Los trastornos de la conducta alimentaria son conocidos por todos. Estamos al día del alto porcentaje de personas que los sufren. En su mayoría son chicas sí, pero también afecta a los chicos. Al igual, es por todos sabido que generan numerosos problemas para la salud a todos aquellos que los sufren.
Pero no solo eso. También tienen repercusiones a nivel psicológico y social. Las relaciones interpersonales se van deteriorando y el malestar emocional gana terreno. El caso es que este tipo de trastornos ponen en riesgo la vida de quienes la padecen, por lo que es interesante conocer los factores o las variables que están asociadas con su aparición, con el fin de poder trabajarlos… ¡Recuerda que es más fácil prevenir que curar!
La relación entre la imagen corporal y los trastornos de la conducta alimentaria
En cuanto a la imagen corporal y los trastornos de la conducta alimentaria, tenemos que tener en cuenta dos conceptos: la insatisfacción y la distorsión. Subestimar o sobreestimar nuestro cuerpo, es decir, percibirlo de forma distorsionada, puede hacer que percibamos un sobrepeso en realidad inexistente.
Esto va a generar una insatisfacción con nuestra imagen corporal, desencadenando una serie de emociones negativas que trataremos de regular con la alimentación. Así, entraremos en un círculo vicioso de hacer dieta de forma constante, con el fin de llegar a unos cánones de belleza difícilmente alcanzables. Al menos por esa vía.
Pensemos que la preocupación por el peso es algo común en la mayoría de adolescentes y jóvenes sin que ello tenga que suponer un problema. Como todo, cuando se vuelve excesiva e intensa es cuando la persona puede llegar a tomar medidas desesperadas para bajar de peso.
Otro factor de riesgo relacionado con esto es el índice de masa corporal. Estudios han demostrado que llegar a la adolescencia con un IMC (índice de masa corporal) alto, que indique sobrepeso, puede propiciar el inicio de estos trastornos de la conducta alimentaria.
El papel de la sociedad en los trastornos de la conducta alimentaria
Por supuesto, no hay que olvidar que la insatisfacción y la distorsión de la imagen corporal vienen alimentados y en algunos casos propiciados por la sociedad de la que todos participamos. En ella, se promueve la delgadez como la forma de ser más deseable. Además, se asocia con valores positivos como juventud, prestigio, autoestima alta y elegancia. Es decir, se vende como la condición primera para aceptarse a uno mismo y sentirse aceptado por los demás.
Al mismo tiempo, tener un peso alto (aunque sea ligeramente) se liga con valores negativos como dejadez, falta de voluntad, suciedad, etc. Esto hace que las personas inicien dietas milagrosas, en las que se pretende perder peso en muy poco tiempo, lo cual las puede llevar a perder el control y continuar restringiendo su alimentación más allá de un objetivo real.
Todo esto tiene mayor influencia en las mujeres jóvenes y en las adolescentes. Pero, ¿a qué se debe? Pues a que en ellas se enfatiza más culturalmente la necesidad de estar delgadas. Además, para conseguir los valores asociados a la delgadez, han de perder peso. Pero nuestros más allegados también juegan su papel. Vivir en una familia en la que la apariencia física y la alimentación son excesivamente importantes es otro factor de riesgo.
Lo mismo puede ocurrir si se tienen amigos con estas enfermedades, que se puede producir un efecto de contagio. En definitiva, hay numerosos factores que juegan su papel en los trastornos de la conducta alimentaria. Tenerlos en cuenta nos van a ayudar a tratar de inculcar a los jóvenes unos valores de autoestima y realización personal que vayan más allá de la imagen corporal y de su peso… ¡Pon tu grano de arena!
Información:lamenteesmaravillosa.com
Imagen: Cenaf