A inicios de este 2018, numerosos medios informaron sobre la epidemia de Salmonella enterica que a mediados del siglo XVI diezmó casi por completo a la población del Pueblo Viejo de Teposcolula, Oaxaca. En ese momento devastador de su devenir, los sobrevivientes del poderoso cacicazgo mixteco realizaron un rito para simbolizar el fin de un ciclo en su historia, ofrendando más de 70 mil objetos a su cacica muerta, un personaje al que los arqueólogos han nombrado “La Señora de Yucundaa”, en honor al nombre mixteco del lugar.
El descubrimiento de ese entierro, sólo comparable con el de la Tumba 7 de Monte Albán, se registró en 2006 durante las excavaciones efectuadas en el atrio del que fuera el convento dominico del Pueblo Viejo de Teposcolula, posiblemente el más viejo de la Mixteca, como refiere la doctora Nelly Robles García, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) e integrante del proyecto arqueológico en ese sitio, una ciudad de transición prehispánica-colonial.
Tras su hallazgo, el entierro de “La Señora de Yucundaa” únicamente se había expuesto en el Ex Convento de San Pedro y San Pablo Teposcolula (fundado luego de que el cataclismo obligara a la gente del antiguo poblado a reubicarse en el valle), y por vez primera se exhibe en uno de los recintos más emblemáticos del país, Palacio Nacional, en Ciudad de México, como parte de la muestra Mixtecos. Ñuu Dzahui, señores de la lluvia, que permanecerá hasta el próximo 24 de junio.
La trascendencia de este contexto arqueológico ameritó que el entierro fuera recreado en una sala especial, donde se da la explicación de su significado, pues según comenta la arqueóloga Nelly Robles, también curadora de la exposición, aunque la ofrenda fue dispuesta en torno a la cacica, en realidad fue la manera en que los supervivientes de Yucundaa decidieron despedirse de su hogar, el cual se eleva 2,200 msnm, en una montaña sobre el valle.
Cuando la inhumación fue localizada en 2006, sus características no daban lugar a duda sobre su importancia. Se ubicó en el centro del atrio del convento dominico (que era destinado comúnmente a los españoles peninsulares) y, no obstante que el suceso acaeció entre 1535 y 1550, todos sus elementos hacían referencia a la tradición prehispánica, “lo que demuestra el pacto que estableció la clase gobernante mixteca con los sacerdotes y administradores españoles de la Yucundaa colonial.
Distintos análisis han permitido corroborar que “La Señora de Yucundaa” murió alrededor de los 30 años de edad y no fue, a diferencia de su pueblo, una víctima más de la fiebre entérica. Su cuerpo fue depositado en un pozo alargado producto de una excavación simple, en posición extendida y ligeramente recostado de forma individual, como se recrea en Mixtecos. Ñuu Dzahui, Señores de la lluvia, exposición organizada por el INAH y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
En las vitrinas se exhibe una cantidad considerable de los más de 70 mil objetos rituales que le fueron colocados alrededor de su abdomen, pecho y pies. De acuerdo con la arqueóloga Nelly Robles, la ofrenda fue quemada previamente y aglutinada con una especie de resina probablemente de copal y goma de hule que mantuvo juntos varios de los componentes.
La sepultura al modo prehispánico que le fue dada a su cacica (una figura que regía el lugar a la par de su consorte) también demuestra ese dominio. La doctora Robles, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, recalcó que es la primera vez que “La Señora de Yucundaa” sale de territorio oaxaqueño.
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Con información de prensa INAH
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