Ohtokani Guerrero
Parece que se habían extinguido, como los dinosaurios, los locutores y programadores que los usaron en las viejas estaciones de radio, o como las enormes cajas que cargaban los sonideros. El disco de vinil, ése que está bien cuidado, con sus forros de celofán o plástico que muchos atesoran por los viejos recuerdos y anécdotas, está vivito y coleando en la segunda década del siglo XXI.
Manuel y su esposa nos dan la bienvenida a Discos Betyad, la única tienda en la delegación Gustavo A. Madero. Sobre la avenida Villa de Ayala en la colonia Providencia, con la cortina metálica abierta hasta el techo por el calor, la historia de amor de este pequeño empresario terminó en una ideal manera de ganarse la vida, pues el paquete venía completo, como la colección de Led Zeppelin que no se puede adquirir por piezas sueltas: al casarse tuvo a la chica y un lote enorme de discos de vinil.
“Mi suegro ya tiene más de 50 años coleccionando y vendiendo discos; me casé con su hija y pusimos un negocio formal. Ahora ya llevamos más de 25 años con él”. Ambos se hacen cargo de aquel oasis musical en el semiárido nororiente de la ciudad, comparten las tardes y miran el tiempo avanzar, mientras los discos detrás de ellos se rehúsan a desaparecer.
El disco de vinil o LP (Long Play) dejó de producirse a finales de la década de los ochenta, como producto de consumo popular. La llegada del disco compacto y los casetes —formatos compactos y prácticos por su tamaño— marcaron su desaparición momentánea. Se sustituyó la riqueza sonora y visual que el LP aportaba por la comodidad de reproducción.
Pero no sólo es la calidad de audio lo que se extraña de la música en ese viejo formato: “es que mira —inhala Manuel el interior de un disco que abre— aaah, es todo, el olor a cartón, los surcos”. Para el melómano coleccionista, el objeto disco se compone no sólo por la música contenida en aquellos grandes, estorbosos, frágiles y polvorientos discos negros; se trata de la unión de los sentidos, todos orientados a una sola cosa.
En el camino al disco compacto no sólo se perdió tamaño, el impacto visual que ocasionaba ver las portadas en un tamaño de 30 x 30, creó un tipo diferente de compradores, como lo dice Manuel “muchas veces compramos discos sólo por la portada”. En las tiendas de vinil se tapizan las paredes con icónicos forros, muchos de ellas incluso podrían ser exhibidos en museos como una obra artística, porque lo son. Un ejemplo es The Velvet Underground & Nico, creada por el artista pop Andy Warhol.
Un poco de historia
¿Cómo resurgió el interés por los vinilos? Comercialmente se pueden estipular fechas y teorías. Para 2009 la industria musical se encontraba en una grave crisis comercial, el rápido posicionamiento del formato digital desplazó casi por completo al disco compacto. En contraparte, la revalorización del formato físico como objeto nostálgico creó un creciente mercado, la música se descargaba digitalmente —legal o ilegalmente— pero la necesidad de poseer trajo al vinil de regreso al mercado musical. Sin embargo, éste llegó como fetiche, un objeto de colección.
Cada transición de formatos es producto del desarrollo de la tecnología empleada para su reproducción (tornamesas/vinil, Walkman/casete, Discman/CD, teléfonos celulares, iPod, etcétera/mp3); sin embargo, cuando el formato y la tecnología convergen no sólo por su pragmatismo sino por el uso aceptado de un gran número de personas, dar un paso hacia atrás no necesariamente se refiere a un resurgimiento, sino a una revalorización.
“Los jóvenes como tú se han dedicado a comprar más discos LP que compactos”, no sólo para Manuel las personas menores de 35 años representan su nicho comercial, de acuerdo con MusicWatch, grupo que investiga al consumidor, se estima que 54 por ciento de quien adquiere música en vinil tiene 35 años o menos (El Financiero 27-09-2015).
Pero el mercado no sólo es de los jóvenes, el catálogo de Discos Betyad invita a todo tipo de personas, incluso a quienes sí vivieron la época de oro del vinil, pero desean recuperar el sentimiento de tocar el álbum, como bien lo describe el encargado: “escuchar el scratch (sonido característico del vinil) te hace vivir”.
En la Meca de la clase media
Es de noche. La ciudad vibra con el sonido de los automóviles, el bullicio encerrado en algún restaurante y algún bar ruge con estruendosa música. La colonia Roma, en la ciudad de México, no cesa su actividad por un instante. En sus calles hay un gran número de tiendas de discos, aún más independientes que Roma Records, pero ésta es una de las más reconocidas por coleccionistas e integrantes del gremio de gurús-vendedores.
Los tacos de la esquina de Insurgentes y Álvaro Obregón están por cerrar. Agua de dudosa procedencia corre cerca de la entrada de la tienda, el logo de neón se refleja en ese líquido negro y espeso. Afuera, la ciudad escandalosa, adentro, la aguja sobre los surcos del vinil se apodera del ambiente. Son casi las 8 de la noche y Gerardo (socio-vendedor-DJ improvisado) prepara a la joven clientela para una noche de música. Desde su lugar observa a los clientes mientras cobra y cambia la cara del disco que se escucha en el lugar.
El encargado se desentiende un rato del negocio en el que hay seis personas, es un espacio pequeño, pero cada uno se encuentra sumergido en las cajas donde están los vinilos. Quienes están acompañados comparten opiniones de lo bonito que se ve éste o aquél. Los que van solos repasan uno a uno con hábiles dedos, mirada abajo, concentrados en el ritual de selección musical.
“Pues viene de todo, o sea, básicamente el que compra el formato vinil es melómano, le gusta el sonido análogo o el arte ¿no? que es la pequeña gran diferencia que no tuvo nunca el CD”. Pero la clientela de Roma Records no es tan amplia como lo cree, dentro del círculo de coleccionistas se sabe que se va ahí a conseguir lo nuevo, lo independiente y lo que difícilmente se encuentra en algún puesto ambulante o tienda pequeña.
“Mira nosotros nunca lo tomamos como que vamos a hacer la diferencia, la misma gente es la que nos hizo diferente a los demás. Uno de las cosas que te podría decir que somos diferentes es que nosotros apoyamos grupos independientes y nos arriesgamos a traer música actual, lo que nos ha funcionado, cosa que las demás tiendas pues traen lo mismo, ¿no? Mainstream ¿no? Y no se atreven a traer cosas nuevas, y es lo que a nosotros nos ha funcionado muy bien”.
¿Significa entonces que la ubicación de la tienda, determina al cliente? Claro. En la colonia Roma la explosión del vinil ha causado el nacimiento de numerosas tiendas de música, muchas incluso son especializadas en algún género. Roma Records es el lugar a donde se va si no se quiere ir a Mixup, Sanborns o Starbucks a comprar música. Su catálogo es primordialmente de reediciones, ediciones de lujo, sencillos de 45 o 74 revoluciones por minuto y alguna edición rara de vinil en color.
Para todos los gustos
En Discos Betyad el asunto es más ecléctico, pues conviven Rigo Tovar, Toto, Guns N Roses, Lupita D’Alessio, Pérez Prado, Chamín Correa y uno que otro Soundtrack de los ochenta. En el catálogo se puede apreciar el origen de los discos. Manuel y su esposa hacen la compra y venta de la mercancía a puestos en la calle, algún que otro coleccionista o incluso “gente que los vende porque algún familiar que tenía muchos falleció y no saben qué hacer con ellos”.
“Nunca imaginé que volviera a aparecer ¿no? O sea, nunca se dejó de hacer, solamente en Latinoamérica dejaron de hacer vinilos; en Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, seguían haciéndolos, pero la industria se fue más enfocada a producir vinilos para DJ´s para que pudieran mezclar”
Para Gerardo y Manuel, coleccionistas desde jóvenes, la revalorización del vinil los tomó por sorpresa, pero acertó en una de sus grandes ambiciones: vivir de la música.
“Nunca ha sido una moda, porque te digo, nunca se dejó de hacer. Ahora es un lujo tener un vinil, el más barato te cuesta 380 pesos, no todas las personas tienen la capacidad de comprarse un vinil, como en los setenta u ochenta, que lo encontrabas hasta en los supermercados y que eran baratos”.
En Roma Records 380 pesos es el precio mínimo a pagar si se quiere disfrutar del sonido y arte del vinil. En Discos Betyad los precios comienzan en los 50 pesos. Claro, los discos en su mayoría son seminuevos y no se trata de ediciones de lujo, pero eso no hace mejor a un disco. ¿O sí?
Roma Records cierra la puerta roja llena de calcomanías de bandas, adentro los discos encerrados en celofán saben que no estarán ahí por mucho tiempo. Muchos de los clientes ya llevan bajo el brazo los que escucharán o admirarán. La tienda es un buen escape para la agitada ciudad, el clima voluble y el aplacamiento del ocio. Gerardo apaga las luces y echa el seguro a la puerta. El anuncio de neón es el único encendido cada madrugada.
A su vez, nadie puede dejar abierto un negocio después de las 6 de la tarde en la colonia Providencia. El horario tan cerrado de Manuel no se debe a ellos, sino al peligroso nororiente de la ciudad. Manuel y su esposa bajan juntos la gran cortina de metal, le echan mil candados y la bendición. “No está de más, aunque no sé qué se quieran llevar, si sólo tenemos un buen de discos”.
El futuro del vinil está asegurado, las grandes compañías no se dan abasto con la demanda y los artistas quieren lanzar sus próximos álbumes en este delicioso formato. Hace 20 años nadie podría haber imaginado este escenario. Pero la moda es cíclica y el paso del tiempo se la lleva consigo como un papel al aire. Lo único cierto es que el futuro del acetato será decidido por la misma sociedad que un día lo dejó ir.
Imagen de: @Ohtokani13