Al contrario de lo que ocurre en los peces de superficie, el tejido cardíaco del pez de cueva mexicano no se regenera tras una lesión, sino que se forma una cicatriz. Ambos han participado en un estudio para discernir las claves genéticas de esta diferencia.
Hace mucho mucho tiempo, un grupo de peces vivía tranquilamente nadando cerca de la superficie de los ríos, cuando la disminución de los niveles fluviales les obligó a ocultarse en cuevas profundas, cambiando su apariencia hasta adaptarse a las necesidades de su nuevo hogar.
Esto puede parecer el inicio de un cuento para niños, pero en realidad es el origen de una especie de pez que en los últimos años se ha convertido en objeto de estudio de científicos de todo el mundo, por varias peculiaridades que podrían inspirar procedimientos muy beneficiosos para el ser humano. Se trata del pez de cueva mexicano, un pez de tamaño similar al de los guppies, con el cuerpo traslúcido y una marcada ceguera. Hace tres años inspiró un estudio para el desarrollo de tratamientos dirigidos a saciar el apetito de las personas obesas.
Más tarde, su glotonería lo convertiría en la base de un estudio en busca de tratamientos para la diabetes. Ahora, junto a otras especies de pez, se ha convertido en el centro de un nuevo trabajo de investigación, dirigido esta vez a analizar la capacidad de regenerar el corazón que poseen algunas especies.
Redacción