta, dice Mayra: “Igual si hay conexión. Mi mamá dice: ¡es que yo no lo siento muerto, si estuviera muerto lo sentiría!”.

A la fecha los otros desaparecidos esperan una respuesta. No buscan justicia, sólo completar en el muro que tienen en la iglesia la identidad de cada desaparecido, que ahora es representada con fotos de palomas mensajeras; las aves blancas con un moño negro representan a los ya ubicados: “Levanta tu vuelo al cielo, regresa con tu creador…”.





Con información de El Universal
Imagen de: Archivo Google

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