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Viernes, 08 Septiembre 2017 17:01

Terremoto en la 601

Escrito por

Por Daniel Valles: 
Columna: El meollo del Asunto

 

 

Mi primera reacción fue de asombro. Estaba despierto pero no podía distinguir si soñaba o no. De pronto me di cuenta que no era un sueño.

 

Momentos antes estaba profundamente dormido. Había tenido un día de mucha actividad.

 

El seminario de Avanza Sin Tranza que vine a exponer a Tuxtla Gutiérrez, se había desarrollado de manera normal hasta las 20:30 hrs. en que estaba programado el terminar. Fueron cuatro horas al frente del grupo en un auditorio donde estuve todo el tiempo parado y el resto de las personas sentadas. Todo eso más el “trajín” del día me habían mermado. Estaba ya muy cansado de todo el día de actividades.

 

Ahora descansaba en una habitación, en la 601 en el sexto piso del hotel VistaInn, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

 

No batalle para conciliar el sueño. De hecho, podría haberme quedado dormido parado. Cerré mi “laptop”, me descalce, lavé mi cara. Realicé mi ritual para dormir y apagué la luz. El cuarto no se había oscurecido cuando yo estaba ya dormido. Así transcurrieron casi dos horas. Cuando de pronto, desperté sorprendido por un movimiento brusco y fuerte. Segundos antes del movimiento, puedo jurar que sentí que alguien me movió para despertarme y de inmediato escuché el sonido del concreto tallándose.

 

Me levanté de la cama. Pisé la alfombra. Tropecé. Me esforcé por enderezarme pero no podía hacerlo. Para entonces me había dado cuenta de que no era una desorientación por haberme levantado de súbito. El suelo se movía. El edificio amenazaba con dar vueltas, como un trompo, un huracán o un aro de eso que usamos antes llamados “hula hula”.

 

El sonido se hizo más fuerte. Veía al techo y lo oía crujir. Me di cuenta de que era un temblor. El más fuerte temblor que había sentido en mi vida.

 

He estado en varios. El ser de Mexicali y haber vivido ahí más de 25 años me enseñó lo que es un temblor y hasta gozarlos. Pero nunca sentí uno como éste. Difícilmente me podía sostener en pie. Era como si me quisiera tumbar o “costalear” en el piso.

 

Me dirigí hacia la puerta con movimientos torpes, como si estuviera muy borracho. Pero no, no lo estaba. Parecía un niño bien sobrio en día domingo camino a la iglesia. Sin embargo no podía mantenerme en pie. No encontraba el punto de balance.

 

Como pude llegué a la puerta de la habitación. La quise abrir pero estaba en calzoncillos y descalzo. Regresé a la habitación, seguía moviéndose. Tuve que cruzarla toda para alcanzar mis pantalones, mis zapatos. Tomar una camisa del closet, guardar mi laptop, el cargador, el celular. Ver que tuviera mi cartera y mis tarjetas de crédito. Pensé que si el edificio se venía abajo debía contar con esos documentos y esos elementos para vestirme. Que luego sería difícil encontrarlos.

 

Afuera estaba oscuro, eran casi las 0:00 horas. Estaría frío. No podía irme sin mi chaleco, el que me cubre y protege del frío. Con el que siempre viajo. Lo tomé. Estuve listo para salir una vez que acordoné las cintas de mis “SportRock”.

 

No había pasado más de un minuto o dos y estaba vestido, con mi equipo y mis posesiones caminando hacia la escalera de emergencia. Eran seis pisos los que había que bajar. Con calma. “Las muchas prisas provocan errores”, me decía. Sabía que DIOS no me había llevado a ese lugar para morir. Hay mucho que hacer aún con Avanza Sin Tranza. Entonces, sabía que no era mi día. O mi noche.

 

Gente de otros pisos venían bajando. Sorpresivamente todos en orden. Sin gritar, sin aventarse. Como si un “líder” al que no veíamos pero presente nos estuviera dirigiendo. Bajamos todos los pisos. Algunos venían del noveno piso donde está el bar. Traían sus tragos. Estaban enfiestados en la fiesta de las misses. Las que traían sus vestidos largos recogiéndolos o sujetándolos con sus manos para poder caminar.

 

Algunas de ellas se desprendieron de la parte de la falda quedando en algo así como shorts o de plano en calzones. Todos queríamos una cosa, llegar abajo lo antes posible. No sabíamos si volvería a temblar. Y lo más duro, no podíamos caminar bien debido al esfuerzo que hicimos por mantener el equilibrio.

 

Toda la operación no duró más de cinco minutos para el grupo con el que venía yo bajando llegará a la puerta de salida. Seguiría bajando más gente por los siguientes 15 o 20 minutos. Todos bajaron por las escaleras como si fuera un ensayo de esos que vemos en los noticieros. Que les dicen que tiembla, pero no es cierto. Solo que aquí no iban riendo como en los ensayo. Iban serios.

 

Ya fuera del hotel, en la calle, sí hubo escenas de caos. Desmayos de algunas de las “misses”, poco de gritos e histeria. No faltó la mujer que perdió el control y lloró. Arribaron paramédicos a tratar a las histéricas. Dos de las jóvenes se desmayaron de la impresión. Hubo llantos. Desmayadas. El joven que cargaba a la desmayada y apenas la podía. Pero no histeria colectiva, ni gritos, ni escenas de mal gusto o tipo alguno.

 

¿Quiénes eran estas “misses”? En el piso nueve se llevaba a cabo el certamen “Miss Earth”. Un evento de “belleza y ecología”. El híbrido es lo de menos. Con el, se justifica que se presenten las “misses” en una pasarela y crean que están en Las Vegas en el certamen de Miss Universo. Les despiertan el ego para lucirse y les piden presenten un proyecto ecológico. ¡Vaya cosa!

 

Independientemente del certamen, creo que el hecho de que no hubo derrumbes evitó el pánico, los gritos y la histeria. Gracias a DIOS.

 

¿Y los daños?

 

No he visto hasta el momento. 13 hrs, del día. Mucho menos  en la noche del terremoto. Sin embargo, sí hay daños en la ciudad. Edificios dañados en sus estructuras.

 

Yo he tenido que suspender el seminario que tenía porque el edificio sede sufrió daños estructurales. Protección Civil ha prohibido que funcionen hasta no verificarlos ese y otros edificios públicos que presentan grietas o averías.

 

Oficialmente y hasta la 12 del mediodía  del 8 de septiembre eran 33 las víctimas mortales. Aunque se habla de 100.

 

Cerca de aquí, en San Cristóbal de las Casas y Chapa de Corzo, se reportan muchos daños materiales. Casas, bardas que se han caído y muertos.

 

El movimiento se sintió en 11 estados de la república. Y 50 millones de mexicanos fueron sacudidos por el mismo. La Ciudad de México soportó el movimiento de 8.4° Richter de anoche. En contraste, en 1985,  un terremoto de 8.2 devastó la ciudad ocasionando derrumbe de edificios y muchas muertes. México aprendió de esa experiencia nefasta. ¿Qué pasó esta vez?

 

Definitivo. Los códigos de construcción se modificaron y funcionaron. También la vigilancia para que se cumplan. La que supongo ha sido muy estricta. Nadie quiere otra experiencia como la del 86. Que fue sufrida más que nada por la mala calidad de los materiales usados en la construcción de los edificios. Sobe todo, Tlatelolco. Por la corrupción.

 

La que ahora no pudo tocar los edificios que se han edificado desde entonces. Las construcciones están o son seguras. Aguantaron un terremoto de 8.4° Richter.

 

México estuvo bien preparado para la eventualidad que sufrimos. La Alarma Sísmica funcionó a la perfección. No hay cuantiosos daños materiales reportados, aún.

 

Debemos esperar unas horas más. El gobierno federal y el de los estados están conduciendo peritajes e inspecciones así como patrullajes por las zonas afectadas. Por la tarde noche tendremos un recuento oficial de daños, muertes, etc.

 

La gente no entró en pánico. Por el contrario, hasta bromearon de inmediato. Una gran cantidad de “memes” invadieron las redes sociales haciendo bromas de lo que había sucedido. Claro, sin darse cuenta de lo que en realidad había pasado.

 

El terremoto que sucede en jueves por la noche fue “divertido” para muchos. Fue en el tiempo en que los jóvenes y los no tan jóvenes salen a divertirse. Un día que en México se le conoce como “juevebes” o “viernes chiquito”. Pero sí hubo desgracias que no fueron aparentes de inmediato. De ahí la chunga.

 

Esperemos que no haya más movimientos y las réplicas que se sienten no sean más fuertes. Ha habido ya más de 60. Que cesen. Y sí, lo esperemos. Porque esta noche habré de regresar a la habitación 601 del hotel VistaInn en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. La que no olvidaré jamás. Donde viví la noche del terremoto más fuerte sucedido en México en los últimos 100 años. Ahí El Meollo del Asunto.

 

 

 

Imagen de: Daniel Valles

 

Daniel Valles

Periodista @ELMEOYODLASUNTO

danielvallesperiodista.com | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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