IMPORTANCIA: Como sector económico, aunque es menospreciado por ciertos políticos que no comprenden su importancia, el sector que más aporta a la economía e incluso sostiene la de países como Francia, España, Turquía y Perú, es el turismo.
Por su misma importancia -absoluta y relativa- es el sector que más padeció durante la pandemia -que, por cierto, Sr. Gatell y seguidores, no ha terminado- y el que ha tenido que realizar medidas de recuperación casi heroicas para implantar protocolos y esquemas que le ayuden a apoyar al resto de la economía en su recuperación.
Como toda actividad, y la vida misma, el turismo enfrenta una serie de paradojas que orientan, al final de cuentas, su rumbo y su destino.
Si bien el sector despega exponencialmente en la década de los 60´s y va tomando importancia absoluta y relativa hasta convertirse en el principal aportador del PIB al mundo, directa e indirectamente, es hasta finales de la década de los 80´s, con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética cuando, a la par de estos dos fenómenos y el surgimiento y explosión de las nuevas tecnologías, se produce el detonador (los cursis le llaman “palanca de desarrollo”) que lo llevó a ser el líder de la economía durante el período 2010-2019.
La dinámica del sector, su capacidad para convertir atractivos en productos y éstos en destinos, y la posibilidad de realizar viajes internos y externos, se dieron conjuntamente con el crecimiento de las economías, pero en mayores tasas y ritmos. México es uno de los ejemplos más significativos, aunque países como Turquía, Israel, Perú, toda la Unión Europea se convirtieron en ejemplos paradigmáticos del buen hacer.
Al mismo tiempo, y en esa constante dinámica, el turismo se apuró a colaborar y a apoyar la conservación y la mejora de sistemas y ecosistemas ambientales e incluyó el “apellido” de “sostenible” o “sustentable” a los nuevos destinos y reconvirtió a los ya existentes para apoyar la recuperación del medio ambiente, por eso es “la industria sin chimeneas”.
Llegó la pandemia en 2020 y puso al descubierto, sobre todo para los “políticos” que lo desprecian, que, efectivamente, el turismo es el sector más relevante de la economía. Una caída de la actividad del 74% (para México los datos nos señalaron “solo” el 46%, pero ya sabemos que esos datos se forran de duda) provocó desempleo, quiebras, pérdidas económicas, golpes bursátiles y empresariales a núcleos hoteleras, aéreos, de cruceros, etc. Los mil quinientos millones de viajeros internacionales alcanzados con esfuerzo, visión y acción colectiva, cayeron dramáticamente a menos de una tercera parte.
Solo como aclaración, turista es el que sale de su lugar de origen, con fines de ocio y pernocta (pasa la noche) en un lugar diferente al de su residencia. Para minimizar el problema -con los eufemismos y lenguajes figurados que se usan en nuestro medio- nuestro país decidió catalogar como “turistas” a los viajeros de negocios, a los estudiantes y a todo aquel que llega, vía aérea, marina, o terrestre (inclusive a los migrantes de paso) como turista. Seis millones de norteamericanos cruzan las fronteras cada año para venir por alcohol, medicinas y sustancias prohibidas y de ninguna manera pernoctan, ah, pues ya son “turistas”.
Todo esto obligó a mostrar la resiliencia, que políticos y comentaristas confunden con masoquismo, de sus actores principales que, apoyando políticas públicas, estableciendo protocolos estrictos y trabajando en equipo, lograron una recuperación sin precedentes de casi el 50% de lo perdido en un 2021 que, a pesar de seguir sufriendo estragos sanitarios, permitía vislumbrar las nuevas realidades de la economía y de su soporte principal, el turismo.
PARADOJA: Llegó el 2022, promisorio con un excelente primer trimestre y surge la paradoja, si la caída de la Unión Soviética, incapaz ideológica y económicamente de sostener un imperio, provocó el despegue del turismo en 1989, la invasión a Ucrania y la alerta europea frenaron la recuperación y obligaron a nuevos planteamientos para que visitantes y receptores tengan el repunte económico, anímico y emocional que casi dos años de ostracismo provocaron.
2023 es testigo de cambios radicales, sobre todo en cuanto a destinos se refiere, al principio, México se vio sustancialmente favorecido, pero la violencia que ha impactado a todos los sectores no perdonó al turismo, la cautela y las advertencias internacionales privilegian hoy a Punta Cana sobre Cancún y a Hawái sobre Acapulco.
Sin duda, el sector saldrá adelante, una vez más. América, México, sus estados, sus regiones son la oportunidad del presente, si las aprovechamos con prudencia y responsabilidad podremos ver el futuro con preocupación, pero con optimismo.
No obstante, dicen los clásicos que, para resolver un problema, lo primero que hay que hacer es reconocer que existe, ciertos parámetros, cifras y reportes de actividad, emanados de las fuentes oficiales, nos hacen dudar que se esté dando al sector (como a muchos otros) la dimensión de su problemática y la acertada aplicación de políticas públicas para resolverla.
INCONGRUENCIA: Por ejemplo, el Tren Maya, cuyo costo iba a ser de 120 mil millones de pesos (costo estimado, sin Plan Maestro y sin Proyecto Ejecutivo; bueno, con ¡8 cambios de ruta! en 2 años) y que ya consumió 450 mil millones de pesos tan escasos y tan necesarios para necesidades ingentes, parece que ya no se orientará al turismo, ¿usted pagaría mil dólares por llegar a 8 destinos inciertos y sin infraestructura turística con 2 honrosas excepciones? Su destino ya está orientado, lo reconozcan o no, al modo de carga y, quizá, de estrategia de seguridad (SIC). De cualquier manera, no apoya a la rápida recuperación de la actividad.
Otra duda: SI la actividad turística cayó 76% en 2020, debido, básicamente, a la pandemia. Se recuperó en 2021 cerca de la mitad, es decir, aún estaba 40% por debajo de la etapa post pandemia, cuando se estimaba un sólido repunte para 2022, vino el conflicto bélico y frenó el nuevo impulso, ¿era necesario y urgente un “nuevo” aeropuerto internacional” ?, mismo que triplicó su costo y no ha alcanzado, con mucho, la capacidad que olímpicamente se les adjudicó a sus 14 slots de llegada, contra 280 que iba a tener el Aeropuerto también olímpicamente cancelado. ¿Por cierto, alguien ya llegó al AIFA en el escenográfico tren en el que el presidente y una comitiva que incluía al recientemente indultado señor Del Mazo arribaron con todo y pantalla verde de fondo?
Acotamos el tema porque la pandemia frenó el número de vuelos a nivel mundial y el aeropuerto de la Ciudad de México (ahora saturado por decreto) aún no recupera el número de operaciones que tenía en 2019. Entonces, fortalecer a un nuevo aeropuerto, sin necesidad real, sin conectividad y sin transportabilidad, tampoco impulsa la recuperación turística.
La falta de apoyo a los Pueblos Mágicos, la desaparición de la promoción del turismo a nivel federal y, como serio detonante, la inseguridad, nos hace pensar que falta mucho para reactivar al sector que más aporta a la economía en calidad de nivel de vida, en generación de empleos -directos e indirectos- y, hasta antes de la crisis del 2020, generador de 24 mil millones de dólares a la economía nacional (solo por gastos de turistas internacionales).
Los actores, públicos, sociales y privados, deberían de estar realmente preocupados en torno a un tema toral para la economía y para la vida social del país.
DE FONDO: El último reporte disponible de la actividad turística nacional (RAT). Publicado por la SECTUR federal, señala que, en el primer bimestre del año, entraron al país 20 millones 98 mil turistas internacionales (11% más que en 2022), pero aún lejos de los 56.5 millones de turistas contabilizados en 2019. También señala el informe que la llegada de turistas internacionales a cuartos de hotel, para el mismo período, ascendió a 11 millones 743 mil. Cifras mejores, desde luego que las del 2020. Buenos datos, pero… Si el turismo es, por definición, pernocta, la diferencia entre los que arribaron y los que se hospedaron y durmieron 8 millones 355 mil distinguidos visitantes?
DE FORMA: Mientras operan los distractores electoreros y se ignoran los verdaderos problemas nacionales, los que hay que analizar para tomar una decisión en junio del 2024, los indicadores económicos nos muestran que urge cambiar la fórmula absurda y convenenciera con que se mide la inflación. Y no deja de ser curioso que se mida con “índices ponderados” que dan más peso a unos productos que a otros, mismos “índices ponderados” que usó Morena en la determinación de quien será su candidata presidencial, más pesó el voto de una persona del medio rural que el de un habitante de una colonia urbana. Misma fórmula neoliberal, empleada por los que hostigan el concepto un día sí y otro también.
DEFORME: La “inauguración simbólica” del tramo “Lerma-Zinacantepec” (ambos sitios en el Estado de México, ambos unidos por un buen camino asfaltado), segmento mínimo del “Tren Rápido” “Ciudad de México-Toluca” que, como la Refinería, el Aeropuerto y el Tren Maya, ya triplicó su costo y, por supuesto, no está concluido más que en menos de un tercio de su supuesto recorrido. Si un pasajero de la terminal (inexistente aun) de “Observatorio” de la Ciudad de México se quiere desplazar a Zinacantepec y, por alguna razón poderosa como visitar su espléndido Museo Virreinal o el Templo de San Miguel Arcángel, le resulta más cómodo seguir por el camino asfaltado que ubicar la terminal Lerma, esperar al tren que va al cercano Zinacantepec, y llegar… ¡a tomar un taxi! El tren Puebla-Cholula, distancia similar, fue cancelado por incosteable.
Hagamos cuentas: 20 kilómetros de un tren que tendrá 67, ya han costado, al pueblo y a los contribuyentes, 100 mil millones de pesos. ¿En qué cabeza cabe pensar que 1,520 kilómetros de tren Maya costarían 120 mil millones? Va en 450 mil millones y seguramente, si se termina, rebasará el billón de pesos. Sería bueno estudiar matemáticas básicas, antes de tirar el dinero que medicamentos, combate a la delincuencia, pago de la deuda de PEMEX, y generación de empleo requieren.